Puedo empezar comentando algo de lo que es mi existencia, es simple, solo soy un chico de 16 años que vive con su madre divorciada, olvidado por su padre desde el primer segundo que puso un pie fuera, recibiendo una miserable mesada cada mes que apenas me alcanza para subsistir con mis cosas escolares. Sé que dije que vivo con mi madre, pero ella solo se preocupa por sí misma, mimándose cada que puede.
Existo por costumbre, no porque realmente sea mi deseo, mis mañanas son horrorosas, nunca tengo energías para poner un pie fuera de la cama, no es como todos suelen decir "Es porque eres un flojo", claro que es fácil hablar, después de todo no son ellos quienes deben soportar grandes cantidades de burlas por día, tener un nuevo moretón en algún sitio y estar casi acostumbrados a caerse cada que pasan delante de cualquier persona. Sí, mi vida es perfecta, tanto, que deseo poder ver esas caras sínicas por el resto de mis días.
A veces todo parece tan lento incluso cuando respiro o camino, pero vuelvo a la realidad despejando mi mente de todo lo que podría estar haciendo si me decidiera a no volver más a es estúpido instituto lleno de idiotas y es lo mismo si me quedo con mi madre, tampoco tengo a donde ir y no me apetece estar durmiendo en las calles cubriéndome con algún periódico para luego despertar en busca de comida.
Hoy, es un día como todos, estaba preparado para seguir con lo normal, hasta que topé con una ráfaga de suerte, mi despertador no se activó a la hora indicada, estaba tan tranquilo sobre mi mesa de noche sin hacer ni un solo ruido, solo podía apreciar las manecillas moverse y oír su ligero tic. Me atreví a sonreír con satisfacción, pero sabía que no iba a durar mucho, no puedo permitirme perder clases, si de todos modos ya falto con tanta frecuencia. Mis profesores piensan que soy una clase de drogadicto o algo similar, quisiera decir que tienen idea de mi situación, muchos me han visto siendo humillado de maneras que no quiero mencionar y solo se giran sobre sus talones tranquilamente hasta desaparecer de mi vista.
Di un último suspiro antes de levantarme y tomar mis cosas para entrar al baño y darme una buena ducha caliente que duró menos de 5 minutos, me vestí lo más rápido que mis manos y piernas me permitieron hasta acabar en el suelo. Me incorporé más tranquilo dándole los últimos detalles a mi cabello ahora despeinado, tomé mi mochila sin emoción hasta que al fin salí de casa. Caminé por las calles vacías dando enormes zancadas y soltando leves jadeos por el cansancio que ahora me invadía, mi condición no es la mejor sin duda.
Llegué a la entrada con rejas donde me estaba observando el guarda de seguridad, intenté sonreír con culpabilidad, pero solo logré hacer una horrible mueca de desesperación, me dejó pasar sin decir nada, estaba seguro de que por dentro se moría de la rabia, odia cuando las personas llegan tarde y es extraño porque no es de su asunto. Seguí a paso rápido parándome en seco frente al salón de ciencias donde el señor Davis me miraba desde su asiento con severidad. Entré avergonzado pidiendo una disculpa sin muchas ganas, me senté al final de la clase alejado de todos y no tardaron en murmurar tonterías sobre mí, me miraban con rapidez soltando risitas burlonas y cuando les apetecía se atrevían a tirarme bolas de papel.
Nunca me he preguntado si se ríen de lo patético que soy o sobre mi aspecto poco decente según lo que me gritan a veces varios estudiantes, traté con gran esfuerzo de no tomarle importancia a sus comentarios poco agradables durante la clase. El profesor Davis se la pasó hablando de la anatomía humana y es que me tiene sin cuidado, estaba empezando a sentir nervios y un repentino dolor de cabeza comenzó a hacer aparición, ni siquiera es un buen momento para estas cosas.
Ignoré todo a mi alrededor esperando a que ese dolor se esfumara, el tiempo pasaba muy lento, pero en realidad mis ojos estaban apreciando como las manecillas de un reloj se movían tan rápido como la luz, es mi imaginación, eso lo sé, pero mi mente es demasiado poderosa y siempre está en mi contra. La campana sonó y un suspiro de alivio se escapó de mis labios inconscientemente, me levanté con rapidez siendo el primero en salir del salón con tanta prisa que no tuve cuidado de chocar con varios chicos que luego me dirigían miradas de indignación y furia, me escapé de algunas posibles golpizas haciéndome el confundido.
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Prometo ser feliz.
Ficção AdolescenteAbsolutamente todas mis mañanas son iguales, es una rutina tóxica, y es que no me preocupa caminar alrededor de casa incluso con la cercanía de mi madre, sino de las atrocidades que siempre me esperan allí, en ese mundo tan apagado. A veces la pregu...