Capítulo 4

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Escucho el taladrante sonido de mi despertador, el cual hoy me resulta todavía más molesto que incluso cuando tenía instituto. Lo apago medio dormida y miro la hora con la esperanza de que haya sido un error y que todavía me quede alguna hora más para dormir, pero no, no ha habido ningún error. Estoy extremadamente agotada, no sé cuántas horas habré dormido, porque anoche antes de dormirme no miré el reloj, pero estoy segura de que han sido muy pocas, apostaría a que solo han sido dos o tres. No soy capaz de despertar del todo porque noto que me pesan demasiado los párpados, así que me quedo metida en la cama esperando a volver a dormirme y que cuando despierte, todo sobre lo que tuve que pensar anoche es solo un mal sueño, que todas esas preocupaciones no existen, pero antes de que puede volver a dormirme entra mi madre y sube la persiana; nada de eso ha sido un mal sueño y no me queda otra que levantarme.

Voy al baño y me lavo la cara con agua bien fría, luego voy a la cocina y me preparo un vaso de leche al cual acompaño con unos pocos de cereales, pero apenas tengo hambre; aunque la cantidad de sueño que tengo me impida pensar con claridad, estoy muy nerviosa. Acabo de desayunar, me lavo y me visto en apenas diez minutos. Voy a mi habitación y doy un último repaso para que no se me olvide nada. Cuando estoy revisando veo que sobre la cómoda queda una pulsera desgastada, la verdad nunca me pareció demasiado bonita pero me la regaló Arnau hacía unos cuantos meses y, aunque de aquella no la pusiese mucho porque no me gustaba, decidí cogerla y anudármela alrededor de mi muñeca, y así sentirle más cerca todo este verano. Sin poder evitarlo, cuando la vi y me la puse, me recordó al momento en el que él me la regaló con las más sinceras de sus sonrisas en su cara, prometiéndome que lo nuestro sería para siempre. Después de haberme quedado embelesada durante unos segundos recordando aquel momento, me vuelvo a centrar en revisar todo, porque aunque sea un precioso recuerdo que no me gustaría olvidar, si sigo recordando cosas así ahora me voy a derrumbar.

Cojo mi maleta y un par de bolsas con más cosas mías en su interior y las saco de mi habitación, las poso en el pasillo y doy un último vistazo a mi pequeña habitación, que parecía estar vacía al faltarle todas las prendas de ropa y calzado que siempre tenía desordenadas por encima de la cama, la silla y el suelo. Siempre me había quejado del tamaño de mi habitación y de la decoración; pero justamente hoy, pensando en lo que me esperaba este verano, me encantaba aquel habitáculo con infantil decoración y me gustaría quedarme entre esas cuatros paredes, pero no es posible. Cojo la maleta y las bolsas y las bajo en el ascensor, ya en la calle me espera mi madre en el coche. Meto todo en el maletero  y me pongo en el asiento del copiloto, mi madre me pregunta si estoy lista y afirmó dubitativa. Arranca el coche.

El trayecto hasta mi pueblo es largo, tres horas y media. Normalmente se me pasa lento, pero hoy se me pasa especialmente rápido, posiblemente debido a las pocas ganas que tengo de llegar y tener que enfrentarme a todos mis miedos.

Desde la ventanilla del coche observo los amplios y llanos prados y algunas zonas donde hay más árboles, también veo el río, con bastante poco cauce debido al calor que hace; me gusta mucho mirar la naturaleza porque me da bastante calma, pero no, hoy no es así. Por fin veo el cartel con el nombre de mi pueblo desde la ventanilla, ya estoy aquí, ya no hay vuelta atrás, ha dado comienzo el que será posiblemente uno de mis peores veranos.

AQUEL VERANO | @lajirafanaranjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora