Cita En El Café.

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Estaba sentada en la mesa de siempre con el batido de siempre leyendo el mismo libro de siempre, ese libro en el que esta mañana no fui capaz de avanzar ni dos renglones. La espera se estaba haciendo muy larga, no veía la hora de que Jennie Kim apareciese por esa puerta. Mientras esperaba, me metí de lleno en aquel libro, tanto que ni si quiera era consciente de mi alrededor.
-¿Lisa?
-¿Eh? - Levanté la cara del libro un poco desconcertada- Ho hola Jennie. - Besé su mejilla y sonrió un poco tímida.
-Disculpa la espera, mi amiga estaba preocupada porque anoche durmió en su casa una chica y esta mañana no estaba y...
-No tienes que darme explicaciones -sonreí para agradarla- ¿qué te pido?
-Sorpréndeme. -Agarró mi mano por un segundo y su mirada se cruzó con la mía haciendo que el corazón me diera un vuelco.
-Claro, sí...
Me levanté sonrojada y me acerqué a la barra a pedirle un batido, el más bueno que había probado allí. Mientras lo preparaban, me quedé embobada mirándola, como si nada más en el mundo importase, como si nada más existiese, tan solo ella y yo.
-Señorita -el camarero me tocó ligeramente el hombro- señorita, su batido.
-Sí, disculpe.
El camarero soltó una risa un tanto descarada. Agarré el batido y lo dejé en la mesa sentándome delante de ella apoyando mi barbilla sobre mis manos mirándola fijamente esperando.
-¿Qué?
-Vamos, prueba.
Acercó su pajita a la boca delicadamente y bebió un poco mientras me miraba intentando evitar reírse. Yo, sin embargo, la miraba impaciente, en silencio.
-Bueno... No está mal...
-¿En serio? ¿No está mal? -me mostré un poco frustrada echándome sobre el respaldo con los brazos cruzados.
-¡Es broma! Está genial idiota. ¿De qué es?
-No puedes saberlo.
Me reí. Al ver que me devolvió la risa me di cuenta de que necesitaba tenerla en mi vida.
Después de una larga tarde charlando y con el tonteo, llegó la hora de cerrar.
-Yo vivo ahí enfrente.
-Yo unas calles más allí.
Ella estaba apoyada sobre el cristal de la cafetería mirando al suelo un poco nerviosa. Yo estaba delante de ella un poco pegada, viéndola como tiritaba.
-Toma -le ofrecí mi bufanda liándosela en el cuello. No veía el momento de irme, quería quedarme allí, con ella, toda la noche.
-Gracias. Se me ha hecho tarde y perderé el bus... ¿Te llamo mañana?
-Está bien... -ambas miramos al suelo un poco tristes.
Me miró y nos despedimos. Cuando iba a cruzar la esquina, eché a correr tras ella.
-¡Espera! ¡Jennie Kim!
-Eh... -se giró parando en seco.
La alcancé. Reposó su espalda contra la pared mirándome los labios. Miré sus ojos cerrando los míos despacio y acercándome a su boca agarrando sus mejillas. Nuestros labios se fundieron en un beso largo y delicado.
-Quédate... -le susurré al oído.

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