Esta noche he salido de casa. Eran las doce y lo echaba de menos. Me he sentido bien por un momento y he dejado de pensar y de vivir en la realidad. Abrir aquella puerta, admirar los árboles moverse y ver a las polillas revolotear en la luz de las farolas, casi quedándose ciegas, buscando un destello ciego de color me ha colmado de parsimonía.
He oído los coches atravesar con rapidez la carretera que alberga este lugar y he decidido alejarme a un sitio más lóbrego.
Necesitaba silencio, admirar el cielo por unos instantes y verme reflejada en las estrellas, hacer sordos a mis oidos para solo escuchar los latidos en mi pecho y sentirme mía.He cerrado los ojos y mi mente ha viajado hasta tí, mostrándome contigo aunque solo estuviera conmigo.
Me has rozado la nuca con los labios y he percibido como me arrancaba las mariposas del estómago para no sentirte, pero tú has seguido mi camino aun sabiendo que acabarías herido. Has acariciado con tus dedos mis espinas y las has llenado de besos, susurrándome una vez tras otra que no te lastimaban, aunque reparaba en tus vagidos silenciosos.
Tu voz se ha cernido hasta mi alma y me ha resultado arduo deshacerme de ella.
Rogabas por sentirme y deplorarme al completo.
Yo te arañaba con fuerza y aferraba tú pelo cuando me colmabas de tí.Han pasado cincuenta y dos noches, tratando de delegarte y desvanecer tu ser de mí. He impretado a la Luna que me vuelva ciega de tí y que selle tu boca para que pueda dejar de escucharte.
Esta noche, ha sido la primera en que he logrado deshacerme de tu canción preferida.
Esta noche necesitaba ser yo, ser mía.
Prueba, gira tu ruleta un día más, quizá tengas de nuevo la oportunidad de llevarme contigo mañana.