16- Parte de Ti (2)

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Aquella noche Daniel no pudo esperar y salió de la ducha dispuesto a quitarse todo del corazón. Molesto consigo mismo y con su estupidez de ponerse en evidencia.

Ahora pensaba en irse de aquella casa donde una vida con su " mejor amigo" iba a compensarle, quizás con la correspondencia a sus sentimientos.

-Idiota! -se dijo a si mismo.
Sin esperar más se secó el cabello y el cuerpo y regresó a su habitación a alistar sus pocas pertenencias. Tenía ganas de huir, de perderse y no volver a ese lugar. 

Al menos por esa noche iba a ser espantoso para él dormir junto a Alex luego de tamaña humillación. De pronto una idea retorcida cruzó por su mente ya alterada.

"Un clavo saca otro clavo".

Pensó en marcar ese número conocido pues sabía que le gustaba a aquél hombre. Y que por su parte había disposición de una relación o lo que fuese. "Lo que fuese" era suficiente para él en ese momento si hablábamos de despecho o en este caso de sentirse mal a niveles insospechados. Sabía que no estaba siendo completamente sincero, es más que era hasta inmoral. 

Estaba dolido y la rabia fue cediendo mientras se arreglaba de manera minuciosa.  Lo más tentador posible. Ya había aprendido eso en el Club. Buscó entre sus prendas una forma de lucir lo más bello que pudo, y fácilmente pudo vestirse. El de ojos verdes era un modelo apenas salió de su habitación y deseable hasta el punto de volver al bar y hacer el mejor de sus actos. 

Lamentablemente no para la persona que él deseaba. 

Suspiró mientras iba aplicándose un perfume cítrico con toques de almizcle. Luego cogió el celular y marcó su número.

-Hola Daniel... - Dijo una voz coqueta y profunda del otro lado de la línea.- ¿Pensaste en mi oferta?

-En verdad que sí.- dijo el muchacho coqueteando a su vez mientras tenía una media sonrisa.- ¿Es muy tarde para que te haga una visita?

-Te mando un taxi.- Dijo Oscar calmado mientras pensaba para qué querría verlo el muchacho  a aquellas horas. -Aja. Te veo luego Danny. Adiós.

Ambos colgaron.

Oscar daba una calada a su cigarrillo mientras llamaba el Uber y lo dirigía a casa de Alex y Daniel. Quizás habían tenido una discusión, o había habido algún otro motivo. Era posible que recibiera a su "amigo" un poco alterado o con el ceño fruncido pero si había recurrido a él probablemente es que sentía la suficiente confianza.

No se aprovecharía de esa vulnerabilidad. Era un canalla cuando había que serlo, pero no esta vez. 

Ya que la llamada lo tomó en medio de sus investigaciones, cerró un par de libros en los que buscaba referencias y aplastó la colilla en el cenicero.

Pensó en darse una ducha ligera y también cambiarse de camisa. Puso la cafetera y se frotó la rizada cabellera mientras buscaba algo casual que pudiera ir con semejante visita a esas horas inusuales.

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Muchos sentimientos encontrados se reunieron en Daniel , pero ya se había decidido. Y debía alejarse de Alex por un tiempo. Al menos hasta que esto pasara. Estaba ya a punto de salir y se puso gotas para que sus ojos no se viesen tan inflamados por las lágrimas.

Salió esta vez de su habitación y había dispuesto todo para una mudanza. Le faltaban unas pocas cosas, pero podía comprarlas con el sueldo que Oscar le ofrecía. Sintió una tímida mirada mientras se dirigía a la salita y se cruzó con Alex que también salía a tomar un vaso de agua lo suficientemente conmocionado y avergonzado como para no atreverse a mirarlo a los ojos.

-Vas a salir?

-Si. - Dijo secamente.

Cerró la puerta tras de sí mientras evitaba cualquier pregunta de su amigo, otrora su mejor amigo, su amor escondido, su primer y no correspondido...amor.  Respiró profundamente mientras esperaba el taxi que enviaba el maestro. Prefería hacerlo en la calle ya abrigado y sacando una cajetilla mientras se cobijaba del frío. 

Exhaló mientras veía las nubes neblinosas y oscuras de aquella noche. Pensó que ya no habría vuelta atrás depués de esta noche. Las cosas ya no serían como al principio, cuando Alex le dijo en la secundaria que podía copiar de su examen, pero tenía que estudiar más la proxima vez.

Cuando Alex le confió que estaba solo con su abuelita, cuando ella falleció el se quedó en su casa para que no sintiera ese golpe de soledad que se siente cuando realmente se ha ido el único familiar que te queda. El día de su cumpleaños en el que le regaló la computadora y ambos animándose a seguir ese sueño de escribir y compartir momentos de risas y creatividad. Cuando se leían los cuentos y los trabajos, haciéndose las correcciones debidas. Eran un buen equipo pero... 

Ya había cruzado una línea y eso evitaba que todo regresase como al principio.

Le dolía. Demasiado para seguir estando a su lado por mas que lo quisiera.

Un auto paró mientras sus faros alumbraban la cimbreante y fina figura con un cigarrillo entre los labios. El conductor se detuvo y Daniel bajó hasta la ventanilla mientras aplastaba la colilla con la suela de su zapato.

-El señor Estrada? - Dijo el hombre con ojos de cansancio pero unas ojeras que denotaban su horario nocturno.

-Si. Dijo rápidamente el chico mientras abría la puerta del taxi y se montaba en él. - Una pregunta, no quiero ser descortés. ¿Puedo fumar en su taxi?

- No hay problema. Yo también fumo. Con conversación o sin conversación?

-Sin, si no es molestia. 

-De acuerdo. 

El carro arrancó mientras se dirigía a casa de Oscar  y por la ventana de aquel departamento, Alex veía irse a su amigo mientras también sentía que algo se rompía dentro de él.  Ya ambos habían ido demasiado lejos. Ambos lo sabían, pero era demasiado dificil esta vez afrontar la soledad absoluta. Se sentía casi huérfano de verdad. Esta vez lo era. 

Y la culpa la tenían todos estos sentimientos mezclados. Este dolor, ese amor por Eduardo, el cariño inmensisimo por Danny.  Cerró la ventana y fue caminando a su habitación donde se hizo un ovillo mientras se tapaba el repentinamente gélido cuerpo con las colchas. Solo.

Ahora sí iba a saber de verdad lo que era estar solo.

La noche era azulina y negra, oscura con unos tonos de violeta. Ambos amigos decidían en soledad. Ya no servía llorar. Eran mayores. Y a pesar de todo, esa brecha, esa distancia, los consumía, los quebraba y los volvía frágiles.

Prohibido BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora