Capítulo 1

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No me pongas atención.


El adolescente Stilisnki caminaba a prisa junto con su mejor amigo. Iban tarde para entrar al instituto.

—Recuérdame no volver a dormir en tu casa, por favor— mencionó el chico de ojos color miel, casi corriendo.
—No es mi culpa que ignores las alarmas — se defendió el joven McCall, siguiéndole el paso.

La noche anterior, Stiles acordó con Scott en quedarse en la casa de este último para hacer la tarea de Biología en equipo y, de paso, hacer una pijamada. No contaban con que jugarían casi toda la santa noche y que no harían nada de lo que planearon hacer en un principio.

Poco antes de que dieran el timbrazo de aviso para iniciar las clases de ese día, el duo dinámico ingresó. Aliviados se dirigieron a la zona de casilleros a dejar unas libretas y tomar otras para su clase de Geometría.
De camino al salón el adolescente Stilinski vio al profesor de Geometría entrar junto con un sujeto bien vestido en la oficina de la orientadora, quien antes de entrar por completo y al sentir la mirada del chico, volteó a mirarlo. Se observaron por unos cuantos segundos, ambos estando estáticos en su lugar.

—Stiles, avanza— exigió Scott tomándolo de los hombros.
Solo así rompieron el contacto visual.

Continuaron su trayecto hasta llegar al aula correspondiente.

—¿Quién era?— cuestionó el chico de ojos color miel refiriéndose al sujeto que acompañaba al Sr. Rheingold (profesor de Geometría).
—No lo sé— respondió con simplicidad—, tal vez sea el sustituto del entrenador Finstock, o algo así. Con eso de que irá a un congreso.
—Quizás.— Suspiró.

La situación no pasó a más. La curiosidad de Stiles no lo movilizó a investigar a fondo cual detective del FBI. Sentía que quería conocerlo, pero se abstuvo de hacerlo.

Las horas de clase pasaron. Nada relevante ocurrió durante ese lapso de tiempo —salvo Lydia parloteando con sus compañeras en voz alta sobre el nuevo e irresistible pedagogo que venía a su servicio—. Si, nada fuera de lo usual.

•••dos días después•••

Stiles, por su propia salud, decidió faltar a clases un día porque se sentía mal —era un simple dolorcito en el dedo meñique del pie pero para el chiquillo de mil lunares significaba quedarse en absoluto reposo—.
En ese día de «reposo forzado» habló por teléfono con el latino sobre su falta, tareas y trabajos, y sobre algunas novedades. De entre las más destacables estaba el apoyo del profesor de Geometría.
Sí, el profesor ya era una pasita arrugada andante pero tampoco creían que fuera necesario un apoyo para la clase.

Esa ocasión Stiles se tomó la molestia de llegar temprano, quince minutos antes, para ser exactos —quería compensar de una forma su anterior falta—.
Esperó paciente a su mejor amigo sentado en la banqueta, afuera del instituto. Luego de su llegada, y con calma, se dirigieron al salón.

—¿Entonces es solo un apoyo?— preguntó el adolescente Stilinski al abrir la puerta del salón.
—Según lo que escuché de Lydia y Allison, sí.
—¿Y dices que se llama Derek Hale?
—Así es.
—Mmh, pienso que es un poco exagerado eso de tener un ayudante de clases— dijo sentándose en el pupitre de siempre—. Sí, ya es un anciano el profesor y que pronto se retirará. Ya mejor que lo sust...

Stiles ni siquiera pudo termina su letanía por que dicho profesor, junto con el apoyo, habían llegado al salón.

El joven Stilisnki observó con obviedad cómo ambos pasaban al aula y dejaban sus pertenencias en el escritorio. El apoyo del profesor se acercó al pizarrón y, al par que saludaba al alumnado, escribió los ejercicios en los que se habían quedado el día de ayer, mientras que el profesor Rheingold tomaba asiento, supervisando la clase.

A Scott se le olvidó mencionar un detalle importante —según Stiles—; el apoyo del profesor era el mismo que vieron en orientación.

Derek —el cual era el nombre del apoyo— dio media vuelta para instruir a la clase, más su vista la fijó en un chico peculiar, cuyos ojos no dejaban de reflejar inmenso asombro.

—Tiene alguna duda, joven...
—Mieczyslaw— contestó apresurado—, Mieczyslaw Stilinski.
—Michis…— intentó pronunciar el joven de ojos verdes.

De inmediato la clase rió. El nombre del chiquillo era toda una proeza.

—Puede llamarme Stiles— interrumpió—, para que no se complique la vida.
—Bien, Stiles, ¿tienes alguna duda?— cuestionó levantando una ceja.
—¿Eh? No, no. Para nada. Usted continúe, no me preste atención— balbuceo, rascándose la nuca.

Durante ese pequeño intercambio de palabras, el chico de mil lunares evitó hacer contacto visual con Derek. Se sintió intimidado. Algo que no sintió la primera vez que lo vio.
Al alzar la vista de nuevo, notó que el hombre de ojos verdes lo estaba observando. De inmediato miró a otro lado.

Así continuó la clase.

—Creo que cupido flechó a alguien— susurró Scott, picoteando las costillas de su mejor amigo con un lápiz.

El corazón de Stiles se detuvo por un instante. Creía que se refería a él cuando decía que alguien fue flechado, pero no. Se refería a otra chica que se sentaba hasta al frente. Aquella chica no paraba de verlo como si de una maravilla de la humanidad se tratara.

—Si, eh— replicó el castaño, tragando saliva.

Era muy, muy apresurado hablar de un gusto determinado hacia otra persona pero era lo más acertado para describir un sentimiento en ese instante. Un sentimiento que con el pasar del tiempo fue acrecentando.

La estancia de Derek como auxiliar en clases le resultaba relajado y tranquilo. Había alumnas que se le acercaban y pedían su número o se acercaban para darle obsequios —algunas cositas sencillas , otras algo ostentosas—. Nada fuera de lo que consideraba «normal». Ese fue uno de los temas que se trataron antes de que comenzara a hacer su servicio. Las chicas hormonales. No mostró conflicto por ese tipo de problemitas.

Un día de verano, cerca de otoño, Derek se dirigía a orientación, donde dejaba sus pertenencias más importantes. Al pie de la puerta encontró un papelito doblado con una pequeña inscripción al frente:

«No lo leas a menos de que seas Derek Hale».

Esa simple frase le causó curiosidad y lo motivó a desdoblar el papel.

«Hey, ¿qué tal?
Solo quería decirle que me gustaría conocerle, pero no me atrevo a acercarme a usted. Así que acostumbrese a recibir de forma intermitente notas como estas.

Bonito día ;).»

Volvió a doblar el papel mientras se le dibujaba una sonrisa aunado a un entre cejo ceñido. Sentía que no era una situación que debiera tratarse con los directivos. No era más que un juego de amores adolescentes y ya.

Resguardó el papel en su bolsillo y entró a la sala de Orientación. Su turno ya había concluído.

Días de escuela [AU Sterek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora