Cuando quieres tirarte a un muerto

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Trafalgar Law siempre respetó a su pareja Eustass Kid.

Siempre.

Bueno, casi siempre.

Justo en ese momento estaba teniendo un serio problema de ética y moral con respecto a abrir o no abrir el «menos sospechoso» archivo en la computadora personal del pelirrojo. No era culpa de Trafalgar el que Kid hubiera dejado prendido dicho aparato, sin contraseña y a la vista de todos (poniendo en claro que todos significaba Law, ya que el ordenador se encontraba en la habitación principal de la casa donde vivían juntos); Law no se metía en asuntos ajenos y no hubiera pasado a mayores de no ser porque uno de los archivos que saltaba a la vista tenía el nombre de: «Bases de la aerodinámica», algo obvio teniendo en cuenta el trabajo de ingeniero mecánico de Kid; sin embargo teniendo precisamente en cuenta a Kid y sus múltiples carpetas que iban con nombres tipo: «porno hard», «conejitas calientes xxx», «duelo de pollas» y los siempre socorridos «videos caseros KidLaw», era de suponer que el archivo con nombre tan rimbombante y aburrido escondiera algo.

Law salió de la habitación sin tocar la computadora, en la cocina se preparó un café bien cargado y se fijó en la hora: en ese momento su pareja debía de estar en el vuelo, por cuestiones de trabajo, hacia Dresrossa, y si por obra del destino lo hubiera perdido ya era hora de haber regresado a casa. Law espero otros treinta minutos como un margen para los improvistos que nunca faltan o él tráfico que pudiera hacerse en la autopista; se preparó otro café más cargado y regresó a la habitación. Ahí seguía la computadora, mostrando una pantalla oscura, inmutable y sumamente atrayente. Se acercó, dejó la taza a un lado y movió el ratón; el monitor se iluminó mostrando los pequeños íconos de las carpetas. Law se recargó en la silla, no estaba violando el espacio personal de Kid, solo tuvo una inminente curiosidad por saber sobre de las bases aerodinámicas. Nada más.

Le dio click.

La carpeta se abrió. Contenía imágenes, videos y links guardados, nada fuera de lo normal. A excepción, claro, de las múltiples decapitaciones, accidentes mortales, autopsias, cadáveres y videos snuff (algunos más falsos que otros).

Material dedicado a la muerte en todos los sentidos; desde simples «muertes naturales» en funerales y entierros, hasta videos donde Law no supo distinguir si era teatro la chica a la que ahorcaban hasta que dejaba de moverse para ser penetrada una y otra vez, o las fotografías de cuerpos putrefactos, llenos de lodo y amoratados siendo violados (e igual no estaba seguro si eran reales), ni qué decir del video dónde se regocijaban entre la podrida carne de un animal muerto.

Law era cirujano, veía sangre y cuerpos abiertos todos los días, eso sin contar que de vez en cuando, en cualquier tarde aburrida y perezosa también entraba a esas páginas amarillistas donde el morbo era el principal consumidor y se encontraban fetiches y filias bastante extremas. Muchas de esas cuestiones no le interesaban, las veía una vez y no volvía a repetir la experiencia; otras, admitía, ser de su agrado, e incluso llegó a platicar de ello con Kid, y encantado el pelirrojo le ayudó a cumplir una de sus fantasías la vez que lo «secuestró» una noche saliendo del hospital y lo «violó» en un callejón oscuro y maloliente.

Law le dio un sorbo a su café, miraba a la pantalla mientras que en su mente desfilaban los recuerdos de aquella noche: los golpes le habían dolido de verdad, las mordidas le hicieron sangrar y al momento de perder el control de la situación ante el lacerante dolor de la penetración le hizo correrse copiosamente. Mientras Law seguía pasando las fotografías de cuerpos inertes y tiesos, se llevó una mano bajo el pantalón para masajearse la creciente erección que tuvo al recordar con claridad la sonrisa desquiciada de Kid mientras lo insultaba y embestía; Law no supo cuantas veces se corrió esa noche, solo que, literalmente, le costó trabajo sentarse una semana completa, algo que había valido la pena con creces. Trafalgar ahogó un gemido al llegar al orgasmo de sólo imaginarse nuevamente en esos momentos tan violentos y apasionados entre ellos.

Sacó su mano del pantalón, se dirigió al baño a limpiarse y regresó sopesando la idea de preguntarle directamente a Kid cuál era la fantasía que se ocultaba detrás de esas fotografías y videos. Era claro el morbo a la muerte, pero ¿y si era a la sangre? Tal vez a matar a alguien o prefería sólo el cuerpo inerte. Trafalgar siguió con su café mientras pensaba en ello: no le daba miedo ese tipo de fetiches, conocía a Kid y estaba seguro que jamás lo lastimaría sin su permiso; lo que veía era un gusto o curiosidad un tanto extrema por un tema tabú. Él no se espantaba por ese tipo de cosas, ambos tenían en claro la diferencia entre la realidad y la ficción.

Entre una rápida búsqueda Law encontró un video de nombre: TDWL, lo abrió sospechando lo peor (sospecha porque casualmente su nombre contenía esas letras). Era un video casero tomado con un celular grabado en esa misma habitación donde noche tras noche compartían la cama. Law retuvo la respiración; era de noche, se vio a sí mismo en la cama dormido, escuchó la respiración pesada de Kid quien era el que estaba grabando. En el video sólo se apreciaba a Law durmiendo, inmóvil, incluso era difícil notar el sube y baja de su pecho al respirar, como si estuviera muerto; la respiración de Kid se hizo más acelerada, incluso el teléfono comenzó a moverse sutilmente, Law supo que se estaba masturbando. Después de un sonoro gruñido la grabación terminó.

Al menos ahora Law ya sabía cuál era la fantasía de su pareja: quería cogérselo muerto.

Qué romántico.

Mátame de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora