El día había terminado, y su nariz parecía la de rodolfo el reno durante todo el camino devuelta a casa. Roja e hinchada como una granada.
Cuando había regresado a clase, todo el mundo no pudo evitar mirarla fijamente. A su cabello revoloteado, su ropa movida y su cara lastimada; pero inmediato recordaron quién era la mujer enfrente de ellos. La famosa delincuente, quien pelea y tiene la fuerza de un hombre.
Sí, claro.
La cabeza le dolía horrores, a la mejor le había lastimado el cerebro; no le sorprendería nada.
Después de haberlo visto huir por razones desconocidas a un edificio abandonado aledaño a la universidad, no pudo borrar su silueta burlona perdiéndose en la oscuridad de éste, a pesar de ser las diez de la mañana en el momento del ataque.
Esto es malo... muy malo. Ahora saben dónde estudio también...
Consiguió una nueva llave para su apartamento hace poco, pequeña y plateada; por lo que la sacó de su bolsillo, sus dedos temblando ligeramente por el frío metal de estas y sus nervios.
No abrió la puerta descuidadamente, si no con lentitud y cuidado de no hacer mucho ruido. Los recuerdos de lo sucedido hace unas noches no era algo que podía olvidar. Sabía bien que, entre todas las cosas en ese bolso que se habían robado, estaban sus llaves pasadas, con el número de habitación y todo por si se le llegaban a perder adentro del edificio.
Antes pensaba que era una buena idea, y de hecho lo era. Si la llave se le llegaba a perder adentro del edificio, se la devolverían o en su defecto terminaría en recepción. O si se perdía en la calle, no significaría nada, ya que ésta no tiene el nombre de la multitud de apartamentos donde vive por ningún lado.
Pero la habían perseguido, dieron con su hogar con demasiada facilidad. Ahora corre un peligro demasiado grande como para darse el lujo de durar un día más con la misma chapa.
Aunque bien, ahora que lo pensaba, era muy poco probable que esos tipos se hubieran metido a su casa mientras no estaba.
Miró el reloj... eran las tres de la tarde. El sol está a todo su esplendor y sus apariencias no es algo que la gente que pasa constantemente a los al rededores deje pasar así como así, sin llamar a la policía por lo menos.
Se adentró a su casa con un poco más de confianza, se retiró su blusa de un tirón y dejó caer su mochila al suelo, al igual que sus zapatos; los cuales se quitó y pateó sin ningún cuidado. Quedándose en sostén y descalza, fue a la cocina a prepararse algo de comer.
Sacó una barra de pan de la alacena y un poco de crema de cacahuete del refrigerador. Mientras untaba los panes con un poco de esa sustancia tan pegajosa en las rebanadas, no podía evitar voltear cada cuando atrás de ella, por una incómoda sensación que picaba su espalda.
- Me siento un poco rara estando así vestida, incluso adentro de mi casa... ¿qué mierda? - fijó sus ojos en el fondo del pasillo, donde predominaba una oscuridad al no haber puesto un pie ahí desde que llegó, y al estar Ailén ausente, por su trabajo.
Se veía... demasiado oscuro.
- ¿Debería fijarme? - después de meditarlo dos segundos, se jaló un mechón de cabello. - ¡no! No puedo perder los estribos adentro de mi casa por unos tipejos que creen que pueden doblegarme con amenazas.
Cerró los dos panes con violencia y tomó una ruda y gran mordida de uno de los extremos, corriendo a los sillones de su sala donde hizo un perfecto clavado, cayendo perfectamente recostada en el material suave. Frente a su televisión.
- Un día de estos voy a romper estos sillones. - habló con las mejillas infladas y río como una loca, aún con el sándwich en la boca, ahogándose por dos segundos con un pedazo que finalmente logró tragarse.
Demasiado peligroso...
Encendió la televisión. Estaba el canal de las noticias... el cual cambió rápido para poner bob esponja.
- Soy demasiado joven para concentrarme en noticias. - se quejó, con el control en la mano y el sándwich a medio comer en la otra.
Pasó un rato así. Estaba cómoda... en lo que cabía. Su mente no lograba dejarla en paz, aún tenía ansias por ir a revisar el pasillo, pero tenía demasiado temor en lo que podía llegar a encontrarse que lo pospuso... dos horas.
Ya un poco molesta consigo misma, finalmente se levantó del sillón y decidió caminar finalmente al bendito pasillo. Dio una vuelta en sus talones, y comenzó a caminar silenciosamente a los cuartos.
Llegó al de Ailén, pintado de un color blanco puro y con su cama azul, estaba completamente vacía de cualquier presencia. Suspiró a la nada. Ahora faltaba el suyo.
Abrió la puerta de su cuarto; espacioso y rosa, pero con un buen saco de arena colgando en uno de los extremos, por supuesto. Parecía que no había nadie, después de todo.
Corrió de nuevo a su sala, dispuesta a seguir viendo sus caricaturas en paz.
No llegó.
De hecho, de repente dejó de moverse.
Sus ojos mieles se abrieron por la sorpresa cuando de la nada comenzó a sentir mucho, mucho frío. Una presencia ominosa, que olía a pura maldad y crueldad... estaba ahí, con ella. En el mismo cuarto, compartiendo espacio y respirando su oxígeno.
Se volvió con tanta velocidad que se mareó por un momento. Pero ahí, enfrente de ella, se mostraron unos infinitos ojos negros, pozos malditos, los cuales lloraban gotas inagotables de sufrimiento negro.
Gritó.
Su grito fue silenciado tan pronto como comenzó por otra mano que llegó desde su espalda, la cual cubrió sólo su boca y se mantuvo ahí. Sintiendo ahora un contrastante calor viniendo de un pecho masculino, el cual pegaba su cuerpo contra el femenino. Recibió un golpe certero en las costillas por ese hombre misterioso, la mujer gimió de dolor al borde de las lágrimas.
- Shhhh, no hagas dramas. Todo esto terminará tan pronto como empezó. - la voz susurró en su oreja, era una voz nueva. Un poco más juvenil que las que había escuchado antes, cabía decir. Pero Ámbar no podía articular palabra, por lo menos no en esa situación.
El hombre a sus espaldas se separó, la tomó de los hombros y la arrojó al suelo, la rubia apenas alcanzando a poner sus antebrazos para no lastimarse de nuevo. Escuchó más pasos todavía viniendo hacia ella con horror, sin poder levantarse para verificar.
Peor aún, un pie se colocó en su cabeza y le estampó brutalmente la cara contra el suelo. Le dolió hasta la médula, soltando un chillido agudo sin medir su volumen. Escuchó unas risas, y sintió a alguien poniéndose en cuclillas frente a Ámbar.
Un par de dedos fuertes se encajaron en su barbilla, los cuales la obligaron a mirar hacia arriba. Sintió como su corazón se había ido a su estomago.
Enfrente de ella, ahí estaba... el cabrón de la mascara afeminada, quien ahora se postraba como superior, con varios chicos detrás de él. Arrinconándola a su muerte.
- Hola, chica gorila. ¿Me extrañaste? - la primera pesadilla, Masky, preguntó con una sonrisa socarrona decorando su rostro, complacido de ver a esa maldita, en el suelo. Débil. Indefensa.
A su merced.
- ¿Tienes las galletas que te encargué en nuestro pequeño encuentro? - Jeff preguntó, con una asquerosa dulzura mientras soltaba una carcajada que resonó en el apartamento.
Lloró por dentro.
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Lesbian... Right? ||Creepypastas||
FanfictionÁmbar Evans siempre había sido el tipo de mujer fuerte, inteligente, directa... Pero sobre todo, segura. Y una de las cosas de las que estaba completamente segura, es que ella es una chica lesbiana. Había rechazado miles de citas por esa misma raz...