Capítulo 3: Tercer acto.

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—Enrique, ¿qué tal pasaste tu cumpleaños?— me pregunta Teo.
—Bien, fue un buen cumpleaños, aunque tuve problemas con uno de mis tíos. No pudo mantener sus ganas de tomar y hacer un espectáculo frente al resto de mi familia.— le respondo, con el único recuerdo de esa fecha.
—Bueno, continúa contando acerca de Carolina o acaso, no fue a la presentación.— me insiste Teo con un tono burlesco.
—Sí fue. No sé si por la nota del curso o por mí, pero fue.—le respondo incómodo por su comentario.

★Se escuchaba el timbre de inicios de clase. Algunos se encontraban sentados esperando la llegada del maestro de Historia. Otros, recién llegaban al aula, pero noté que aún el asiento de Carolina estaba vacío.  Aunque el curso de Literatura nos tocaba a la quinta hora, antes del segundo receso; quedamos en practicar en la hora de Orientación Personal, en la tercera hora. No dejaba de sentir culpabilidad. Dentro de mi mente no cesaba la idea que Carolina se cambió de escuela por el incidente o ideas tan radicales que superaran a la anterior.
Empezó el primer receso, su sitio continuaba vacío. Salí a comprar con Arturo, mientras él me atormentaba con sus típicos comentarios. Mientras bajamos las escaleras a la bodega del sótano de la escuela, no pude evitar sentirme atraído a una silueta peculiar saliendo de la oficina del director. Pese a la baja intensidad de luz, pude reconocer al instante, era ella. Intenté acercarme, pero mi orgullo me sedujo y corrí en dirección contraria. Subí las escaleras rápido, con un destino incierto. Sólo quería alejarme de ella por la vergüenza de lo que vaya a comentar. Cuando me encontraba en la cafetería del último piso, el timbre hizo estruendo en todo el edificio. Todos los de la cafetería se vieron forzados a dejar las mesas y caminar con dirección a sus aulas debido que la coordinadora se encontraba ahuyentándolos. Algunos intentaban escaparse a los servicios higiénicos de cada piso, pero sus esfuerzos eran nulos cuando las tutoras de cada sección se colocaban en las puertas, impidiendo el ingreso.
Llegué al aula 203 e ingresé con la capucha cubriendo mi rostro.
Me senté en mi lugar determinado, acción que me delató en seguido e hizo que ella se acercara a hablar conmigo.
—Bebo, ¿te encuentras bien?— me pregunta cómo si no recordara nada.
(Ella solía llamarme "bebo". Apodo que me puso a principio de conocernos por mi rostro de niño. Por mi parte, la apode "beba".)
—Sí, ¿por qué la pregunta?—le respondí intentando indagar en sus intenciones.
—Noté que intentaste escaparte de mí o es lo que me pareció.—me responde, persuadiendo de admitir mis intenciones en ese momento.

Le di una excusa rápida que a mi parecer justificaba todas las preguntas que ella pensaba hacer.
Al instante de terminar con mi mentira, llegó la maestra Laurente. Es hasta ahora mi maestra favorita del curso; pese me haga "bullying", a veces. Ella, con su típica voz escandalosa, llama al primer grupo.
—El primer grupo conformado por: Paul, Jake, Stacy, Andrea y Sakura. Les pido que se sitúen adelante con lo que tengan en mente y cuerpo.—lo vociferaba con tono satírico.
Luego de dar la indicación al grupo uno, pidió que el segundo grupo se vaya alistando con la escenografía y sus personajes. Al concluir con el grupo apertura, pidió a mi grupo alistarse. Pedí permiso a la tutora para poder caracterizar me en los servicios. Carolina hizo lo mismo, aunque detrás de ella, la seguían el resto de mis compañeras como un séquito.
Arturo se encargaría de preparar la escenografía, mientras terminábamos de vestir.
Ingresé por la puerta del aula entre algunos silbidos y piropos de jóvenes. Carolina entró detrás mío, ella se encontraba tan bella con un maquillaje muy serio y prudente. Resaltaba sus ojos cafés y labios carnosos.
La profesora empezó a dar la indicación para comenzar con nuestra escena. Mientras dudosamente, tomo la mano de Carolina, empecé con mi diálogo.
—¿Os he ofendido? He profanado esta mano tan encantadora, que con un beso de mis labios, espero reparar la mancha con la que os he herido.— terminado mi frase, le beso la mano de la cual la sostenía. (Me sentía tan galante como el mismo Romeo Montesco aunque en realidad parecía un niño de cinco años intentando recitar un poema en el día de la madre.)
—Los jóvenes peregrinos ha de estar errados pese a ser devotos. Solo los palmeros besan manos de Santos.—ella me respondió el diálogo, con una voz tenue. (No dejé de observar su bello rostro, perdiendo me en su mirada.)
—¿Y no tendrá labios el Santo, el mismo que el romero? —le respondí torpemente, fingiendo no haberme distraído en su belleza.
—Vuestros labios sirven en vuestras oraciones, joven peregrino.—me respondió con una dulzura inigualable.
—¡Oh, es una Santa! Cambien pues de oficio mis manos con mis labios. Oré el labio y otorgue lo clamado.— continué el diálogo con mayor confianza.
—El Santo escucha con tranquilidad los ruegos.—terminó con una bella sonrisa, aquella oración.
—Habéis de escuchar mientras mis labios oran y vuestros labios se purifican.— terminé la oración. Seguido, me acerco a darle un tierno beso en la mejilla.
—En mis labios queda la mancha de vuestro pecado.— me responde un poco ansiosa.
—Mis labios no ha de estar arrepentidos. Ellos ha de retractarse de igual forma.— terminé la frase y me acerqué por segunda vez a su mejilla. Ella volteo el rostro con dirección a mis labios y cubrió dicho acto con sus largos cabellos.
—Besas virtuosamente, joven peregrino. Haz de pagar tus pecados en su totalidad.— ella terminó su diálogo sin salirse del personaje, pese a su piel tornada de rojo.

Terminado nuestros diálogos, Melissa agradece a nuestros compañeros por prestar completa atención. La maestra nos felicita y recibimos una ovación de parte de algunas chicas.

Al final de la clase, que nos llamaran la atención por el beso, era el menor de mis conflictos. Mi mente no dejaba de inventar "finales felices" junto a Carolina.
Mientras la maestra nombraba las notas, no dejaba de observa la.
Salí al baño ni bien sonó la campana. Ya adentro, mientras doblaba mi ropa, pude llegar al concilio mental. Si, había ganado la "segunda contienda". Una sonrisa no paraba de manifestarse en mi rostro aunque el temor tentaba mi mente para continuar en duda.

Terminado el receso, fui a clases con el temor de que todo fuera un sueño. Caminé hacia mi lugar y un resplandor de luz la iluminaba. Ella se hallaba sentada junto y a la derecha de mi lugar con su cálido rostro y bella sonrisa. Definitivamente al escuchar su dulce voz, me di cuenta que no, no era un sueño.★

El Estúpido Encapuchado I: Libro O.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora