Fui a Port Angeles al día siguiente a comprarme algo de ropa decente para asistir a la maldita cena de Navidad, a la cual ya estaba apuntada, por supuesto. Mis oídos todavía recuerdan a Alice gritando al teléfono mientras Esme no paraba de agradecerme y de asegurarme que se esforzaría por preparar una cena que nunca olvidaría.
No lo dudo, por lo que tengo entendido gracias a los parloteos incansables de Seth, Esme estuvo viviendo en el sur de Italia hace unas décadas para empaparse de la gastronomía italiana y sus secretos de cocina.
-No entiendo qué tiene de malo este vestido, Leah.- Mi madre, envuelta en un gigantesco chubasquero amarillo, buscaba incansablemente entre las montañas de faldas y vestidos que había en aquella cursi tienda de la quinta calle a la que me había obligado a entrar tras amenazarme con dejar de hacerme de cenar los martes por la noche.
-Mamá, no sé cuántas veces tengo que repetírtelo. No me pienso poner un vestido.- dije enfatizando claramente todas las palabras.- Y mucho menos de color rosa.
Gruñí enfadada mientras miraba de reojo a Seth sentado en una de las bancas del probador, comiéndose un helado que perfectamente podía medir el doble que su cabeza.
-No pretenderás ir en shorts vaqueros y en tirantes, ¿verdad?
No entendí su tono acusador. Las últimas navidades cené con mi pijama de jirafas preferido y no hubo ningún problema. Claro que el año pasado no nos habían invitado a todos a la "maravillosa" mansión Cullen.
Fue en el momento en el que mi madre alargó el brazo para seguir buscando entre la montaña de vestidos cuando decidí girar mi cabeza y encontré a la que sería mi salvación sentada en un banco justo enfrente de la tienda: Alice Cullen, desentonando con todo lo que la rodeaba en aquel momento, como una pequeña hada vestida de Dior en medio de un mugriento vertedero.
Estaba esperándome, pues bajó sus gafas de sol levemente y me lanzó una mirada pícara, incitándome a ir con ella.
Sin decir ni una palabra, dejé a Sue parloteando sola con su búsqueda incansable del atuendo ideal y a Seth entretenido con su merienda gigante, mientras que escuchaba el sonido de la campana de la puerta principal, anunciando mi salida. El hedor a vampiro me atacó apenas puse un pie en la calle.
-He oído que tienes problemas.- sonrió risueña mientras estiraba sus piernas y dejaba ver sus pequeñas botas de piel negra. Probablemente esas botas costarían más que mi sueldo de los próximos diez años.
Hacía un día horroroso. No había ni una pizca de azul en el cielo. Una nube gigante lo tapaba todo, y el peso de la humedad era notable en el aire, mientras caía una fina lluvia que parecía no acabar nunca, pero que no nos obligaba a llevar paraguas alguno.
-Suelo tener bastantes problemas. ¿A cuál en especial te refieres? - Indiqué mientras rebuscaba en el bolsillo de la chaqueta mi adorado paquete de cigarrillos.- ¿Te importa?- Le mostré uno y esperé su aprobación.
-Para nada.- hizo un ademán con la mano, restándole importancia.
Lo encendí rápidamente y le di la primera calada reteniendo el humo en mi pecho un par de segundos antes de soltarlo todo.
-Me refiero a tu problema actual. Tu cara de disgusto se ve a kilómetros, no hace falta ser adivino para saber que no te gusta mucho ir de compras.
Vaya, por fin alguien comprende mis indirectas sobre la moda
-Bueno, podría ahorrarme todo este espectáculo si no me hubieran invitado a la lujosa, modernísima, maravillosa, increíble y elegante cena de navidad de la familia Cullen.- Ironicé mientras me concentraba en acabar mi cigarrillo lo antes posible para poder irme y acabar con ese horrible hedor a chupasangre.- No sé por qué has venido, Alice.- Admití finalmente
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Facing the Moon // Leah Clearwater
Kurt Adam"Normalmente, mientras estoy tirada en el sofá con una lata de cerveza barata en la mano y el mando de la televisión a mis pies, suelo pensar que mi vida es una jodida mierda. De vez en cuando aparece en la tele una película de los Monthy Python y l...