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Marinette

La sensación que tenía en aquellos instantes era similar a la de estar inmersa en una pesadilla. Esas pesadillas que juegan con tu cuerpo y te lo arrebatan de tu propia conciencia haciendo imposible luchar contra un destino que quieres evitar.

Mis párpados amenazaban con caer cada vez más, ya ni siquiera sentía mi pierna derecha, sino que era un bulto de carne adherido a mi cuerpo, aunque mirando el lado positivo, era mejor no sentirla que sufrir un horrible dolor que te hace desear con todas tus fuerzas dejar de existir para ir a vivir a un mundo lleno de flores y animalitos pequeños que corretean a tu alrededor.

Puede parecer que estoy loca, de hecho hasta yo misma me lo preguntaba, y cualquiera diría que el veneno me había afectado a la cabeza, pero lo cierto era que prefería pensar en animalitos monos que en las tres brujas que me arrastraban por los terraplenes del bosque.

Me estaban poniendo verde, eso lo sabía. Debían estar hablando de lo despreciable que era por pertenecer a una clase social que ni yo misma elegí o simplemente riéndose sobre lo patética que soy. Sin embargo mi mente estaba en el quinto pino y agradecí estar sometida a ese veneno.

Desde que era pequeña, siempre me había afectado el "que dirán". Durante toda mi vida me he esforzado para quedar bien delante de la persona que tenía delante, en sonreír correctamente y sobre todo agradarle. Nunca me ha gustado no agradar, de hecho cada vez que en clases de hogar alguna de mis compañeras se reía, se burlaba o me criticaba, llegaba a mi casa llorando  y la ama de llaves de la casa me abrazaba fuerte para consolarme.

 Ahora, estaba sola y rodeada de gente que me detestaba, comenzando con el que me había traído allí: Chat Noir. 

Aún no me creía que ese tipo pudiese ser capaz de perder el tiempo buscando una cura para mi, "la noble que no se merece ni que la escupan". De hecho, no lo creía y estaba segura de que solo había sido una escusa que se había inventado Alya para hacerme sentir mejor y no preocuparme mientras muero entre terrible dolor y sufrimiento, con la esperanza de que un príncipe azul viniese a por mí.

 Pues mentira.

 Me encantaban los cuentos de hadas, sobre todos aquellos donde el príncipe azul rescata a la damisela capturada por un salvaje dragón o aquellas historias de princesas atacadas por bandidos y defendidas a punta de espada por un apuesto caballero, pero todas aquellas fantasías se borran cuando la realidad te salpica de la forma más cruel  mezquina de todas: Llevaba atrapada casi más de dos semanas, prisionera de un hombre de inquietante mirada esmeralda que no me dejaba ni respirar.

 ¿Dónde se suponía que estaba mi príncipe en aquellos momentos?

  Ni idea, al parecer su brújula se había estropeado o simplemente habría salido en busca de alguien más mujer que yo.

 Sentí como la mano de la mujer que me sujetaba, dejó de hacer presión sobre mi brazo y fue entonces cuando caí al suelo. Recorrí todo mi alrededor con la mirada y me percaté de que estaba justo pegada a la horilla del arrollo.

 Mis pupilas se hicieron pequeñas y mi cuerpo comenzó a temblar con fuerza.

 El agua me aterraba horriblemente, no tenía ni idea de como nadar, jamás se me había dado la oportunidad de aprender, aunque siempre había sido reacia a hacerlo.  Cuando tenía ocho años  tuve que presenciar como una de las niñas de la élite con las que solía jugar se ahogaba en el río  Sena,  su rostro de pánico al igual que los movimientos desesperados que ejercía con sus brazos para intentar no ahondarse, se quedaron grabados en mi cabeza y se me reproducen una  otra vez cada vez que veo una gran masa de agua.

©Ladrona de Corazones |SCR1| {Miraculous Ladybug}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora