La Bruja Mala

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Lucía es media sonámbula.

Cuando la acompaño en la siesta, se mueve mucho. Pero no son los movimientos típicos de alguien que duerme. Ella se para y lanza su torso para un lado dejando los pies en el lugar. Otras veces (no sé cómo) afirma sus pies sobre el colchón sin levantarse y estira las piernas, golpeando su cabeza contra la cabecera de la cama.

Dormir con ella, para mí, significa no dormir, controlando todo el tiempo que no se abra la cabeza porque, cuando se para, puede lanzarse contra mí o contra la pared.

Una de tantas ocasiones donde estaba padeciendo su sonambulismo, Lucía se largó a llorar muy lastimeramente.

-¿Qué pasa, Luci?-pregunté lo mas suavemente que podía para no asustarla.

Sin abrir los ojos ni dejar de llorar, me respondió-¿vos sos la bruja mala?

-No-dije manteniendo mi tono de voz, para calmarla-, soy yo, la tía.

Entonces Lucía dio un ronquido como si nunca hubiera llorado y siguió viajando por el quinto sueño.

Lo que no sabe es que sí soy la bruja mala.

Anécdotas de una Tía JovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora