Capítulo N°13: «Lluvia» - La sangre sucia -

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¡Lumos!

11:13 – 30 de Mayo.

El sol entraba a raudales en el gran salón. Las pequeñas mesas que hace apenas unos quince minutos atrás habían servido para separar a los alumnos de quinto mientras tomaban sus exámenes de las Matrículas de Honor en Brujería ya no estaban allí, en su lugar habían aparecido nuevamente las cuatro mesas de las cuatro casas.

Lilian Evans entró furiosa a éste que se hallaba vacío, puesto que la mayoría de los alumnos se encontraba disfrutando del sol. Apenas unos diez minutos después, apareció detrás de ella Severus con sus cabellos negros y lacios, que caían sobre su rostro ocultándolo y haciéndolo ver algo misterioso. Tenía el rostro pálido, pero en ese momento, unas leves manchas rosadas se habían adueñado de sus lánguidas mejillas.

Llevaba una mochila oscura, deshilachada y llena de libros; su túnica estaba sucia y salpicada con sangre de James Potter, era evidente que después de que ella se fue ofuscada por verlos pelear, ellos habían seguido discutiendo hasta terminar lastimándose más allá de los hechizos.

Lilian estaba harta de sus peleas, estaba cansada de ver como James y Sirius se jactaban de ser los mejores y humillaban a Severus, pero esa tarde no esperaba que por salir a defenderlo iba a recibir una ofensa de él a cambio.

No lo miró. Estaba claro que se sentía dolida por las palabras que él había dicho momentos atrás: «No necesito la ayuda de una sangre impura.» ¿Desde cuándo él la llamaba así?

Y, ahora, ¿qué hacía allí parado detrás de ella? ¿Pretendía disculparse?

«¡Estúpidos! ¡Todos los hombres son igual de estúpidos!» Murmuraba ella, dándole la espalda.

Él se acercó para tratar de hablarle con tranquilidad, sabía que había cometido el peor error imaginado, pero así como momentos atrás había tenido el valor de decirlas, ahora no encontraba la valentía necesaria para disculparse. Apenas abrió la boca para decir algo, Lilian imprevistamente se dio vuelta sin mirarlo y salió del gran salón rumbo a su sala común.

Severus apretó los dientes y sacudió la cabeza negativamente, tenía dieciséis años y no sabía cómo tratar a una mujer cuando se enojaba y mucho menos sabía cómo demonios se hacía para enfrentarlas y pedirles perdón. Salió detrás de ella casi corriendo y la alcanzó a mitad de camino cerca del retrato de una bruja de aspecto bobalicón que estaba retratada en un paisaje rústico. La tomó de un brazo y la apoyó contra una pared que había detrás, con una inesperada y excitante violencia.

—¡Espera! —le dijo. La miró con dificultad a los ojos, se ruborizó al notar que ella no apartó la mirada sino que la sostuvo con decisión. Estaba enojada, pero lo iba a escuchar—. ¡Soy un imbécil! ¡Ya lo sé! Pero yo... yo no soy yo cuando esos dos idiotas me atacan. No puedo contener mi rabia, mi ira... ellos son tan arrogantes, tan engreídos, se creen los mejores...Y ese Potter... Detesto a Potter, la forma en que te mira, la manera en la que se te insinúa juro que... que...

Severus bajó la mirada hasta sus pies, aún sostenía a Lilian contra la pared con una de sus manos sin darse cuenta. Su otra mano sostenía su mochila en su hombro izquierdo y sus pies parecían seguir siendo más interesantes que el rostro de Lilian.

No era así, pero, ¿cómo hacía para enfrentarla sabiendo lo enojada que estaba ella? Él no quería enojarla, mucho menos lastimarla. Él la amaba, ella era todos los motivos que él tenía para estar vivo, era su mejor secreto y, sin ella, ¿cuál era el sentido de existir?

Ella tomó su mentón con decisión, levantó su rostro hasta que volvió a mirarla a los ojos.

—Amo tus celos... —le susurró ella y sin agregar más palabras comenzó a besarlo, Snape dejó caer su mochila por la sorpresa, ésta hizo un ruido sordo al caer al suelo. Sus manos rodearon torpemente la cintura de la chica y trató de besarla lo mejor que pudo. Pero para cuando sus labios se empezaron a acostumbrar al sabor de los de Lilian, sintió un empujón hacia atrás—. Necesito que hablemos. Te veo a la tarde en la biblioteca —le dijo, marchándose y dejándolo tan perplejo que no consiguió reaccionar hasta que ella ya se había desaparecido.

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