Cuando el amor sobrepasa hasta la muerte

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Cerró la puerta del frigorífico después de guardar las sobras de comida, fue a la cafetera para servirse un café. Sus planes para esa noche eran pasar unas cuantas horas de agradable tranquilidad; Kid estaba en otro viaje de trabajo así que aprovecharía el hecho de estar solo en casa para hacer lo que quisiera; eso incluía desde leer un libro escuchando música relajante, hasta bailar desnudo sobre la mesa si le apetecía, pasando por secuestrar algún ser viviente y practicar una autopsia en vida en aras de la ciencia.

Con la taza de café en la mano, Trafalgar Law, se desplomó en el sillón principal y subió los pies en la mesita de centro (algo que le fastidiaba a Kid porque él construyó esa mesita). En el equipo de música se escuchaba una suave melodía de Pachelbel, Law sonrió lánguidamente; era un cirujano reconocido, tenía amigos incondicionales, una excelente salud, un hogar y problemas económicos mínimos, y sobre todo una pareja a la cual amaba con toda la extensión de la palabra siendo correspondido de igual forma, ambos capaces de cumplir desviación sexual disfrazada de fantasía por más bizarra o grotesca que fuera. Sí, Trafalgar Law era alguien muy afortunado.

Canon en Re mayor terminó, y dando un giro drástico a la música siguió In the house, in a heartbeat. Law se acomodó aun más en el sillón al escuchar como los acordes iban en aumento. Después de todo el numerito de su supuesta muerte, Law tuvo que admitir haber visto los videos de Kid. El pelirrojo controló su enojo, no tanto por el hecho que revisaron su computadora personal, sino por sentirse expuesto ante el ojigris; pero lo hecho, hecho estaba y Law lo había tomado con singular aprobación, de nada servía enfadarse.

Uno ansiando ser golpeado, violado y humillado para sentir un placer indescriptible. El otro deseando cogerse a un cadáver para llegar al límite de la morbosidad. Ninguno de los dos podían negar que eran tal para cual.

La música siguió sonando mientras Law hojeaba un libro; trago a trago el café se terminó. Lo usual era que el ojigris se sirviera otra taza, o tres más, pero esa noche, en varias semanas, se acostaría temprano a descansar, a veces necesitaba desvanecer un poco las ojeras.

Al finalizar la última pista se levantó para enjuagar la taza e ir a la cama. Al girarse mientras se secaba las manos, con la cabeza abajo, no alcanzó a observar cuando una mano lo tomó del cuello y lo estrelló contra la puerta del refrigerador. Law gimió al quedarse sin aire, su cuerpo reaccionó y lanzó una patada a su agresor quien llevaba una capucha en al cabeza. Al recibir el golpe en el costado derecho, su atacante se dobló del dolor, situación que el ojigris iba a aprovechar para darle un codazo en el rostro y noquearlo, sin embargo dudó un segundo cuando su mente imaginó quién lo estaba atacando. Esa duda le dio a su atacante el tiempo suficiente para girar su tronco, tomar impulso y lanzar un gancho al hígado del ojigris. Un golpe que al parecer había sido más fuerte de lo que Law esperaba, escupió saliva y bilis, se arrodilló presa del dolor llevándose las manos a la parte afectada, sólo alcanzó a levantar levemente la cabeza cuando su agresor se irguió, un potente puñetazo en la quijada lo noqueó.

Cuando la consciencia de Law regresó a su cabeza, el dolor en el hígado y la mandíbula eran mínimos ante el escozor en el trasero; su cuerpo era obligado a moverse al compás de las brutales embestidas mientras escuchaba los obscenos jadeos de su agresor, reconociéndolo.

Su siempre romántica y tierna pareja.

Eustass Kid lo sorprendió, golpeó casi rompiéndole una costilla y ahora lo violaba.

¡Cuánto amor!

Trafalgar abrió los ojos. Sólo necesitó un segundo viendo la maniática expresión de Kid para ponerse duro y trasformar todo dolor en placer. Eustass se dio cuenta del cambio y cogió a Law del cuello.

—Te voy a matar y volveré a follarme tu culito muerto —dijo con tremenda expresión de grotesco éxtasis en el rostro. Comenzó a apretar cortando el paso del oxígeno a los pulmones de ojigris.

Law arañó, intentó golpear, picar los ojos, hacer cualquier cosa para detener al pelirrojo; su garganta hacía extraños ruidos en un intento por conseguir aire. Las estocadas se volvieron más rápidas llegando a tocar su próstata; el placer, el dolor y el ahogamiento era una explosión de sensaciones que lo aturdía. Estaba en su límite.

Llegar al orgasmo sin poder respirar fue brutalmente espantoso y placentero a la vez. Kid no lo soltó hasta momentos después cuando Law dejó de mover las manos, no así el pecho con su errática respiración; ahora era el turno del pelirrojo para disfrutar su más oscuro y bizarro deseo: desde lo más profundo de su amor que sentía por Trafalgar Law anhelaba poder cogérselo muerto algún día.

Mientras tenían que conformarse con esos juegos hasta que la muerte los separase.

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Y aun así se seguirían follando.

Mátame de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora