Me quedé en casa toda la tarde, estaba aburrido, no había nada que hacer y aún me sigo preguntando cómo Danny sabía que estaba aquí, quizás sea por las tantas veces que me he estado escapando, cualquiera supondría que no tengo lugar a donde ir y es verdad.
El reloj había marcado las 4:00 pm, el silencio era inminente, necesitaba pensar en la cena así que simplemente me levanté para ir a la cocina. Abrí las puertas del enorme mueble café donde guardábamos casi todo, lo más que sé hacer son espaguetis así que no tuve opción.
Tomé una pequeña olla y la puse sobre el platillo de la cocina eléctrica, dentro comencé a echar el agua, los fideos y algunas especies para el sabor, soy consciente de la hora, pero yo no pretendo quedarme despierto hasta que a ella se le ocurra venir. En unos 40 minutos o menos estaba listo, olía de maravilla, es como la quinta vez que lo hago y sigue siendo magnífico solo que ella jamás lo ha probado, prefiere cosas que conserven su figura perfecta, algunas veces va al gimnasio, pero salir a caminar con sus amigas para chismorrear le suena mejor.
Quería tomar aire así que solo dejé todo en el microondas, tomé las llaves de la casa y algo de dinero, me fui un poco animado a varias librerías, amaba leer y de vez en cuando escribir, a veces pensaba en hacer una novela de superación, algo que impulsara a otros jóvenes a salir adelante sin importar que tan solos se sientan, justo como yo.
Me perdí en la gran cantidad de estantes enormes llenos de libros de todos los géneros, había estado husmeando en la sección de terror, choqué con alguien de manera accidental, volteé mi cabeza observando a una chica pelirroja con ojos completamente azules, me sonrió apenada y pidió disculpas por su torpeza.
No pude decir nada, estaba ocupado admirando su belleza natural y aquel encanto que desprendía con su suave voz, en segundos entré a la realidad y bajé la cabeza asintiendo, me di la vuelta para irme de una buena vez antes de que mi corazón estallara, ¿Acaso los ángeles existen? Porque acabo de ver uno, fui a paso rápido por las pobladas calles, ahora mismo las personas estaban dirigiéndose a casa para encontrarse con sus familias, amigos o hasta pareja, al menos son recibidos con mucho amor mientras que yo solo presencio el silencio, se ha vuelto mi amiga después de tantos años.
Había llegado a un punto muerto, ahora no sabía a donde ir, sin embargo, estaba observando algo que verdaderamente no me gustaba, a unos pocos metros estaba Frank con la mayoría de sus amigos, mi corazón dio un gran vuelco y miré hacia otro lado, no quería ser visto, pero era imposible, ellos ya venían hacia mí, no debí haber salido de casa, soy un completo idiota. Intenté correr, pero una mano tomó con suma firmeza mi brazo haciéndome daño.
Quería gritar por ayuda, pero aún un no tenía un motivo aparente para hacer tal acto, es solo que la desesperación que invadía todo mi cuerpo era exagerada, mis manos sudaban y mi cuerpo temblaba, tomé valor para mirarlo a la cara sin quitar aquella expresión de horror que se dibujó desde el principio. Sabía que lo estaba disfrutando y sin piedad me pegó contra la pared de un edificio.
–Mmm... ¿Qué te pasa? Estás empezando a ensuciar mis manos con tu asqueroso sudor –me soltó y se limpió con mi camisa–. No hay necesidad de correr como una nena en peligro, durante la escuela te estuve buscando, pero supe que tuviste un accidente –levantó mi barbilla observando mi nariz–. Rota eh, le diré a los demás que tengan más cuidado, se supone que solo yo puedo hacer estas cosas.
–Aah... yo –puso su dedo índice en mis labios haciéndome callar.
–No digas nada a menos que te lo pida, quería hacerte una pregunta –se acercó más rompiendo todo mi espacio personal–. ¿Irás a la fiesta de Danny?
–Y-yo, ah, él dijo que debería ir –le contesté firme, sabía que odiaba cuando no hablaba como una persona normal, le resulta desesperante.
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Prometo ser feliz.
Teen FictionAbsolutamente todas mis mañanas son iguales, es una rutina tóxica, y es que no me preocupa caminar alrededor de casa incluso con la cercanía de mi madre, sino de las atrocidades que siempre me esperan allí, en ese mundo tan apagado. A veces la pregu...