«Me gusta porque no se le nota que no está rota. Me contagia esa idea de que se puede seguir a pesar de tener un corazón despedazado. Yo sé que así lo tiene. Le falta una pieza de esas que nunca más va a encontrar. Ella va a vivir sin una parte para siempre. Con un corazón desarmado que nunca va a armarse de nuevo. Pero ella se para igual. Se para y no se le nota que renguea. Sigue. Sigue jugando con esas piezas que le quedan, sabiendo que nunca más va a volver a tener el rompecabezas armado arriba de la mesa. Ella sigue caminando con aquel vacío incrustado en el pecho. Sigue jugando con lo que le queda. Guarda el dolor de la pieza que le falta para otro momento. Ella se sigue parando. No está sanando. NO VA A SANAR. Lo sabe. Pero se para con esa fortaleza del que sabe que así será la vida. Ella ya entendió todo. Sabe que perdió la batalla. Lo sabes. Pero se ríe. Y a veces disfruta. Contagia la idea de que se puede aún roto. Ella perdió justo lo que no tenía que perder. Y la perdió. Y le duele en el pecho y en la garganta. Extraña. No se agarra de nada que la distraiga de la verdad de saber que no está y que no va a volver. Pero ella sigue. A veces tropieza, pero tropezar mirando el cielo siempre compensa. Y entonces a mi, me gusta esa sonrisa en su cara. Me gusta ver que sigue por lo que tiene. Que no busca reemplazos. Me gusta verla porque me planta una evidencia que me cuesta asumir. Si, la gente rota puede seguir su curso. Y está hecha pelota. No es careta. No es valiente. Es simplemente una mujer que, rota, camina igual.
Lorena Pronsky»
Mi mejor amiga me envió este texto hace unos días, cuando le conté algunas cosas que me estaban pasando. Graciosamente, esto llegó en el momento preciso y quería compartirlo con más gente.
Todos estamos rotos de diferentes formas, sin embargo eso no tiene porque impedirnos continuar.
MXN