Capítulo único

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Disclaimer: Avatar: The Last Airbender, sus personajes, secuelas y cómics no me pertenecen.

N.A. Está ubicado en el libro tres de la Leyenda de Korra cuando Top y ella se encuentran. Sin embargo, todo lo que pasa por la mente de Toph es entre las dos series y en ATLA por eso la etiqueta.

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Sonrió por lo bajo y levantó el rostro hacia donde, sabía, estaba la luna. Suspiró hondo y llenó sus pulmones de aquel tan particular aire del bosque y sintió un escalofrío recorrerle la espalda, haciéndola sentir un dolor que logró fruncirle el ceño. Le quedaba poco tiempo en este mundo, lo entendió, y aunque no quiso admitirlo, el miedo invadió su cuerpo y la incertidumbre logró que sus viejas y cansadas extremidades temblaran como hojas de otoño ante el viento.

Korra dormía dentro y ella podía sentir su respiración hasta su lugar, calmada y pausada, como un susurro suave y sonrió sin darse cuenta ante los recuerdos que llegaron a su mente.

Era verdad que con los años la paciencia se le había ido y sus rasgos más huraños habían crecido en su interior, volviéndola una vieja solitaria y agria en apariencia, pero no había mentido cuando le había dicho que le alegraba volverse a encontrar. Se sentía nostálgica y de alguna manera, feliz.

Era Aang. Y ella podía sentir su pecho bajando y subiendo; y a su mente venían aquellas noches al lado de sus amigos acampando donde mejor podían, y entendió que de verdad era él. Pies ligeros, otra vez, en otra oportunidad, renacido, pero al final de cuentas, él.

Sonrió ante lo absurdo de las cosas y se jactó de la ironía que en todo había.

—Sí, Aang... — respondió a una pregunta que años atrás ella misma se había hecho, dejando caer sus hombros a los lados con ligereza, como si un gran peso se hubiera ido finalmente fuera de su ser. —Una amistad si puede durar más de una vida — cerró los ojos disfrutando del viento, de pie frente al bosque de aquel pantano y sintió aquella conexión con el mundo que tanto le gustaba y sólo tenía acceso estando ahí. —Tenías razón — sonrió de nuevo y supo que Korra, ahora mismo tenía su fe y su confianza, la misma, el mismo cariño y el mismo amor.

Aún si ella disfrutaba enseñándole​ duramente, soltando sus comentarios satíricos y haciéndola enfurecer, era precisamente porque la conocía y sabía sus límites y su fortaleza. Aang podía con eso y más. Ella podía con eso y más.

Pensó entonces, en que, así como Aang estaba de nuevo entre ellos, y entendiendo que la vida era un eterno ciclo de errores y enmiendas, eventualmente y por efecto el resto de la gente al morir tenía frente a sus pies un trazo en blanco con nuevas oportunidades.

La idea la asustaba pero no podía negar que también la emocionaba, y la entristecía, por supuesto, con la misma intensidad.

Se preguntó entonces si volvería a toparse con Korra, con Lin, con Su, con Katara, con Zuko... con Sokka.

— Ah... Sokka... — susurró para sí misma, sonriendo involuntariamente​ y preguntándose cuánto tiempo había pasado desde que no soltaba su nombre en voz alta. No tenía idea, no solía hablar sola y sentir a Korra tan cerca la motivaba demasiado a querer sentir, a querer recordar, a querer regresar... o a volver a empezar.

No había un día que no pensara en él, sin embargo, y volvía en sus recuerdos a menudo y a veces, aturdida y confundida, creía escuchar su voz a lo lejos, llamándola torpemente entre la maleza. Como si jugara con ella, como si fuera el adolescente torpe que le ponía bromas para hacerla irritar.

Pero él no estaba, hacía un buen puñado de años y ella lo entendía, ella lo había aceptado, con el tiempo, con el aprendizaje, con la soledad. Sokka había muerto luego de que él y Zuko capturaran a Zaheer y a sus hombres, y ella, sin más, había huido al bosque.

Amor que trasciende vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora