Don't be afraid

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Fuego

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Fuego.

El lugar estaba envuelto en llamas.
Llamas doradas, al rojo vivo, estás se volvían cada vez más oscuras al punto de tornarse en un rojo carmesí muy similar al color de la sangre.

Escuchaba gritos, personas tratando de huir del ardiente fuego, al final morirían sofocados en medio de las llamas.

Sentía que su piel ardía, le quemaba, ¡No quería morir de esa manera!

Trató de huir de la habitación brillante, pero por más que intentara, algo no le permitía alejarse, no podía alejarse del peligro, no podía acallar aquello gritos, no podía hacer nada.

Las paredes comenzaron a moverse, parecían querer aplastarlo, ¡Ni pensar en que era claustrofobico!

Temeroso cerró los ojos, esperando su fin, pero las paredes nunca lo tocaron, estaba encerrado, encadenado, aterrado.

Notó que llevaba unos grilletes dorados en ambas muñecas encadenándolo, en su cuello de igual manera, no podía respirar, lo estaba sofocando.

Cuando unas manos comenzaron a salir de las paredes, eran muchas manos, podía sentir esas manos sobre su cuerpo, además también podía sentir una mirada sobre él, tenía miedo, estaba aterrado.

Entonces lo vio, vio al muchacho rubio, a Jimin parado frente suyo, ¿Pero como era posible?, la habitación había vuelto a su tamaño normal.

Trato de pedirle ayuda, trato de extender su mano, pero se sentía incapaz, algo no se lo permitía, una extraña fuerza que lo mantenía inmóvil, la misma extraña fuerza que obligó a las paredes a volver a cerrase, pero esta vez solo al rededor del rubio quien pareció caer en cuenta de lo que sucedía, vio como este comenzó a gritar en busca de ayuda, la desesperación era notoria en su tono de voz, más no podía hacer nada.

Las paredes parecieron cerrarse más y más, Jungkook no quería ver, no deseaba ver lo que sucedería, las lágrimas comenzaron a caer, mojando sus mejillas, a medida que escuchaba los gritos desesperados del mayor siendo opacados por el crujir de sus huesos, podía escuchar como una a una se le iban dislocando las extremidades. Se negaba a abrir los ojos.

_ ¡No, por favor!, ¡Ya basta!

Sollozaba el menor, aterrado, con la cabeza gacha, las lágrimas solo caían y caían, cuando dejó de escuchar los gritos del mayor, dudó sobre abrir o no los ojos, al final haciéndolo lentamente.

Cuando su mirada se encontró con su reflejo, podía verse reflejado en un gran charco de sangre al rededor suyo, sangre oscura tiñendo de carmín sus manos y su ropa.

Trato de alejarse, pero el charco parecía hacerse cada vez más y más grande, como si de la marea se tratara.

Era un mar teñido de rojo, veía como su reflejo parecía ir distorsionándose, haciéndose cada vez más grande, cada vez más aterrador, cuando notó que a su reflejo le faltaban los ojos, pero eso no era lo peor, la peor parte era su sonrisa, esa sonrisa grande, burlona pero vacía, una sonrisa macabra que lo dejó paralizado, cuando la imagen creció y se deformó hasta casi desaparecer de su rango de visión.

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