Capítulo 20

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El camino a Flesem fue bastante agotador.

El miedo a ser descubierta o seguida por los guerreros después de mi escape a media noche de la aldea, fue tanto, que se me genero un estrés que hace mucho no sentía en mi cuerpo, algo así como cuando eran los parciales en la universidad con mis dos programas a finales de semestre. Me recordó un poco a esa época pesambrosa y casi fúnebre por la que pase por cinco años.

La cabalgata en Colmillo duro desde que salí hasta el mediodía, cuando ya agotada, tuve que parar para alimentarme y a mi amigo, e intentar descansar al lado de un tronco, pero sin lograr nada, ya que el miedo me mantenía en constante vigilia. Ya iba para casi dos días y mi cuerpo empezó a avisarme que iba en plan zombie, tropezando con todo lo que encontraba.

Tuve que acampar en las noches en lugares oscuros y en medio de esos bosques tenebrosos, porque me daba miedo ser asaltada por algún loco en medio del camino y durante el día irme con pasos de acero, ya que quién sabe y lo que encontraría en medio del camino. Llámenme maniaca o dramática por mi comportamiento excesivo, pero ninguna medida de protección es suficiente para mí en estos momentos, en un tiempo y espacio totalmente distintos a los que no estoy acostumbrada, y más, en donde las mujeres son tratadas como un saco de boxeo. Además, antes lo había dicho: mujer prevenida, vale por dos.

Pase por varias aldeas, todas pequeñas, pacíficas y llenas de hombres machistas. En algunas pare para recargar mis termos de agua y cambiar medicinas por comida, pero en otras simplemente seguía de largo porque predominaba el sexo masculino, y estoy segura de no estar tan loca como para acercármeles y que me retengan por parecer sospechosa o no crean que soy doctora.

Me sorprendió que tanto el camino como el paisaje estuvieran limpios, no tipo: llenos de riqueza verde sino limpios: sin miasma. Me di cuenta que si me quedaba en un lugar algo de tiempo extra, la purificación que realizaba se hacía más profunda y más hermosa, los árboles y flores se hacían más frondosos y las tales Flores de la Creación también empezaban a aparecer. Eso fue de gran ayuda, ya que seguí con mis experimentos y pude preparar más brebajes, pomadas y sueros, cuando acampaba por ahí.

La comida fue otro tema más duro de tratar, ya que la que pude traerme de la aldea se me acabo al tercer día y comer comida enlatada no se me hacía lo más saludable para subsistir, así que empecé a cazar. Recordé las pocas veces que pude "ver" A prueba de todo con el superviviente más visto en todo el mundo: Bear Grylls, poniendo a prueba mi patética resistencia en el mundo salvaje... y digamos que no todo salió muy bien: los mosquitos se dieron un festín con mi sangre y la de mi amigo, el clima hizo desmadres con mi paciencia, casi me come un enorme jabalí, estaba pescando y el pescado me pesco a mí, fui perseguida por liebres, y un puma me saludo desde la lejanía.

-...mfn...

Bueno, hubo salud que era lo importante.

Pero... ¿Saben lo horrible que es comer pescado asado? ¿No? Bueno, pues os contare mi asquerosa experiencia: sabe a crudo y simple por más asado que se encuentre, tiene partes llenas de grasa que se resbalan entre tus manos y sus espinas son terribles con tus labios y lengua. Eso de ensartarlos en un palito y ponerlos verticalmente mirando hacia el fuego hasta que se doren solos es un mito, no quedan bien cocidos, y arreglarlos es otro horror. Sé que no debería de quejarme cuando ya he abierto a una cantidad incontable de personas a la hora de hacer una operación pero esto casi me supera; sacar las tripas de un pescado es realmente asqueroso, además de que el olor te persigue por horas. POR MUCHAS HORAS.

Tuve que utilizar las pomadas que hice de eucalipto en mi ropa y en Colmillo para que los zancudos nos ignoraran, además de otros bichos indeseables. Me encontré en el camino a tantos insectos exóticos y serpientes que creo podría haber hecho un documental y haberme hecho rica con tanto espécimen extraño.

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