Alba Brooke

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Tenía vergüenza, era obvio que nadie se esperaba que una mujer como yo hubiera pasado tanto tiempo con abstinencia sexual, pero era así, en los dos años que perdí la memoria el sexo era algo secundario y durante el año que padecí cuando recuperé la memoria, era obvio que no tenía ninguna gana de acostarme con otro hombre. Tenía reciente lo de Robert, era obvio. Amaba a ese hombre con todo mi corazón, para bien, todo sano. Y me sentía bastante mal si me acostaba con otro hombre por muy a mi pesar que Robert estuviera con otra chica. Aun así, pasó el tiempo y tuve tanto tiempo de entreno que el sexo fue algo totalmente secundario, terciario, estaba en lo último de mi lista. Desde ese momento, la pasión no llegó a mi cuerpo hasta que lo volví a ver en aquella fiesta y quedé nuevamente enganchada a su mirada. Sí, lo quería, era deseo, amor, pasión, era todo reunido en un frenesí de sentimientos que no podía evitar sentir.

Tras sus palabras, sus labios se pegan a los míos y sus palabras a mi oído me erizan, me encantan, me enloquecen. Él seguía siento tan mío como yo era suya, sabía que su corazón todavía latía porque yo era su motivo, y no sabía si eso me sentía bien o me sentía mal, por el simple hecho de que Megan estaba entre los dos y, ahora, seguramente, no se imaginaría que su novio estaría con su ex novia besándose en un cuarto de la limpieza. Aun así, me dejé llevar y lo rodeé con mis labios, soltando sonrisas entre los besos, sintiendo los sentimientos pasar por mi piel. Quería a Robert, lo amaba con todo mi corazón y no podía negar que no quería esto. Y sabía que, si no nos aguantábamos, estaba claro que podríamos llegar a hacerlo aquí, pero nuevamente, agradecí a Robert y su sensibilidad de poder esperar y tener algo más íntimo. Después de eso, salimos del cuarto de la limpieza para seguir cada uno su rumbo.

Cuando pasó la tarde, la llamada de Rob, tan seria y exigente me hizo fruncir mi ceño y no saber qué pasaba, pero cuando vi todo lo que me tenía preparado, mi corazón se estrujó y sentí que el antiguo Robert seguía ahí, era mi Robert quien hablaba por él y ahora no podía evitar soltar unas cuantas lágrimas. Sus palabras, las velas, los pétalos, sus caricias, sus besos. Todo era perfecto, perfecto para él y para mí, perfecto porque estábamos ambos y ya está. Y fue tan delicado conmigo, me hizo temblar de todas maneras posibles mientras recorría todo mi cuerpo con sus besos, me hizo gemir, jadear, suspirar, sentir, desear más. Necesitaba que él me demostrara todo el amor que me sentía, necesitaba de él como si fuese una droga y yo me considerara una adicta a sus besos. Tenía que verlo, tenía que sentirlo. Y cuando llegó el momento, cuando él y yo estuvimos desnudos, piel con piel, y volví a ver su erección, no pude evitar acordarme de todos los encuentros sexuales que tuvimos cuando éramos pareja. Perfectos.

Besé sus labios, y supe que, con él, todo sería perfecto, y así fue. Al principio me dolió una inmensidad, Robert era tan grueso como largo, tenía un miembro totalmente considerable para juguetear y me volvía loca. Se movió poco a poco, cediéndome sus manos y apretándolas para que yo no soportara tanto el placer, y cuando el dolor se marchó y mi cuerpo pasó del momento de tensión a relajarse, le pedí más. Él comenzó a mover sus caderas, mientras que yo elevaba las mías y le facilitaba el hecho de que la penetración fuera más profunda y gustosa. Gemía su nombre, y sus gemidos me volvían jodidamente loca. Me daba igual que me dejara alguna marca, me daba igual que cuando el jeque me tocara, me doliera todo por culpa de Robert. Lo único que me importaba era que cuando el jeque me tocara, tenía total protección, porque Robert me había vuelto a hacer el amor después de tantos años y me volvía completamente loca. Gemí su nombre en un grito cuando mi interior se estrechó y cuando él se dejó ir dentro de mí, no se dejó tumbar encima de mí, sino que se fue a un lado y nos abrazamos, muertos de calor y con una fatiga inmensa. Había sido lo mejor que había tenido en años, y nunca mejor dicho.

— Es increíble lo que me puedes hacer sentir, Robert —Le susurro a ras de labios, besándolos como si fuera la primera vez.

Lo miro confusa cuando me dirige hacia una bañera, completa de velas y pétalos y me acuerdo de todas aquellas veces que nos tirábamos una hora en la bañera, los dos, frente a frente, mientras él masajeaba mis pies y solo para hacerme sentir bien. Esta vez apoyé mi espalda en su pecho, recostándome en él y sintiendo como el agua tibia pasaba por todas las partes de mi cuerpo.

Back to you - Robert Downey JrWhere stories live. Discover now