Mi madre aparca el coche junto a la casa de mi abuela, a un lado de la calle para no molestar, aunque por esta calle no pasan casi coches, la verdad, es que por el pueblo en general pasan muy poco vehículos; espero en el coche a que mi abuela abra la puerta principal de la casa y, cuando veo que se asoma, bajo del coche, cojo rápido mis cosas del maletero, saludo a mi abuela con un cariñoso pero rápido abrazo y entro en casa.
La casa en sí no tiene nada de especial, es la típica casa que te puedes encontrar en todos los pueblos, excepto porque tiene una pequeña piscina en el patio, y cuando digo pequeña, es muy pequeña pero al menos me cubre hasta la cintura, lo cual agradezco mucho, porque creo que va a ser uno de los lugares donde más tiempo voy a pasar este verano. La casa tiene dos pisos conectados por una escalera con escalones estrechos; abajo está la cocina, el pequeño comedor, un baño grande y el salón lleno de cuadros preciosos que mi abuela ha pintado a lo largo de su larga vida; arriba hay tres dormitorios, todos bastante similares en cuanto a espacio y muebles. El patio es amplio, además de la piscina tiene varias plantas que a mi abuela le encanta cuidar, un pequeño huerto, y una pequeña caseta roja que pertenece al perro, un viejo Golden Retriever llamado Simba.
Subo las escaleras con mi maleta y mis bolsas y las dejo en el primer dormitorio a la izquierda. Tiene pocos muebles y estos están medio vacíos, solo hay algunos peluches de cuando yo era pequeña. También hay algunos dibujos, bastante mal hechos hay que decir, pegados por las paredes. Cuando era pequeña esta era la habitación donde yo dormía y, como es lógico, por esa razón hay cosas mías. No coloco nada de mi equipaje y vuelvo a bajar para despedirme de mi madre, que permanece junto al coche. Ella me dice lo típico, que me porte bien, que ayude a mi abuela y que me lo pase bien (las dos primeras cosas las veo fáciles, la última no tanto), una vez dicho esto la doy un largo abrazo con el que intento decir que no me quiero quedar allí todo ese tiempo, pero para evitar preocuparla, simplemente la miré con una sonrisa algo falsa. Se mete en el coche y veo como el coche se aleja, mientras estoy viendo esto no paro de mirar a los lados de la calle esperando a que no pase nadie de mi edad y mucho menos Andrés, aquel chico que llevo siete años sin ver por suerte, y espero que sean muchos más, y al cual odio con todo mi ser por muchas razones, pero en resumen, por hacerme la vida imposible y quitarme todas las ganas de vivir. Afortunadamente, no pasa ni una sola persona en esos minutos, lo cual me alegra; entro en casa con mi abuela y nos sentamos en el salón. Hablamos de mil cosas, de la gente que ha venido nueva al pueblo, de lo que quiero elegir en la universidad, de como redecorar la casa e, incluso de Arnau; en verdad, es increíble lo mucho que quiero a esta mujer y lo mucho que me entiende.
Se me pasa el tiempo volando y cuando nos damos cuentas ya es la hora de comer, así que vamos a la cocina y la ayudo a preparar una ensalada y unos filetes, he de decir que no soy muy buena cocinera, al contrario de mi abuela que es excelente. Acabamos de comer y he de admitir que no nos quedó nada mal la comida, estaba exquisita. Después de ayudarla a recoger decido subir a mi actual habitación para colocar todo mi equipaje.
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AQUEL VERANO | @lajirafanaranja
Teen FictionLuna tiene una perfecta relación con su novio y son inseparables, pero debido a las circunstancias tiene que marchar todo el verano a su pueblo, el cual odia y donde lleva años sin ir. Se encontrará con gente del pasado y quizás eso haga que cambie...