Capitulo N°7: «La sorpresa peligrosa» - El sauce boxeador -

161 20 2
                                    

¡Lumos!

05:00 – 8 de Noviembre de 1975

El amanecer comenzaba a despejarse con un anaranjado sol que surgía desde el horizonte. Era muy temprano aún, nadie había despertado realmente a excepción de algún distraído madrugador que volvería a caer entre las sábanas apenas sintiera el frescor que se propagaba afuera y la humedad que el naciente otoño traía consigo.

James, fue el primero en asomar su despeinada cabeza por el agujero que se hundía en el sauce boxeador y por el cual, la noche anterior, se había escabullido junto a sus tres inseparables amigos creyendo no ser vistos.

Bostezó ampliamente y se restregó los ojos con ambas manos luego se giró y le hizo señas a sus compañeros para que salieran también.

—Siento como si tuviera todos los huesos molidos —comentó Sirius apenas sacó su cuerpo al exterior—. Cada vez se pone peor. Deberíamos investigar si existe alguna poción o algo que evite que se transforme.

—De hecho, existe —confirmó Remus detrás de él. Su aspecto era deplorable, su túnica estaba sucia y algo rasgada en uno de sus costados; presentaba unas acentuadas ojeras violáceas bajo sus dulces ojos y su cabello parecía más opaco y lacio que de costumbre. —He pasado horas en la biblioteca buscando una solución a mi problema y, créeme, Sirius, nadie más interesado que yo en que esto no me suceda —afirmó.

James apoyó una de sus manos en uno de los hombros de su amigo, y con aire de preocupación, le dijo:

—Remus, sea lo que sea que haya que hacer para ayudarte, cuenta con nosotros. Que te conviertas en hombre lobo con cada luna llena, suena fantástico desde el punto de vista de un idiota. Nosotros somos tus amigos y, como tales, jamás te vamos a abandonar.

Sirius asintió y le guiñó un ojo.

Peter, apareció detrás de Remus con los ojos hinchados y la tez más pálida de lo normal. Tenía su rubio cabello hacia atrás y parecía haberse vuelto más ralo que de costumbre.

—Hey, Peter, deberías hacer algo para dominar tu cabello, ¿te sientes bien? —musitó Sirius apenas lo vio.

—Sí... sí, de hecho creo... que sí —respondió dubitativamente el muchacho.

—Estábamos hablando de la posibilidad de hallar algo que ayudara a Remus más que nosotros. Está bien que no nos molesta, pero lo mejor sería que pudiera controlarlo —manifestó James.

—Sí, sí, eso sería fabuloso —acordó Pettigrew—. Sería en verdad fabuloso...

—No imaginan cuánto siento causarles tantas molestias, muchachos —musitó Remus de repente—. Daría lo que fuera para que no tuvieran que...

—¿Transformarnos? —interrumpió Sirius— ¿Y perdernos toda la diversión? ¡Olvídalo Lupin! No tienes por qué sentirte culpable. Desde el día que nos enteramos que eras un hombre lobo, los tres hicimos un pacto de no dejarte nunca solo.

—Así es —añadió James—, y fue por eso también que tomamos la decisión de ser animagos para ayudarte, aún a riesgo de ser descubiertos, pero, ¡qué diantres!, es lo mejor que nos ha pasado, ¿o no?

Sirius y Peter asintieron enérgicamente.

—¡Gracias a los tres! En serio —sonrió Lupin.

—Bien, ahora cambia esa cara de muerto y ven con nosotros al castillo. Tenemos que dormir unas horas.

Los cuatro comenzaron a caminar rumbo al castillo; eran inseparables y como bien habían dicho Sirius y James, tenían un pacto. Ya no eran simples magos adolescentes, en ese momento de sus vidas, ocultaban el secreto más peligroso y especial de todos.

«Psyche»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora