Capítulo 1: LA REBELDÍA

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Era un jueves por la tarde, cuando Ismael (el mejor amigo de Fran) creó el grupo de WhatsApp y metió a unas cincuenta personas. Entre ellas el número de Lucas. Lo supe porque cotilleé todas las fotos de los participantes del grupo digital. Lucas tenía una foto en la que salían él y su mejor amigo Carlos. Podría haber sido el mismo Carlos el que hubiera puesto la foto, pero vi que había otro contacto con una fotito en la que salía sólo Carlos.

Sospechaba que Maite sabía que Lucas me enamoraba, pero seguramente esperaba que yo se lo dijera. Ella siempre tan paciente. La verdad es que no tenía la menor idea de cuándo se lo iría a decir, sólo sabía que tendría que llegar el día, tarde o temprano. Yo llevaba enamorada de Lucas, pues no sé desde cuándo, pero creo que desde que me fijé en él por primera vez. Fue verlo y enamorarme. Un flechazo. Nah, es mentira. Tendréis que saber que yo no creo mucho en esos amores a primera vista. En cambio, con Lucas fue distinto. Me enamoré, pero rara es la vez que pasa. Y esto lo digo porque no me he enamorado más de dos veces. Cuando iba al colegio, me enamoré del chico más guapo de mi clase, como era obvio, algo que no se puede llamar amor. El segundo fue Lucas, como es claramente diferenciable, él si es amor. O eso creo, pero vamos, eso de sentir que tienes mariposas en el estómago cuando está a tan sólo diez metros... Eso es amor. Lo que Maite llamaba amor era a un chico por el que estaba coladita, uno que cambiaba cada dos meses más o menos... Creía certeramente que había uno que la enamoraba, sólo que no sabía quién era.

La fiesta se iba a celebrar en la casa de Ismael, pero sus padres estarían en casa. Se debatían entre decirles a sus padres que salieran a cenar y que la fiesta acabara a medianoche, o bien buscarnos otra casa. Todos votamos buscar otra casa, excepto algunos que opinaron que lo mejor sería en una discoteca, pero el dinero no caía del cielo. Hubo un listillo, que rara cosa que fuera Carlos (el mejor amigo de Lucas), que planteó hacerlo en mi casa, ya que mi padre y su nueva mujer estaban fuera. Y sí, seguro que se lo contó su abuela...

En el grupo de WhatsApp no paraban de petar y acabé silenciando el grupo. Ni siquiera me daba tiempo a leer porque era un mensaje tras otro. Lucas no hablaba, ni yo. Luego, Maite me contaba de lo que estaban hablando. Como yo no hablaba por el grupo, pues justo en el momento en el que Carlos soltó esa estupidez (pero gran idea), no me enteré y entonces me habló por mensaje privado. Yo había añadido ya a Lucas y a Carlos, como era de esperar, a mis contactos. E imaginaos mi cara al ver el nombre Carlitos M.A. de Lucas...* Yo estaba en mi cama acostada y tapada con la sábana y la cubierta tan tranquilamente intentando leer los mensajes que habían mandado el grupo horas antes y, al final, me harté. Entonces fue cuando al darle a ese insignificante botón Ir atrás, ese momento en el cual vi el nombre del contacto de Carlos fue único. Al sudarme las manos tan rápidamente, el móvil se me resbaló y cayó por la maldita fuerza de la gravedad justo en mi cara. Grité un «mierda» tan fuerte que mi madrastra lo escuchó y me preguntó. Como siempre entrando a mi habitación sin el suplicado permiso. Logré echarla con la excusa de que tenía sueño, pero en verdad no me iría a dormir sin saber qué demonios quería Carlos.

Después de que mi madrastra se fuera que por cierto se llama Flores, qué nombre tan extravagante, estuve buscando mi móvil entre las sábanas. Cuando logré encontrarlo, desbloqueé la pantalla y pude ver cómo al caer sobre mi nariz le había pinchado y había leído el mensaje hacía tres minutos. Dichosa la gravedad. «Ahora se pensará que me puse nerviosa y, aunque sea esa la verdad, no es del todo cierta». Otro «mierda» salió de mi boca, sólo que esta vez más suave, intentando que no se repitiera la famosa entrada de Flores.

El mensaje decía:

Hey Beatriz k tal si lo acemos en tu casa

Hasta con esa temible ortografía, la frase sonaba mal. Como no me había enterado de nada, le pregunté:

Qué?

Él respondió:

La fiestuki de fran

Mi cara de pasmada, imaginándome una fiesta en mi casa, a espaldas de mi padre, con Lucas en ella... Oh, Dios, eso sería exageradamente perfecto, rebelde y guay.

¿Pero qué sería de mí si se enteraban? Bueno, tener un hermano mayor es beneficioso para echarle las culpas y sobre todo si la fiesta sorpresa tenía que ver con otro de sus compañeros de gym*. Antes de responderle, tenía que consultárselo a mi hermano. No podía ir a su cuarto porque la Flores me pillaría. Y si me escuchaban... adiós fiesta. Así que le envié un mensaje a mi hermano:

Fiesta sorpresa de Fran este sábado en nuestra casa?

Tardó cinco minutos en darse cuenta de que le había llegado un mensaje y que la lucecita roja de su móvil estaba encendida en señal de que el mensaje era privado y, específicamente, mío. Y era roja porque cada vez que le escribía significaba peligro. Me respondió:

Tú montando una fiesta sin padres? Te has vuelto rebelde? Estás bien?

Yo fui al grano y le dije:

Sí o no?

Como era de esperar, dijo que sí. Carlos me había petado un poco el móvil a mensajes con letras que no tenían sentido si las unías. Le dije que sí, que era secreto y que por favor no saliera de la boca de nadie. Si mi padre se llegaba a enterar, me mataría. Finalmente, dijo por el grupo:

FIESTUKI EN CASA DE BEATRIZ, NO DIGÁIS NA K SA VUELTO REVELDE

Así mismo, en mayúsculas y con esa ortografía de miedo. Pudo haber dicho en casa de Pablo, pero no. Decidió joderme. Imaginaros mi cara cuando vi ese mensaje. Lo de la discreción no lo entendía mucho.

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*M.A.: mejor amigo.

*Gym: Del inglés, se traduce como 'gimnasio'.

La fiesta caóticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora