El Sr. Verloc salió esa mañana dejando a su joven cuñado a cargo de la tienda y a su esposa cuidando de su cuñado. La tienda era un pequeño edificio oscuro, situado en una estrecha calle en Soho, Londres. En la ventana había fotografías de bailarinas usando poca ropa y al lado, misteriosos paquetes, sobres amarillos, botellas de tinta, libros viejos y diarios. Habían dos luces de gas en la ventana, pero éstos nunca se encendían fuertemente en la noche, quizás con el fin de ahorrar dinero, o tal vez para hacer difícil ver a los clientes entrar en la tienda.
La puerta estuvo cerrada durante el día. En la tarde se dejó medio abierta. Poca gente entró en la tienda. Eran usualmente hombres en ropas baratas que entraban de una manera reservada con sus caras medio escondidas por sus sombreros y abrigos. Cada vez que un cliente llegaba, una vieja campana agrietada sonaba para advertir a la gente en la casa detrás de la tienda.
El Sr. Verloc era dueño de la tienda y la casa. Al sonido de la campana, usualmente salía del cuarto de atrás de la tienda. Él era un gran hombre con una peligrosa mirada oculta en sus ojos somnolientos. Mientras los miraba, los clientes le daban dinero y él lo que ellos pedían. Todo era extrañamente caro en esa oscura pequeña tienda suya.
Algunas veces, la Sra. Verloc aparecía. Ella era joven con una figura completa, piel clara, y cabello ordenado. Los jóvenes hombres se sentían incómodos con ella. Si iba a ayudarlos, usualmente ellos compraban algo que en realidad no querían, como una botella de tinta, y luego la dejaban en el piso fuera de la tienda cuando se iban. Los hombres que venían en la tarde eran diferentes. Ellos le hablaban a la Sra. Verloc de una forma amigable mientras iban a través de la tienda al cuarto trasero. La puerta de la tienda era la única entrada a la casa.
El Sr. Verloc vivía en la casa con su esposa, Winnie, su hermano, Stevie, y su madre. La madre de Winnie era una mujer gorda que no podía caminar muy bien. Su esposo, que había tenido un pub, estaba muerto y por años ella mantuvo una casa donde caballeros podían rentar habitaciones en Belgravia, una parte tranquila de Londres. El Sr. Verloc a veces había tomado habitaciones allí. Él viajó al extranjero por negocios, pero nadie realmente supo qué hizo. Cuando estaba en Londres, se quedaba en cama hasta muy tarde. Salía en la tarde y volvía a las tres o cuatro de la mañana. Winnie le llevaba el desayuno a la cama. Ella era agradable, pero no decía mucho. El Sr. Verloc pensaba que era bonita, y él comenzó a hablarle más a la madre de ella. La madre de Winnie pensaba que el Sr. Verloc era un buen caballero respetable, pero él no sacaba a Winnie por la noche al teatro como un buen caballeto respetable suele hacer. Estaba ocupado en las tardes.
Después de un corto tiempo, el Sr. Verloc y Winnie se casaron. Él le dijo que su trabajo era político y que ella tendría que ser agradable con sus amigos políticos. Winnie accedió a hacer lo que le pedía y se mudaron a Soho.
'Por supuesto que cuidaremos de tus muebles, Madre,' Winnie había dicho.
La madre de Winnie dejó Belgravia, y ella junto a Stevie se fueron a vivir a Soho también. Ahora el Sr. Verloc tenía una familia respetable. La madre de Winnie se sentía segura con el Sr. Verloc. Pensaba que sus hijos estaban a salvo también.
Sentirse seguro era importante, porque Stevie era un problema. Aunque era lo suficientemente viejo para tener barba, la cual estaba comenzando a crecer en su débil cara, era como un pequeño niño. Cuando tenía que tomarle el mensaje a alguien, a menudo se perdía. Olvidaba su dirección y cuando estaba preocupado él tartamudeaba. Obtuvo un empleo como un oficinista cuando tenía catorce, pero un día explotó fuegos artificiales en las escaleras y los otros trabajadores se asustaron. Algunos de los otros jóvenes oficinistas le habían dado la idea, y él se emocionaba fácilmente por cosas que escuchaba o veía. Después de eso, Stevie perdió su empleo, por supuesto, y en su lugar tuvo que lavar platos y limpiar zapatos en casa. No tenía futuro. La madre de Winnie estaba muy feliz de que el Sr. Verloc fuera tan amable y quisiera cuidar de toda su familia.
En la casa de Soho, Stevie intentaba ayudar a su hermana. La amaba y era feliz de hacer lo que fuera por ella. En su tiempo libre, se sentaba en la cocina y pasaba horas dibujando círculos en pedazos de papel. Winnie lo veía cuidadosamente. Era como una madre para él.
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Ésta era entonces la casa y familia que el Sr. Verloc dejó detrás de él mientras caminaba al oeste por Londres a las 10.30 de la mañana. Iba a una embajada extranjera en Knightsbridge, una parte rica de Londres. Era su segunda visita en once años. Usaba un oscuro abrigo y un sombrero, sus botas brillaban, y su pelo estaba cuidadosamente cepillado.
El sol estaba rojo sobre Londres esa mañana y había una luz dorada en el aire. Los techos de los edificios eran rojo-dorados en el sol y la parte de atrás del abrigo de Verloc tenía un toque de rojo también, como oro viejo. Pero Verloc no se sentía viejo.
Al pasar por Hyde Park, vió gente rica montando sus caballos y caminando en el parque, y pensó: 'Debemos proteger el dinero en el corazón de esta ciudad, en el corazón de este país, de los pobres.' Pero su cara no mostraba sus sentimientos. Mostrar sentimientos era trabajo difícil y Verloc era perezoso.
Dobló a la izquiera en una calle más tranquila y pequeña. Todas las ventanas en las casas aquí eran claras y limpias y sus puertas delanteras brillaban. Todo aquí parecía tan vacío y tan extrañamente irreal, que era como un sueño que duraba por siempre.
En la entrada de la embajada, Verloc le enseñó al portero un sobre especial de la embajada y continuó en su camino por el jardín de la embajada. Le mostró el mismo sobre a otro hombre que abrió la puerta de entrada del edificio. Luego fue llevado por un gran salón de recepción y arriba dentro de un pequeño cuarto con una mesa de trabajo y dos sillas en ella. Aquí esperó, parado, con su sombrero y bastón en la mano. Después de un tiempo, otra puerta se abrió despacio y un hombre entró cargando algunos papeles. Él tenía una fea, cara blanca con largos, delgados, grises cabellos en la parte superior de su cabeza. Se puso gafas y la presencia de Verloc pareció sorprenderle. Éste era Wurmt, el asistente del Embajador. Ni él ni Verloc se saludaron.
'Tengo algunos de sus informes aquí,' dijo Wurmt con una cansada voz. 'No nos gusta la manera de actuar de la policía en este país.' Verloc habló por primera vez esa mañana.
'Cada país tiene su policía. No puedo hacer nada sobre eso.'
'Lo que queremos,' respondió Wurmt, 'es algo para despertar a la policía. Usted puede hacer eso, o no?'
Verloc no dijo nada, pero suspiró. Entonces, dándose cuenta de su error, inmediatamente intentó sonreír.
'La ley es muy blanda aquí,' continuó Wurmt, mirando a través de sus lentes a Verloc. 'Y alguna gente no está muy feliz por eso-'
'No, no lo están,' interrumpió Verloc. 'Mis informes de los últimos doce meses dicen eso claramente.'
'He leído sus informes,' respondió Wurmt suavemente. 'Pero no entiendo porqué los escribió.'
Hubo silencio. Verloc mordió su labio y Wurmt miró hacia abajo a los papeles en la mesa en frente de él. Al final, continuó.
'Todo en estos informes ya era conocido cuando comenzó a trabajar para nosotros. Queremos escuchar algo importante, algo sorprendente, algo nuevo.'
'Lo intentaré en el futuro para complacerlo,' dijo Verloc incómodo.
Wurmt miró a Verloc.
'Usted está muy sobrepeso,' dijo él.
'¿Sobrepeso?' dijo Verloc enojado. No podía creer lo que escuchaba.
Wurmt no respondió por un tiempo. Finalmente, dijo, 'Creo que debería ver al Sr. Vladimir. Por favor espere aquí.'
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El Agente Secreto
Mystery / ThrillerAdolf Verloc es un doble agente, trabajando para la policía británica y un país extranjero. Él pretende vivir una vida normal con su esposa, Winnie, y tiene una tienda en Londres, la cual en la noche, se vuelve un lugar de reunión para anarquistas...