A sus dieciocho años ya había avanzado en su vida. Había logrado cosas que no cualquier mujer aguantaría.
Logró escapar de su familia. Escaparse de su agresor. Spencer logró muchas cosas. Superó muchas cosas y en su primer año de universidad pudo dejar la mayoría de sus problemas en Rosewood.
Ella no estaba sola. Sus amigas habían entrado a la misma universidad y consiguieron que sus habitaciones sean cercanas gracias a un contacto de Hanna.
Entre ellas la Hastings había pasado por más situaciones. Hanna lidiaba la ausencia de su padre. Aria con las indecisiones entre sus padres, un día estaban separados y al otro los podía ver felices retomando nuevamente su matrimonio. Emily tenía una familia algo estricta, por lo tanto no supieron aceptar su homosexualidad, además de sufrir la muerte de su novia.
Todas perdieron a una integrante del grupo a la edad de quince años, pero juntas superaron la perdida y siguieron adelante. El asesino de Alison jamás se encontró, pero una de ellas sabía con exactitud quien era el culpable. Un secreto que por miedo no diría.
En la mesa del salón cada uno de los estudiantes recibían sus calificaciones luego de una semana de realizar dicho examen.
Respiraba profundo rascándose el brazo, la abstinencia a veces la afectaba.
La mirada de Aria a un banco de distancia mostraba toda la preocupación que tenía en su amiga. Siendo su compañera de habitación guardaba sus secretos bajo llave.
Spencer cerro los ojos y respiró profundo. Al dar vuelta la hoja sonrió.
-Spence, ¿100% otra vez?- habló Aria.
-Así es.
Sonaba feliz. Pero por dentro su culpa era muy pesada.
Mientras guardaba el examen en el bolso y se retiraba evadiendo a Aria pensaba en esos momentos donde ella tenía tan solo catorce años, donde todo comenzó.
Nueve. Un maldito nueve en Literatura. Su racha de diez se había perdido por primera vez en su segundo año. Sentía que golpearía a la persona que presumiera su diez.
Andrew, su compañero de clase sumamente feliz guardó su examen para irse.
-Wow, Andrew espera- la niña de catorce años tomó del brazo de su compañero en un acto de desesperación. -¿Me prestas tu examen? Necesito ver en que me fue mal.
-Wow, descuida Spencer.
Con amabilidad le entrego la prueba. Spencer con mucha frustración miraba el examen.
-No puede ser.
-Oye. Si necesitas ayuda puedo...
-No- lo cortó algo mas enojada de lo que quisiera -No estudie las horas suficientes. La próxima no dormiré.
-Oye, tranquila. El café me sirve.
-Mamá no me deja tomar mas de cinco tazas por día.
-No es necesario que sepa cuantas tomas.
-¿Como estudiaste esto?
-Con estas pruebas no duermo nada. Siempre me sirve una ayudita.
Luego de guiñarle el ojo se dió vuelta para desaparecer.
¿Ayudita? ¿A que se refería con eso? Mas adelante lo sabría y se arrepentiría de por vida. Esa fue la puerta a su adicción. Su perfeccionismo la llevo a ser la persona que jamás hubiera deseado ser.
Ella siempre era la primera en llegar. No tenía novio, por lo tanto estaba menos ocupada que sus amigas.
Fuera del campus en la ciudad la universidad rentaba departamentos para que sus estudiantes puedan tener sus hogares lo más cerca posible.
Era algo difícil encontrar una buena fraternidad. Pero el grupo de amigas contaba con Hanna, la popular. La rubia logró conseguir dos habitaciones para dos personas cada una.
La casa era su hogar. Lo compartían con más mujeres. El lugar era grande y estaba prohibido chicos en las fraternidades femeninas. Lo mismo para las casas masculinas ubicadas a unas cuadras después de la universidad.
Andrew en su fraternidad seguía con la misma "ayudita" luego de años. La ayudita se la había pasado a Spencer unos días después de que se dio cuenta de que le gustaba.
Al principio era una simple excusa para hablarle y pasar tiempo con ella. Spencer era popular, lo que no lo ayudaba mucho. Ella tenía un grupo de amigas incompatible con el, en especial Alison.
-¿Sabes? La verdad es que creo que ya llegamos al punto donde puedo darte algo de mi ayuda.
En su casa Spencer temía que su primer beso sea con su compañero de clase.
-¿Que tipo de café usas para quedarte toda la noche despierto?- preguntó acomodando su libro en la mesa.
-No es café lo que uso.
-Vamos Andrew. ¿Que usas?
-¿Estamos solos?
La niña dudó antes de responder. Melissa estaba en su habitación, luego de eso, no había mayores en la casa.
-Si.
El rubio tomó una pastilla de su bolso. Se levantó del sofá para ir a la cocina por un vaso de agua.
Al volver al sofá le dio ambas cosas a Spencer.
-¿Que es esto?
-Tiene un nombre raro. Contiene componentes energéticos inofensivos. Te mantendrá despierta toda la noche.
-Wow.
Se fijó la hora.
-¿Cuantas horas dura?
-A mi seis. Supongo que a ti más por tu peso.
-¿Debo tomarla ahora?
-Solo prueba y averigua cuantas horas te mantiene activa.
Lo dudó mucho. Pero no podía echarse atrás ahora. Siempre le había insistido para saber su secreto. Y ahora lo sabía y no sabía que hacer con eso.
Luego de años Andrew era más maduro que de adolescente. Ya hace tiempo que había asumido que Spencer jamás lo vería como algo más que su proveedor.
Se veían una vez por semana para buscar recargas. El guardaba a una caja entera para su cliente favorito. Otra para los demás.
Andrew corría un gran peligro al esconder las drogas en la habitación de la fraternidad. Si lo descubrían podía ser expulsado de la casa y hasta de la universidad arruinando su status social.
Ya había aprendido a lidiar con todo tipo de clientes. Ganaba mucho dinero gracias al mercado. Pero una cierta culpa lo consumía siempre.
Sabía perfectamente que Spencer Hastings había sido internada tres veces gracias a sus drogas. Se sentía egoísta al darle tal cosa sabiendo su situación. Pero ella lograba convencerlo siempre. Se le complicaba decirle "no". Después de todo era Spencer Hastings.
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Adicción
FanfictionLo que tienes es adictivo, por eso te veo casi todos los días hasta quedarme sin dinero, y cuando me quedo sin dinero...bueno, esa es la mejor parte. Pero se terminó, pude recuperarme de mi adicción. Pero al volver el desafío será no ser adicta a ti.