Capitulo 2

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—Hola, ¿Bruno? —mierda, lo que menos quería, voltee para ver a una joven saludando a un señor, oh... era a ese Bruno...

—Uhj, que susto —resople.

—¿Con esa edad y te sigues asustando, tanga corta? —hablaron a mi lado, volteé y me encontré con uno de lo más mierda tipo que se creía brabucón en su época, y wow, no me equivoco, sigue siendo la misma mierda en otro inodoro.

—Qué bueno es verte —dije mirando ahora al frente. Este tipo era de los más grandes, ahora yo era de su tamaño y me atrevo a decir que un poco más alto. Pero no se crean que voy a cobrar venganza de lo que me hacía, todo me sale mal.

—¿Estudiaras aquí, cabeza de arbusto? —que cojones, éramos hombres y seguía cagándose sobre mí. Increíble.

—Y al parecer tengo la dicha de verte junto a mí —el rio estruendosamente.

—Nos vemos —dijo palmeando mi hombro y caminando al lado contrario.

Esto sería difícil, si este imbécil está aquí, no dudo que lo estén muchos del instituto. Por eso es que me cago en todo, en el idiota de Lake y en todo el puto instituto, hijos de perra todos.

—Joven —me llamo una señora —Hey, jovencito —revolee los ojos.

—Dígame —dije con una sonrisa tan fingida que parecía un psicópata.

—Es su turno —hablo levantando una ceja. Fruncí el ceño notoriamente.

Miré al frente y efectivamente era mi turno, estuve pensando tantas maneras de ahorcar a Lake que me había distraído, le agradecí asintiendo con la cabeza y dirigiéndome a la recepcionista.

—Buenos días, ¿cómo puedo ayudarle? —preguntó cordialmente la mujer de unos 50 años.

—Quiero inscribirme, en la carrera de ingeniería en sistemas —respondí.

—Bien —dijo y comenzó a pedirme datos y a teclear en la computadora. Así pase un largo rato hasta que me entrego una ficha. —estos son tus horarios y salones de clase, pase buen día —dijo.

—Gracias —y sin detenerme para no encontrarme a nadie más caminé hasta llegar a la salida.

Saque mi celular para llamar a mi padre y decirle que no iba a comer en casa, una vez que lo hice me acerqué a un café al que solía venir con 16 años. Tome un asiento.

No había cambiado mucho, casi nada, tenía el mismo toque hogareño y acogedor con colores ocres, además de que había una terraza en el segundo nivel, que era donde yo estaba.

Comencé a mirar mi celular, el sol estaba irradiando luz a plenitud, agradecía la cobertura que tenía cada mesa, algo parecido a un paraguas color marrón.

—Hola guapo, ¿en qué te ayudo? —cuestionó una mujer como de 30 años mirándome con lujuria. Qué raro.

—Quiero un Poutine con un jugo de piña —conteste mirándola algo extrañado. ¿Qué era feo? Pues no, pero las mujeres no solían mirarme de esa manera, o quizás nunca me di cuenta. Además, no es que fuera un gordo, pero si tengo algo de panza y no tengo músculos, algo casi difícil de notar cuando estoy de pie, pero bien, haré como si nada hubiera pasado.

Mi plato llego sacándome de mis pensamientos y sin más me dispuse a comer mientras veía escenas cotidianas, niños pidiéndole helado a sus padres, madres exhaustas y meseros. Algunas mujeres que pasaban acompañadas de sus parejas seguían mirándome, esto así varias veces hasta que me asusté y saque mi móvil del bolsillo para mirarme en la pantalla, a lo mejor tendría algún moco y yo haciéndome el sexy, pero no, no tenía ningún moco, gracias a dios, lo volví a guardar.

Brunolandia (Bruno Mars)Where stories live. Discover now