Algo está mal.
Algo está terriblemente mal.
Tenía una corazonada muy extraña. El presentimiento de que algo había cambiado en su vida, se deformó en cuestión de segundos y el hecho de que ella no tenía ni idea de que podría ser la carcomía desde que el reloj había marcado las cinco y media de la mañana. La había visto por sobre su hombro, la chica amarilla la había despedido alegremente antes de cerrar la puerta.
Y ahora... ¿seguiría detrás de esa puerta?
Aceleró su paso por las escaleras del complejo departamental, quedando justo frente a la casa que compartía con su... novia, su pecho bajando y subiendo del esfuerzo,
Notó que la puerta estaba cerrada, pero no con seguro. Esto la extrañó lo suficiente como para que su corazón comenzara a acelerarse. Ámbar nunca se había olvidado de cerrar bien en ningún día; sin importa que tan cansada o borracha estuviera, era demasiado precavida e incluso paranoica, aún más en estos últimos días...
Puso el pensamiento de lado y entró.
Lo primero que pasó fue que un asfixiante, asqueroso olor a tabaco le llegó a las fosas nasales, humedeciendo sus ojos mientras se los tallaba. ¿¡Qué cojones era eso?! Ella nunca fumaba, Ámbar nunca fumaba tampoco... entonces, ¿por qué apestaba tan fuerte a tabaco?
Además, los muebles estaban desacomodados, las sillas tiradas en el suelo y habían manchas de pisadas con tierra humedecida en todo el lugar; como tierra de algún huerto de plantas. Además los respaldos de los sillones apestaban y estaban manchados de... sangre seca.
La paranoia del momento nubló su cerebro, corriendo con paso fuerte hacia las recámaras, en busca de los ojos dorados de su novia, los cuales eran inconfundibles para ella y cualquiera. Nadie poseía un tono tan exótico y único, sólo la madre de Ámbar lo hacía, la sra. Bárbara Smith.
El solo nombre de aquella mujer le hizo recorrer un escalofrío, por lo que tomó el pensamiento y lo bateó lo más lejos posible como en un partido de baseball.
Recorrió desde su sala, hasta su cocina y luego las recámaras. Su hogar no era muy grande, por lo que no le tomó mucho tiempo darse cuenta de que no estaba.
No estaba.
Sintiendo su cuerpo pesado y sin ganas, cayó de rodillas al suelo, juntando sus rodillas contra su pecho y con su frente tocando la fría superficie del suelo de madera pulcra. Respiraba muy agitado, sintiendo su corazón chocando contra sus costillas. Su trastorno de ansiedad le pegó en toda la cara, su estómago su apretó en molestia y vomitó en el suelo.
Su cabello chocolate caía en espirales en la fría madera, a lo que obligaba a sus ojos a no dejar salir ninguna lágrima. Golpeó su cara con sus palmas con la fuerza suficiente como para dejar marcas rojizas, nunca despegando su matiz turquesa del suelo.
Por el amor a la verdad, tú sabías que ésto iba a pasar.
No hay nada más que hacer aquí, no tienes ninguna obligación de quedarte. Ella está donde debe estar, es suficiente. Tu participación es suficiente y ha llegado hasta aquí. ¿Cuál es el punto de tus lágrimas y tu dolor? Ninguno. Ninguno. Ninguno.
Sí... tiene razón. Ella ya lo sabía.
Elevándose del suelo tan tiesa como un robot, Ailén comenzó a caminar hacia su propia habitación. Viendo las cosas tales como las había dejado, se dio cuenta que ninguno trató de hurtar en sus pertenencias como lo había esperado. Se tomaron su dulce tiempo para salir, muy probablemente estuvieron fanfarroneando en su sala, con Ámbar inmovilizada de alguna manera.
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Lesbian... Right? ||Creepypastas||
FanfictionÁmbar Evans siempre había sido el tipo de mujer fuerte, inteligente, directa... Pero sobre todo, segura. Y una de las cosas de las que estaba completamente segura, es que ella es una chica lesbiana. Había rechazado miles de citas por esa misma raz...