Parte 6

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Meliodas subió las escaleras, aun confundido, pero determinado a conocer el comportamiento tan inusual y espontáneo de Elizabeth. Supuso que había entrado al baño, ella no sería capaz de entrar a otra habitación sin permiso. Cuando llegó frente a la puerta del baño, la tocó ligeramente. Sonrió al escuchar un pequeño chillido dentro de ésta.

- Elizabeth... ¿Estás bien? - Comentó Meliodas algo preocupado, haciendo sentir mal a la chica por hacerlo sentir de esa manera. - Lamento si te molesté...

- Usted lo vio, ¿no es cierto? - Dijo Elizabeth con amargura, donde del otro lado de la puerta del baño se encontraba sentada a un lado de ésta. Ella sabía que él fingía desconocer la situación.

- Así es... - Murmuró Meliodas, antes de sentarse en el suelo y recargarse en la puerta. Podía escuchar que Elizabeth murmuraba cosas sin sentido, pero se oía molesta.

Hubo un silencio incómodo, pero a Meliodas le dio igual pues esperaría a que la chica le contestara o hiciera alguna vocalización. Después de meditar unos minutos, Elizabeth sonrió para sí misma pues sabía que el joven jamás haría algo que la ofendiera, pero no evitó sentirse temerosa al verse expuesta.

- Cree... ¿Qué piensa de mi ojo...? - Habló suavemente, sorprendiéndose por estar tan tranquila a pesar de que se moría de los nervios de conocer la respuesta.

Meliodas se mantuvo callado, pensando en lo que había visto, un hermoso ojo de color miel. La chica poseía heterocromia y era raro, pero no era nada malo a su parecer. De hecho, le daba un toque único. Sin que se diera cuenta, él había comenzado a sonreír bobamente. - Es lo más hermoso que he visto en mi vida... Sabía que eras única, pero no a este nivel.

- Joven Meliodas... - Pequeñas lágrimas brotaron de los ojos de Elizabeth, era el primer chico que le decía eso. - ¿En serio?

- Claro, por qué mentiría. Elizabeth, eres hermosa y esa diferencia de colores en tus ojos no harán que cambié de opinión. De hecho, creo que te hace ver más bella. - Habló Meliodas serio, pero con dulzura en cada una de sus palabras. Por un momento, pensó en lo que había dicho y vaya que sonaba muy cursi para él, que se rió de sí mismo. Al ver lo que había pasado, supuso que algo le sucedió a Elizabeth que no le gustaba su ojo izquierdo. - ¡Puedes contarme, soy todo oídos!

Elizabeth abrió la puerta, sorprendiendo a Meliodas y dejándolo caer en sus brazos. Éste, acostado en su regazo, sonrió al ver el rostro tranquilo, pero melancólico de la chica de cabellos plateados. - Usted es el primer chico que me dice eso... ¿En verdad cree que soy hermosa?

- Claro que lo pienso. Pero... - Elizabeth lo miró incómoda al ver que empezaba a dudar. ¿A caso sólo lo había dicho para que saliera del baño? Eso la hizo sentir traicionada, pero al ver la sonrisa tranquila del chico, esperó a que siguiera hablando. - ... Te verías más hermosas si mostraras esa linda sonrisa tuya.

Elizabeth se sonrojó no solo por las palabras de chico, sino por sentir como la abrazaba con ternura. La chica correspondió su abrazo, Meliodas sonrió al sentir la calidez de la joven, aparte de sentir sus pechos contra él. Después de un tiempo, rompieron el abrazo y se levantaron, pero manteniendo contacto visual.

- Creo que me gustaría escuchar el por qué estás acomplejada de tus ojos. - Comentó Meliodas curioso. Elizabeth ya no sintió tanto temor, que asintió con ánimo. - Vamos a mi cuarto a platicar, ¿qué te parece?

- ¡Sí, joven Meliodas! - Exclamó Elizabeth con alegría, antes de darse cuenta de que entraría a la habitación de un chico y solos, sonrojándose por completo. - Y si mejor vamos a la sala.

- Déjame pensarlo... No. - Sonrió Meliodas con malicia, poniendo nerviosa a Elizabeth. - No te preocupes, no haré nada que te moleste... Por ahora...

Mi dulce niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora