LGBT 3: B.

31 4 1
                                    

Martha,

Debe de ser un poco extraño leer una historia que está dirigida hacia ti específicamente, pero no se me ocurre ninguna mejor forma para contactarte. Sé que lees las historias de este foro con frecuencia, y espero que el título haya sido lo suficientemente interesante como para captar tu atención.

Nuestra boda se aproxima y no podría estar más emocionado. Has sido una persona increíble en mi vida, y ansío nuestro felices por siempre.

Habiendo dicho eso, no he sido del todo honesto contigo.

Al discutir nuestras relaciones pasadas, omití un detalle importante que constituye tres años de mi vida. Desde 2011 hasta 2014, estuve casado con un hombre llamado Jacob. Nuestra relación transcurrió antes de que me mudara a este estado.

Nunca te hablé de él por numerosas razones. Para comenzar, eres completamente heterosexual, y no lo tomes a mal, pero me he dado cuenta de que puede ser difícil para los heterosexuales entender cómo alguien puede moverse de una relación del mismo sexo a una relación tradicional con tanta soltura. Las personas afirman con frecuencia que han «pescado» la bisexualidad, pero he descubierto que eso significa que pueden sentirse sexualmente atraídos a ambos sexos, pero no que puedan enamorarse de sexos diferentes. Yo amo a la persona, no al género ni al sexo. Amaba a Jacob por quien era, no porque era un hombre. Te amo a ti por quien eres, no porque seas mujer.

No quiero que creas que Jacob es algún tipo de competencia. En verdad quiero pasar el resto de mi vida contigo. Simplemente siento que necesito contarte sobre Jacob porque no quiero que lo mismo que me pasó con él, me pase contigo. Quiero que nuestro matrimonio sea mejor que el que tuve con Jacob, y no quiero que termine de la misma forma.

Comenzó lo suficientemente bien. Jacob y yo nos conocimos durante la época en la que viví en Japón. Él estaba trabajando en la misma escuela de inglés que yo. Me había estado fijando en él desde hace varios días, y me le acerqué con el saludo en japonés más pobre que te puedas imaginar; de seguro soné como si tuviera un rompemuelas en la boca y estuviese tratando de hablar alemán. Él me interrumpió para preguntar qué era lo que quería exactamente, y llegué a la conclusión de que también era estadounidense.

Congeniamos, nos enamoramos y nos mudamos de vuelta a Estados Unidos, empezando una nueva vida en California. El primer par de años fue excelente, hasta que mi abuelo se enfermó de Alzheimer y se mudó con Jacob y yo.

Su demencia era bastante severa, dando brincos de través del tiempo como si se tratase de cambiar canales en un televisor. En una hora podía encontrarse en sus veintitantos años practicando atletismo, y en la otra podría estar tratando de impedir que su amigo se desangrara en una jungla de Vietnam.

Sabía que tener a nuestro abuelo con nosotros era estresante para nuestra relación, pero en verdad no veía ninguna otra alternativa. No teníamos el dinero para ponerlo en un asilo de calidad, y era difícil buscar ayuda en fuentes externas; sencillamente era demasiado trabajo para alguien que no fuera de la familia.

Era demandante. Destruyó nuestro hogar y fue la catálisis de que nuestro matrimonio se desmantelara. Durante semanas, llegaba del trabajo y encontraba nuestro patio repleto de hoyos. Cada hoyo era más o menos de cinco a diez centímetros, pero cada día había una docena de agujeros nuevos.

Me tomó siglos para poder cachar a mi abuelo haciendo los hoyos. Aparentemente, su demencia no había marchitado su cuerpo de la misma forma en la que había arrasado con su mente. Estaba reviviendo sus días de gloria de atletismo practicando lanzamiento de bala en nuestro jardín. Esto no era una tarea sencilla: el lanzamiento de bala generalmente se hace con una esfera de metal sólida de dieciséis libras. Cuando traté de levantarla, me sorprendió que mi abuelo pudiera cargarla con tanta facilidad, y ni hablar de que pudiera arrojarla a tres o cuatro metros de distancia.

||CREEPYPASTAS||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora