Amantes

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La habitación estaba por completo silenciosa cuando abrí los ojos. Debían ser las ocho de la mañana más o menos. El cuarto de JungKook era, como ya había dicho, bastante sencillo.

La gran cama ocupaba el fondo de la habitación y la ventana más larga estaba sobre la cabecera. La otra estaba en la pared de la derecha, a lado de una mesa en la que había un par de papeles y una pluma. Había pósters en el techo, dándole el aspecto de la habitación de un adolescente, apariencia que resaltaba más cuando mis ojos miraron la guitarra acústica recargada a un lado de un gran estéreo. A su vez, justo a un costado del aparato había tres pilares huecos donde se colocaban discos. Eran muchísimos, esos pilares medían un metro cada uno y estaban hasta el tope con los CD's. No había duda de que JungKook vivía su vida como siempre quiso: rodeado de música.

Del lado de JungKook había una pequeña mesita de noche, donde tenía su radio despertador y su celular. No pude evitar envidiar el modelo, de hecho, no podía evitar envidiar su vida llena de lujos. Pero no me detuve a pensar en eso, no tenía ganas.

Preferí volver a mirarlo, durmiendo apacible aún. Estaba tendido sobre un costado, su rostro muy cerca del mío, y su cabello reposaba en la almohada, hallándose parte de su rostro hundido en esa cómoda tela. La cobija que nos cubría a ambos le llegaba casi al codo y sus brazos yacían lánguidos sobre el colchón a sólo unos centímetros de su pecho. Observé su cuerpo subir y bajar al compás de su respiración suave y después analicé sus tatuajes. Tenía uno en el cuello y varios en los brazos. No era del tipo de tatuajes a los que había que hallarle forma, si no que eran muy definidos, yo estaba seguro que los había pensado muy bien antes de hacérselos y que el área escogida había sido previamente planeada.

Sentía mis hombros ligeramente entumidos por la fría mañana, ya que tampoco me había cubierto con las cobijas del todo; así que las jalé para que nos cubrieran hasta el cuello y me acerqué más a JungKook para rodearlo con un brazo.

Él reaccionó al contacto tallándose el rostro casi inconscientemente y sin abrir los ojos, luego respiró hondo y me dio la espalda. Yo sonreí y pegué suavemente mi pecho contra su piel. Él alzó las cejas con pereza, sin despegar sus párpados y no evitó que lo abrazara. Recargué mi mejilla sobre la suya y él sonrió un poco.

—¿Cómo amaneció el bello durmiente? —musité sonriendo también.

—Con ganas de volver a dormir.

Reí entre dientes y besé su mejilla antes de recargarme de nuevo en ella.

—Sigues siendo tan flojo como te recuerdo.

—Soy músico. Mis horarios están de cabeza. Duermo de día para poder tocar de noche.

—Como un vampiro —comenté divertido. Él rio y asintió sin abrir sus ojos ni por error. —Bueno, debo admitir que tocas muy bien de noche.

—Pervertido.

Ambos volvimos a reír y posé mis labios contra su hombro. Por fin abrió los ojos y giró su rostro para mirarme. Cuando lo hizo una pequeña línea se formó entre sus labios y rodeó mi cuello mientras se daba la vuelta para quedar de espaldas bajo mi abrazo. Yo hundí mi rostro entre su cuello y su hombro y sus brazos me estrecharon.

—Quisiera que todas las mañanas pudiera despertar así —musitó. —Sin ninguna prisa y contigo sujeto a mí.

No contesté.

Obviamente el sentimiento era mutuo, pero ya habíamos quedado en algo y yo no iba a arruinar esa especie de pacto que silenciosamente se había formado la noche anterior. Él iba a casarse, punto. Yo no iba a cambiar eso y él menos, pero tampoco cambiaría lo que sentíamos, que era más valioso que un matrimonio.

Nuevos Latidos || JiKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora