Plan A:

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Su pulso prácticamente se detuvo, mientras pensaba: "esta no fue una buena idea". Gabriela sintió el impulso incontrolable de escapar y se dio la media vuelta, sin embargo no llegó a dar ni un paso porque la voz de la señora Morales la detuvo en seco.

— ¿Gabi? ¿Gabriela Bellini?

Un escalofrío desagradable recorrió todo su cuerpo... Estaba muerta.

— ¡Oh, señora Morales, no la había reconocido! —mintió, con una sonrisa forzada en su rostro.

La mujer se acercó a ella y la abrazó, sonriendo:

— Ha pasado tiempo ya. Tengo un poco abandonada a tu madre —manifestó la mujer y un espasmo pasó por su cara. Como si no se tratara de un recuerdo agradable.

La joven tampoco había olvidado aquella última vez que la señora Morales vio a su madre, la última vez que estuvo frente a ella... Ésta se enojó por algo, que su hija nunca supo, y le gritó frente a todos lo que pensaba de su madre. Siempre sospechó que algo tenía que ver con su ex prometido.

— No sabía que eran amigas —continuó la señora Morales, algo confundida, mirando a su hija y luego a Gabriela.

— ¡No, mamá, recién nos conocemos! Estaba con Pichicha, pero se descompuso mucho y... —parloteó su hija, no obstante Gabriela no la escuchaba.

Detrás de ellas apareció la aludida, proveniente de los baños públicos. La falsa Paloma, al ver a la antigua amiga de la madre de Gabriela, palideció como un muerto y sus ojos se agrandaron por la sorpresa. De inmediato, les dio la espalda y volvió a entrar al sanitario.

— ¿... lo crees? —dijo Natividad, dirigiéndose a ella.

— ¿Qué? —balbuceó la joven, que no la había oído.

— ¿No me escuchaste? ¡Esta música está muy fuerte! —exclamó riendo con descaro y levantó la voz, tratando de que entendiera cada frase. Gabi se sintió muy estúpida—. Decía que si crees que mi amiga ya esté mejor. Aún no sale del baño.

— Probablemente esté muy descompuesta.

— Voy por ella —indicó sin más trámite y casi salió corriendo hacia los baños.

Gabriela intentó detenerla pero ya era tarde. La señora Morales, casi de inmediato, se puso a hablar de sus cosas y a hacerle mil preguntas a la joven sobre su vida, preguntas a veces indiscretas, que soportó con paciencia y buena educación. Luego comenzó a hablar de su hija...

La joven apenas si la escuchaba, estaba nerviosa porque las demás no volvían. La reticencia de Clara le sorprendió un poco, no era muy probable que la mujer la reconociera. Era demasiado cauta. No la veía desde hacía años... ¡Ni siquiera ella, que fue su amiga íntima, la había reconocido!

— No sé si Nat te contó pero se va a casar —comentó de pronto la mujer, sin emoción ni alegría.

— ¡Ah! No lo sabía —respondió, desviando su mirada.

La mujer la miró de manera extraña e hizo que se pusiera nerviosa y quisiera escapar de allí. Por desgracia un desagradable rubor cubrió el rostro de Gabriela. No podía dejar de pensar que seguramente recordaba muy bien quién había sido ella (antigua prometida del novio de su propia hija) y la estaba probando. Sin embargo, no hubo más tiempo para hablar...

— Mamá, tendremos que irnos solas. Pensé que mi amiga estaba en el baño pero no la encontré. Le llamé por el celular y me dijo que se había retirado antes de que terminara la clase por su horrible descompostura. La pobrecita no quiso que yo dejara mis ejercicios por ella. ¡Es tan amable! —dijo con desánimo y añadió bajando la voz—: Creo que tiene diarrea.

La venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora