7.- La pesadilla comienza

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(Lindeltown a 02 de noviembre de 2980)  


Han pasado 3 días en los que no he sabido de Reaper ni del mundo exterior, he estado confinada en una casa en el centro del sector A en Lindeltown, mi padre ordenó vigilancia extrema, las 24 horas, es un poco desesperante estar encerrada sin saber nada más que lo que Reaper me dijo, mi mente no podía dejar de pensar en las palabras de Anika, estoy sentada cerca de una de las ventanas de mi habitación, veo hacia afuera donde hay un enorme jardín y en él están varios de los guardias de la policía especial, veo como el día transcurre, pienso en como puedo escabullirme para ir a mi antigua casa y ver si hay algo de información en el despacho de mi padre, no todos son lo que aparentan, mi mente repetía una y otra vez, ¿cómo podía confiar en mi padre? Reaper tenía razón, no conozco mucho de él, sus visitas no eran muy continuas cuando vivía con mis abuelos, en Reed ni se diga, desde el inicio no me causo una buena impresión, es todo lo contrario, no sé por que, pero no me agrada, pero...¿Por qué confío en Reaper?, tampoco lo conozco, ni si quiera he visto su rostro, sólo esos ojos verdes brillante llenos de misterio y un poco de dolor. El sonido de la puerta abriéndose me saca de mis pensamientos, detrás de ella entra una chica del servicio con una bandeja de plata, la cual deja en la mesa junto a mi cama.

??:- Señorita White su padre le envía esto, por favor disfrútelo- le sonrío amablemente y me acerco a ella, es joven, podría decirse que es más joven que yo, intrigada la detuve antes de irse.

Catherinne:- Espera, por favor- una risita nerviosa salió de mi, ella me miró un poco confundida pero igualmente sonrió amable.

??:- ¿Si dígame?- cerro la puerta, y giró para mirarme captando mi total atención.

Catherinne:- Discúlpame si la pregunta parece un poco inadecuada pero ¿Podrías decirme tu nombre?- noté como su expresión cambió a ser de sorpresa, bajó la mirada un poco apenada y después de unos minutos respondió.

Elisse:- Me llamo Elisse Gagnon- tímidamente me miró- ¿Por qué pregunta por mi nombre señorita White? sólo soy una empleada de esta casa, con sólo llamar me tendrá aquí- dijo señalando la campanilla que había sobre la mesa, sin embargo, su mirada se enterneció fría y triste.

Catherinne:- ¿Qué edad tienes Elisse?- de nuevo vi esa pequeña chispa de sorpresa, respondió.

Elisse:- Yo...- hizo una pausa, de nuevo bajó la mirada- tengo 15 años señorita White, disculpe pero no entiendo ¿por qué me pregunta todo esto?- le sonreí amablemente, tomé la bandeja de plata y me senté al borde de la cama poniendo la misma a un lado, y le indiqué que se sentara.

Catherinne:- Ven, por favor toma asiento- lentamente se acercó y se sentó, aún confundida- Elisse, hace poco me encontré con la realidad de este mundo tan cruel, creí que era una buena persona pero...creo que quiero enmendar lo ignorante que fui- ella me miraba intrigada y un poco preocupada, destapé el platillo que tenía en la bandeja, había un pedazo de pastel de chocolate, tomé el cuchillo y lo dividí en dos partes- por favor Elisse, compartamos este pedazo de pastel ¿Puedes?- sus ojos color miel brillaron y poco a poco me dedicó una sonrisa amable.

Elisse:- Le agradezco mucho señorita White pero no creo que sea lo correcto- insistí, ella suspiro una vez más y aceptó- bien bien usted gana, comeré este pastel con usted- ambas reímos y lo comenzamos a comer.

Después de eso Elisse se fue con la bandeja sonriendo como si de una pequeña niña se tratara, ¿pero que digo? Elisse aún era una niña, de nuevo recordé las palabras de Anika, mano de obra barata, niños explotados en construcciones, y todas las personas que fueron sometidas para la cura de la enfermedad mas cruel de todas, miré por la ventana, ¿Qué más podía hacer?, el paisaje era diurno, veía el cielo anaranjado, las personas fuera de los muros corrían de un lado a otro, los guardias hacían el cambio para la vigilancia, me sentía sola, por ahora con la única que hablé fue con Elisse, algo vi en ella que...no sé como explicarlo, era una chica delgada, de tez clara, cabellos rojizos que sobresalían de su gorro de servidumbre, ojos color miel y portaba unas pecas muy lindas sobre sus mejillas, parecía una pequeña muñeca de porcelana, una muñeca que trabajaba horas y horas para poder sobrevivir, pero aún así ella se me hacía un poco familiar, no se de donde pero así era.

The reaperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora