¿Admiración?

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Observé asustada la espada que estaba atrevesada en el pecho de aquel tipo.

—Traigan al chico —ordenó.

Ella me había elegido a mí junto y a ese chico del que hablaba. Dos hombres se retiraron para traer al chico, me preguntaba quién era. 

—No trabajaré para ti —fue lo único que salió de mis labios.

Ella me volteó a ver, sacó la espada del pecho del tipo que me acompañaba hace unos cuantos segundos y volvió a mirarme.

—Entonces morirás —susurró mientras con la espada me acomodaba mis cabellos sueltos.

Alzó la espada y....

—Bartra por favor, lo necesito.

El rey se quedó unos cuantos segundos pensando en la respuesta, en verdad necesitábamos su mejor barco para ir en busca de Elaine.

—Lo siento Meliodas, ese barco es muy importante, mis antecesores lo ocupaban y ahora yo lo hago, después lo harán mis hijas. No puedo prestartelo.

El capitán se arrodilló de una forma que ni siquiera se veía su cara.

—Bartra llevó años trabajando para ti y el reino. Jamás te he pedido nada y ahora qué lo hago te niegas, si de esa forma serán las cosas, pues...

"Así serán"

Esas palabras me dejaron sorprendido, sabía que el capitán jamás le diría algo así al mismo rey Bartra a no ser que tuviera un plan. Por algún motivo sentía el capitán no estaba pensando lo que decía.

Bartra lo miró confundido —Lo sé y te pido una disculpa, pero ese barco no puedo prestarlo, si necesitas alguna otra cosa...

Mi expresión cambio al ver al capitán pararse de una forma agresiva. Observé su expresión y se veía muy molesto, en todos los años que he trabajado para él jamás, jamás lo vi así.

—No necesito su ayuda. King nos vamos.

Él se volteó y observó de una manera seria al rey y sin decir nada más salió de ahí.

—¿Él estará bien? —preguntó Bartra mirándome, esperando alguna respuesta de mi parte.

Voltee a verlo con una expresión seria, estaba dispuesto a amenazarlo para ver si de esa forma me prestaba su barco —Escucheme, si no me da...

De la ventana entró una navaja de una forma increíblemente rápida, apenas y logré esquivarlo.

—¡¿Rey Bartra?! —quedé en shock cuando lo vi.

La navaja se encontraba a lado del rey Bartra, a unos cuantos milímetros de él. Los guardias se acercaron a él para saber si estaban bien. Ahora entendía todo.

Salí corriendo de ahí sin que me vieran los guardias y el rey Bartra.

El grito de rey Bartra provocó que apresurará el paso, sabía que ya sabía lo que tenía el mente el capitán. Ahora las guardias nos detendrían y seríamos ahora unos criminales.

—¿Está dispuesto a arriesgar su vida por Elaine, capitán?.

—Sí, estoy dispuesto a arriesgar mi vida para rescatarla.

La pelinegra suspiró, sabía que el capitán estaba hablando en serio, también sabía que el viaje sería largo, habría enemigos y necesitarían ayuda.

La mujer sonrió —los acompañaré.

Meliodas sonrió —Gracias Merlín.

—¡No la mates Jericho! —el gritó de un hombre hizo que la capitana se detuviera al instante, noté que su expresión cambió a una tranquila.

—Tienes suerte, le debes tu vida al capitán avaricia.

¿Capitán avaricia?, ¡Eso no podía ser cierto!, Él debería haber muerto hace años al igual que la capitana Jericho, no entendía nada de esto.

Volteó a todos lados al ver que los hombres se arrodillaban, acaso era debido a ese nombre. Jericho se arrodilló, no había nadie, no entendía por qué se arrodillaban.

—En este momento estás a la vista del capitán avaricia, no podrás verlo  ya que no sientes ningún agradecimiento o sentimiento que tenga que ver con él como nosotros lo tenemos, eso se debe a su maldición. Solo el amuleto podrá ayudarlo.

Escuche unos pasos muy cerca de mí, estaba muy asustada, no sabía si estos tipos tenían la razón.

—¿Cómo llegaste aquí, niña? —preguntó una voz sería que me asustó por completo, su voz se escuchó enfrente de mí, cerré los ojos fuertemente.

—¡Contesta mocosa! —la capitana me dio un fuerte golpe en el estómago.

Caí al piso aún con el dolor de aquel golpe, abrí mis ojos y me encontré con un hombre muy alto, cabello gris y una larga barba, no traía camisa, tenía su pecho al descubierto.

—¿Q-quién e-eres tú? —pregunté en un susurró, creí que me desmayaría en un par de segundos.

Todos me miraban sorprendidos, como si hubieran visto un fantasma. La capitana Jericho se acercó a mí y me tomó el brazo para levantarme.

—¿Puedes verlo? —preguntó seriamente.

Asentí. Él se acercó a mí, tomó mi mejilla y me sonrió de una manera que jamás había visto, me hizo sentir protegida.

—Tranquila pequeña, ya estás a salvo —susurró.

Caí inconsciente en sus brazos, sabía que estaría segura con él a mi lado.

—No entiendo nada capitán, se supone que ella no puede verlo, ya que no tiene ningún sentimiento por usted.

El peligris suspiró —Llévala a descansar.

—Pero...

—Hazme caso Jericho.

Ella asiente seriamente —De acuerdo capitán.

Desperté al escuchar las risas de unas personas, abrí mis ojos y observé que todos me miraban sorprendidos, me sentí incómoda.

—¡Capitana ya despertó! —gritó uno de ellos.

Voltee y me encontré con la capitana, ella me observaba seriamente, a su lado estaba el hombre que me salvó la vida. Traté de sentarme en la orilla de la cama con esfuerzo, me sentía débil.

—Qué bueno que despiertas —dijo la capitana mientras se acercaba a mí poco a poco.

Él me mira y se acerca a mí —¿Cómo puedes verme?, No recuerdo haberte conocido, no debes tener ningún sentimiento por mí.

—No lo entiendo —continuó Jericho —debieron contarle de ti capitán.

Su expresión cambió a una seria —¿Te han hablado de mí? —preguntó.

—Mi hermano me hablaba de usted capitán, me contaba de sus aventuras y yo... Lo admiraba, siempre quise ser un pirata famoso como lo fue usted.

—¿Me admira? —preguntó confundido.

Jericho volteó a verlo —ese es el sentimiento que tiene por usted, por eso puedo verlo capitán.

Él bajo su mirada al piso, parecía triste, ¿Acaso fue por lo que dije?.

—Niña no deberías admirarme, esas historias que te contó tu hermano son mentiras —susurró seriamente.

Lo observé confundida, no entendía porque decía eso, quise preguntar pero no quería incomodarlo, miré su ojos, sabía que se sentía triste, quise abrazarlo pero él había desaparecido.

Jericho me miró seriamente —¡Vayan a trabajar! —gritó. Todos asintieron y se fueron dejándome sola con Jericho —Niña, tendrás que trabajar aquí, quieras o no.

Sin más que decir se fue. Esto cada vez no me gustaba, extrañaba a mi hermano y al señor Meliodas. Espero que me encuentren pronto.

Capitán avaricia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora