Capítulo VII

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El viaje de retorno a Somerset fue un poco largo y tedioso para Sol, cuando llegaron a Chervach su abuelo la dejó tranquila para que la muchacha se olvidara de el mal rato de escuchar los sentimientos de un caballero y tener que rechazarlo.

Las gemelas cuando supieron de la llegada de su amiga fueron a visitarla, más al ver a Sol tan desolada y melancólica, no preguntaron mucho de su estadía.

Transcurrió una semana y Sol no cambiaba su forma retraída y melancólica, no había nada que animara el espíritu de la muchacha

···

Los carruajes llegaron al castillo, el primero en salir fue el Duque acompañado por el señor Dayon, ya que su excelencia había sufrido un golpe en la cabeza, cuando él y Conrad estaban inspeccionando otro lado de la mina, su amigo descendía acompañado también por su ayuda de cámaras ya que aun no se curaba del golpe que recibió en su hombro izquierdo.

A pesar de tener la cabeza vendada, el Duque se le veía muy alegre de retornar al castillo, saludando con una sonrisa al mayordomo y a los demás sirvientes que se apresuraron a salir para recibir a su señor.

Lady Camila también salió al recibidor a esperar al señor Conrad, ya que había transcurrido casi dos semanas de su partida, pero al ver a su hermano con una venda en la cabeza y que su prometido tenía vendado el brazo izquierdo, quiso saber qué ocurrió, pero su hermano no le dio tiempo de hacer pregunta.

El Duque saludó a su hermana, más de inmediato preguntó:

––¿Dónde está Sol? ¿Está en la biblioteca? ¿Camila dónde está ella?

Lady Camila miró al señor Conrad en ese instante entraba por la puerta, deseaba correr a su encuentro, pero su hermano parecía que su alegría se transformaba en desesperación y cuando ella se quedó un instante meditando para saber qué decir, él parecía fuera de sí, así que sin más indicó.

––Alan, Sol y el señor Mellor se marcharon al día siguiente de que ustedes se fueron a la mina.

––¡Que se marcharon! ¿Por qué?

––No lo sé Alan, ella se marchó sin decir una palabra.

El rostro del Duque se palideció de inmediato al escuchar que su Sol se había marchado, cabizbajo dijo:

––Llévame a mis aposentos Dayon.

––Sí su excelencia.

El ánimo y las fuerzas del Duque desaparecieron.

Lady Camila lo observó caminar de la mano de su ayuda de cámaras, más pronto dejó de contemplar a su hermano, se giró y fue a donde un asombrado Conrad presenciaba lo ocurrido:

––¡Oh Conrad! ¿Qué le ha ocurrido?

––Lady Camila, qué gusto es verla.

El señor Conrad se comportó como un caballero, pues no deseaba hacer otra escena delante de la servidumbre que estaban aun atónito por la forma desesperante que su señor llamaba a Sol.

––Buenas tardes Señor Rodbone ––, dijo ella muy educadamente.

Él besó una de sus manos.

El mayordomo aprovechó que ellos entraron al salón de estar para que la servidumbre retornase a sus quehaceres, más las doncellas cuchicheaban:

––Su excelencia preguntaba como loco por la señorita Mellor, será que había algo entre ellos.

––Él estaba muy alegre hasta que supo que ella no lo esperaba.

Improvisto Amor IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora