-Leah, levántate ya. Jake ha ido a pasear con Nessie y yo debo ayudar a la señora Cullen a hacer la compra del mes.- Gritó Seth desde la cocina, interrumpiendo mi tranquilo y vengativo sueño en el que extermino de esta tierra a los habitantes de Forks que están en mi lista negra. Creo que sólo sobrevivirían mi madre, mi hermano y el señor mayor que toca de forma penosa la flauta los domingos en la esquina de la calle principal, pidiendo dinero. Al menos él no abre la boca para soltar estupideces.
Me llamo Leah Clearwater, tengo 24 años y de vez en cuando si me tocan las narices me convierto en una bestia inmensa y peluda capaz de alcanzar fácilmente la velocidad del coche más rápido que hayan podido crear. Podría nombrar cualquier marca específica, pero la verdad es que los coches no son mi especialidad. Jacob es el que sabe manejar esos temas. Yo me dedico a manejar las cuentas del taller y a meterme en todos los líos que pueda cuando estoy enfadada o drogada. Lo cual viene siendo muy a menudo.
Si me preguntan, yo no elegí esto. Todo es culpa de los chupasangres que se han instalado en Forks en los últimos años, aunque es un pensamiento que no puedo compartir en voz alta, dado que mi Alfa tiene una imprimación-mutación y mi hermano pequeño parece sentirse en las nubes cada vez que los Cullen le compran la nueva consola del mercado, o cada vez que la señora Cullen decide expandir sus habilidades culinarias y escoge a Seth como compañero de cocina.
Yo prefiero mantenerme alejada del mundo en general. No soporto el asqueroso olor que desprende esa casa, pero tampoco soy lo suficientemente fuerte como para volver a mi tribu y enfrentar a mi exprometido y su ahora esposa, mi prima Emily Uley. Creo que están esperando su segundo hijo. No he visto al primero, ni he preguntado por su nombre. Los demás tampoco han tenido el valor de decírmelo.
He estado sola desde que el destino decidió convertirme en un monstruo capaz de asesinar a más de la mitad de la población en menos de media hora; desde que mi padre murió dejándonos sin respuestas hace ya más de tres años.
Todo el mundo logró salir adelante, menos yo.
Los que perdieron el amor encontraron sus almas gemelas poco después, la manada quileute fue creciendo poco a poco, y las horas siguieron pasando, siendo yo la única mujer en la historia que sufrió la transformación lupina. Y por supuesto, la única que no encontró a nadie para llenar sus días.
Hace mucho tiempo que todo me dejó de importar, dejé de fijarme en qué día de la semana vivía, qué mes era o quién quería entablar una conversación conmigo. Leah Clearwater estaba totalmente vacía y por su seguridad e integridad física, era mejor dejarla perderse en sus pensamientos a intentar conseguir más de tres contestaciones durante una conversación. Leah Clearwater era un caso perdido que vivía en una cabaña construida por cortesía de los señores Cullen al noroeste de los bosques de Forks, recibiendo las visitas de su hermano tres veces por semana, para comprobar que seguía cuerda y dejarle nuevos recados que hacer.
-¿Qué me has traído hoy?- pregunté bostezando desde el sofá color crema que destacaba entre los demás muebles del salón. La noche anterior me había quedado dormida viendo la cuarta película de terror del montón que Jasper me había conseguido la semana anterior. Él sólo me visitaba una vez al mes, y no me forzaba a hablar; simplemente se sentaba a mi derecha en el sofá y se dedicaba a estabilizar mis emociones con su don. Era el único Cullen al que he llegado a considerar 'útil'
-Una oferta del doctor Cullen para que te unas en Navidad a la cena que van a organizar en su casa. Vendrán unos amigos de la familia, como viene siendo parte de su tradición desde hace varias décadas. Al parecer este año traen a una invitada más. - Explicó Seth mientras inspeccionaba toda la sala a su alrededor, juzgando en silencio las cajas de pizza vacías y las latas de cerveza a medio beber derramadas sobre el parqué. El lugar era todo un asco, pero yo tampoco estaba mucho mejor.
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Facing the Moon // Leah Clearwater
Lobisomem"Normalmente, mientras estoy tirada en el sofá con una lata de cerveza barata en la mano y el mando de la televisión a mis pies, suelo pensar que mi vida es una jodida mierda. De vez en cuando aparece en la tele una película de los Monthy Python y l...