Capítulo III

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Durante el viaje, comí pan dulce y chocolate caliente deslactosado que me ofrecieron los encargados del tren; desayuno ideal para una trágica mañana. Cuando terminé de dar el último sorbo a mi deliciosa bebida, decidí escuchar un poco de mis canciones y recostarme en el sillón, com mi cabeza a la ventana para poder dormir. Para mi sorpresa, mejor dicho para mi sentido auditivo, escuché "The Reason" de The Hoobastank, la canción favorita de mi mamá.

Pasaron casi dos horas y media de recorrido cuando desperté de mi negro sueño. Froté mis ojos y me reacomode

en mi asiento. Sentía como el clima empezaba a incrementar, de modo que me quité el saco y me lo amarré a la cintura. De tanta duda sobre los objetos que traje para el viaje, inspeccione sí no me faltaba algo, no como en la escuela, ya que siempre me quedaba sin lápices y gomas para borrar. Era realmente vergonzoso.

Mi amada mochila de mesclilla parchado con logos de las mejores agrupaciones rockeras, tales como Green Day, Paramore, Guns n' Roses, Red Hot Chilli Peppers, Nirvana, Pink Floyd, Blink-182, AC/DC, KISS y All Time Law, siempre iba conmigo a todas partes sin importar que tan tranquilo o salvaje fuese el lugar. Recuerdo que fue el día de mi cumpleaños número 15, cuando Grettel, mi mejor y única amiga que este mundo pudo haber tenido, me lo entrego envuelto en un paquete color azul marino con un moño plateado. Fue el mejor regalo de toda la vida. Abrí la parte superior, observé que tenía mi estuche de maquillaje, mi libreta azul marino forrada con una pequeña ebilla en forma de árbol, un mini estereo portatil color rojo para mi teléfono, una bolsa llena de dulces en caso de que me diera de baja el azúcar y mi libro de "The Blessed". De inmediato revisé los bolsillos inferiores. Una estaba vacía y en la otra estaba mi uña de guitarra. Me dijeron que ahí me iban a prestar una y probablemente un violín. Lo importante es que ya tenía todo. Las demás cosas estaban en mi maleta.

Después, miré por la ventana y observé a lo lejos la estación. Por fin había llegado a Guadalajara. Tome mi iPhone con audífonos y los guarde en la parte delantera de la mochila.

-Muy bien pasajeros con destino a la hermosa ciudad de Guadalajara, favor de permanecer sentados hasta que el tren se detenga por completo.- nos indicó la dependiente con una amplia sonrisa. -Gracias y espero que disfruten su estancia en esta bella mágica ciudad.

Sólo fueron dos minutos para que la máquina se detuviera. Rápidamente, tomé mi teléfono y audífonos y los guarde en el bolsillo vacío de mi mochila, poniendome esta en mis hombros. Con mucho cuidado, bajé la maleta del porta equipaje, subí la palanca y me la lleve arrastrando.

Ya estando dentro de la estación, me dediqué a buscar entre la muchedumbre a la agente Rosaura o a su chofer Sergio. Saqué la tarjeta donde venían los datos de la agente, el hotel en donde me iba a hospedar y los teléfonos en caso de emergencia; prácticamente todo lo necesario para saber que esa mujer se tomaba muy enserio su trabajo.

-¿Señorita Huerta?

Me estremecí enseguida cuando oí mi nombre justo detrás mío. Al dar la media vuelta, me encontré con una señora de treinta años aproximadamente, de cabello largo color marrón claro, tez morena y muy delgada para su edad. Vestía una camisa de botones blanca, pantalón y chaqueta negra poliéster y zapatos de tacón bajo también negros.

-¿Si diga?- contesté tímidamente.

-Es un placer conocerla personalmente. Soy la agente Rosaura.

Me quedé impactada cuando dijo su nombre. Pensé que sería un poco mayor y vestida de policía con sombrero y chaleco antibalas. Sí que las apariencias engañan.

-El placer es todo mío agente.- le dije extendiendo mi mano para saludarla.

-Por favor dígame Rosaura o Rose, como le venga mejor.- respondió a mi saludo con una amplia y blanca sonrisa.

-Y usted puede decirme Frida o Fri.

-Frida ¿eh? Es muy artístico y me agrada.

-Gracias.

-Bueno... Será mejor que nos apresuremos.- volteo a ver el reloj de pared que había cerca de las puertas de abordaje.-Tu nuevo hogar te espera.

Salimos al estacionamiento con equipaje en mano y caminamos hacia dónde estaba su auto. Era una camioneta Hummer roja, ideal para sobrevivir en la jungla o en la ciudad. Junto a esta, se encontraba un hombre alto, calvo, delgado, vestido de traje muy formal y con sombrero de policía. Me imaginaba que debería ser Sergio.

-Frida, te presentó al señor Sergio.- lo sabía.-Nuestro chofer.

-Es un placer conocerla señorita Huerta.- dijo él con una amplia sonrisa extendiendo su mano.

-Lo mismo digo.- dije contestando su saludo.

-Bien... Será mejor que nos vayamos.- agregó arregladose el traje y el sombrero.-Permítame su equipaje.

Le entregué mi maleta y Sergio, con todas sus fuerzas, lo puso en la cajuela ya abierta.

-Tienes, razon.- intervino Rosaura.-No queremos que los muchachos se desesperen otra vez.

¿"Muchachos"? ¿De quienes está hablando? Bueno eso no importa. Subí a la camioneta con todo y mochila, colocándola a un lado mío. Miré hacia la ventanilla y me dispuse a observar la hermosa ciudad de Guadalajara.

"Que Dios me ayude. He caído en manos de una protectora." Me dije a mi misma.

De tras de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora