—¿Podéis beber en otro lado? —pregunté mientras me percataba de que Maite acababa de pegarle un sorbo a la botella de Pablo.
—Si salimos, van a querer los otros —me dijo Lucas.
Aquello era increíble. Lucas me hablaba sin parar. «Bueno, no te ilusiones, Bea...». Oh, mierda, me había quedado embelesada otra vez.
—Emm, pues escondedlas en la ropa, no sé —sugirió Maite.
—¿Y por qué te molesta que bebamos aquí? —me preguntó Ismael.
—Porque es mi cuarto. Es privado.
—¿Eso lo dices porque tienes una foto mía por aquí? —Levantó el cojín y miró debajo.
Ese tío parecía leerme la mente, sólo que la foto no era suya, sino de Lucas. Menos mal que la había escondido.
—¿Qué dices?
—Vale, vale, era broma —me dijo al fin.
Ismael empezó a reírse sin parar. Efectos de alcohol. Entonces, tiró de mí y me sentó a su lado en la cama. Al otro lado estaba Lucas y mi corazón se desbocó. «Que alguien me haga el boca a boca que me falta el aire». Ismael me echó un brazo por hombros.
—Oye, Bea, creo que deberías mirar... —Me sorprendió Maite que miraba a través de la puerta entornada.
Me levanté rápidamente y casi se me paró el corazón.
—¡Oh, mierda! —grité.
Mi abuela acababa de entrar. ¿Qué le iría a decir? Mejor dicho, ¿qué iría a pasarnos entonces? Cerré la puerta y eché el pestillo. Nunca lo ponía por si me quedaba encerrada, no obstante, en ese momento, no hubiese venido nada mal. Puse la espalda contra la madera, no para que me trajera suerte, no, era por si mi abuela llevaba una doble vida como karateka y la echaba abajo.
—¿Qué pasa? —preguntó Lucas.
—Mi abuela está en la fiesta.
—¡¡Diooooo, fiestuki pa la yaya!! —exclamó Ismael.
—¿Siempre se pone así? —preguntó Maite.
—Si supierais... —contestó Lucas.
—Oh, Dios, ¿qué va a ser de mí esta noche? —Suspiré.
—Eh, tranquila —dijo Lucas levantándose—, aquí nadie nos pillará. ¿A que no, Ismael?
Me estaba muriendo de amor. ¿Cómo podía ser tan guapo, tan educado y amable, tan bueno, tan tan...? Me iba a desmayar de un momento a otro. Menos mal que seguía pegada a la puerta y me podía sostener.
—Aquí nos montamos un trío —dijo Ismael.
—Somos cuatro, gilipollas —puntuó Lucas.
—Ni de coña. Más vale que lo saquemos, de verdad —dijo Maite.
—Eso está hecho —dijo Lucas mientras me apartaba suavemente de la puerta. ¿Que cómo fue su tacto? Indescriptible.
Me moví un poco, sin embargo, su cercanía me tenía paralizada. Lucas quitó el pestillo, abrió la puerta y salió Ismael. Miré despacio a Lucas y entonces vi salir a Maite también. Un momento... Necesitaba procesar la información. Me apoyé en la puerta de nuevo. Lucas la cerró y echó el pestillo. Sus manos estaban apoyadas a ambos lados de mi cabeza.
Vale, necesitaba reaccionar. Estaba con Lucas en mi habitación con la puerta cerrada. Sola, yo, con Lucas. ¡Con Lucas! Oh, no, nada podía salir bien. No me había dado cuenta de que había apartado la mirada y que contemplaba abstraída el suelo. Divisé la cara de Lucas de nuevo y no aparté la mirada. No hasta que algo me dijera qué mierda pasaba. Confiaba en que él no advirtiera mi suspensión cada vez que le tenía delante. Tenía varias preguntas. ¿Por qué quería Lucas quedarse conmigo? ¿O acaso ni siquiera era consciente de ello? ¿O era que sólo quería esperar para que no le pillasen? ¿De verdad estaba pasando esto?
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La fiesta caótica
Novela JuvenilEstoy acostumbrada a ser invisible en el instituto, a tener dos mejores amigos que no son para nada invisibles y una mala suerte de miedo. Mi vida cambió por completo cuando mi mejor amigo cumplió los diecisiete. Tras su fiesta sorpresa, nada volvió...