El reencuentro

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El autobús acababa de parar. Sus puertas se abrieron y el conductor bajó de este. Su pasado pelo rubio largo cual siempre se encontraba recogido por una cinta negra había sido reemplazado, ahora llevaba un corte mucho más formal y su cinta había desaparecido, el rubio era oscuro casi castaño. Después de este bajó el profesor consejero del equipo quien ya llevaba tres años con ellos y de esa manera, su cambio -tanto físico como emocional- había destacado. Su pelo se encontraba más largo, no tanto como para poder recogerlo en una coleta pero lo suficiente para que molestase a su campo visual, pero lo más importante había sido la fuerza que había adquirido, pues el enclenque profesor se había estado ejercitando. ¡Y como no! Si llevaba asistiendo a los partidos entre vecinos de volleyball todo ese tiempo. Finalmente comenzaron a bajar los alumnos con el chándal negro.

Había una gran multitud en la entrada del gimnasio. Una mayoría eran chicos y chicas de otras escuelas -jugadores y jugadoras de otros equipos- que habían decidido esperar y observar por ellos mismos a los últimos reyes de la cancha. Triunfadores dos años consecutivos en los playoffs del SpringHigh, los héroes caídos que resurgieron de las cenizas como el ave Phoenix...

—¡¡Hinata, idiota!!

Los cuervos de Karasuno.

Un chico alto de pelo negro -medianamente largo pero completamente despeluzado, que le daba un aire jodidamente sensual- había tropezado al bajar del vehículo por culpa de un segundo. El chico fruncía su ceño mientras se intentaba acercar al culpable y se remangaba las mangas de su chaqueta, dejando a la vista unos trabajados brazos, siendo retenido por el capitán. El culpable era un chico pelirrojo de baja estatura (era probablemente, el segundo más enano del equipo), cuyo aspecto había modificado notoriamente: Su pelo únicamente crecía por la parte superior ya que había decidido recortar los lados, haciendo que su rostro se viera menos redondo y más maduro, además de su cuerpo cual había sido ejercitado y para terminar, los pendientes que su oreja derecha lucía. Era el dúo de tercero conocido por ser imparable, dos cuervos grandes, demandantes, que hacían honor a la inteligencia, intuición e imitación del animal... Dentro de la cancha, claro.

—¿Podéis parar, chicos? —preguntó el capitán apoyando una mano en un hombro de cada chico. Este sonreía, su tono era jovial y alegre, no parecía tener algún tipo de superioridad o algo que imponga su orden. Sin embargo, el dúo mítico tembló bajo su tacto y asintieron, pensando que era mejor no molestar al capitán. Hace tres años este era un chico tímido y apenas se haría nombrar, pero las cosas habían cambiado y el adolescente se había convertido en hombre. Como no, su fuerza había aumentado también, y la había ejercido en presión sobre los hombros de sus compañeros. El capitán suspiró cuando hubo tranquilizado a sus dos fieras y recogió el mechón de su pelo verde que caía sobre su frente, sujetándolo a la media coleta que había conseguido hacer debido a su capricho de dejarse el pelo largo. Se pasó algunos otros mechones por su oreja, la adornada por una pequeña dilatación negra.

Las últimas en salir del vehículo fueron dos chicas, una rubia y otra castaña. La rubia era la mayor y se encontraba en su último año escolar, ejercía como manager del equipo y debido a ello se encontraba formando a la castaña, dos años menor. Durante todo el tiempo junto al equipo, la gerente del Karasuno había cambiado para bien: Su rubio pelo le llegaba a los hombros y su fleco siempre estaba recogido por trabas negras, su cuerpo se había formado espléndidamente y se encontraba en forma, ya que de vez en cuando entrenaba junto al equipo; Finalmente su personalidad era la que había dado un salto tremendo, su seguridad respecto a si misma había aumentado a un 100 %, o al menos a un 87 % -sobretodo cuando se encontraba en los campamentos de entrenamiento, rodeada por titanes- y se sentía mucho más preparada para la vida.

Todo el equipo Karasuno caminaba hasta la entrada del recinto. Sin duda alguna imponían respeto y temor, sobretodo los de tercero, quienes harían lo que fueran por llegar una última vez a los Nacionales. Tan absortos estaban ellos que apenas se dieron cuenta del grupo peculiar que se había formado a un lado del edificio, hasta que escucharon los gritos:

3rd YearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora