Capítulo 13.

41 2 0
                                    

Canción: Waves - Dean Lewis

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Canción: Waves - Dean Lewis

—Los chicos no se llevan los peluches —suelto la primera cosa que se me viene a la mente, solo para terminar más colorada que antes.

—¿Y? Yo quiero el Stitch —me contesta e intenta hacerme soltar el peluche.

—¡Ay, por favor! ¿Y ponerlo junto a qué? ¿Tu copia de la constitución? —exclamo volviendo a jalar del peluche hacia mí.

—¿Y a ti que más te da? Yo quiero al Stitch. —Y vuelve a halar del muñeco hacia él.

—Pues... quédate con tu maldito Stitch.

Y entonces... ¡Plash!

Juro que no fue a propósito, creí que no estaba ejerciendo tanta fuerza. Mierda, mierda, mierda. No debí hacer eso.

Solté el peluche y la espalda de Sebas chocó contra el stand de muñecos, haciéndolo tambalear y de paso, también tumbar el refresco del chico amargado, que se regó por todo el mostrador y cayó sobre la parte trasera de sus pantalones.

—Ay, carajo.

—Con un... —El chico del stand resopla, claramente harto. Nos da tanto a Sebas como a mí una mirada mortal y luego, se saca su gorra amarilla de golpe y la lanza contra el piso—. A la mierda, renuncio.

El tipo se va echando humo por la boca y pisando tan fuerte que tal vez en su imaginación cree que le abre huecos al piso.

—Te dije que me dieras el Stitch —escucho contra mi oído y doy un brinco de la impresión.

—No empieces, mejor vete a lavar lo que sea que te cayó encima.

—Por tu culpa —añade burlón.

—No fue mi... Agh, vete ya.

Sebastian deja escapar risillas tontas, a las que pronto me uno porque, las cosas como son, han sido muy graciosas las expresiones del tipo. ¿Quién sabe? Tal vez le hemos hecho un favor.

—Bien, pero no te vayas lejos, eh. Tu tendencia a provocar accidentes hoy anda por las nubes.

Lo ignoro, cruzándome de brazos, y dejo que se vaya. Es un insufrible. Ojalá estuviera tan dispuesto a hablarme de lo que le pasa, así como siempre está dispuesto a vacilarme la existencia.

Estoy ochenta y cinco por ciento segura de que algo le ocurre. Hemos pasado más de un mes y medio siendo peor que uña y mugre, creo lo conozco bastante, ¿no? Quiero decir, tengo a un Sebastian frente a mí, pero es como que si no esta no fuera la versión completa. Como si fuese uno de los robots de Wall-E recargando sus energías, solo que las suyas han quedado a medias.

Y mientras trato de comprender su actitud, deambulando entre los demás stands de la feria, de repente me topo con un puesto de —Santo Dios— gomitas.

Amor a Mentiras (ATL #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora