Semáforos en rojo, en verde, peatones de un lado al otro, taxis amarillos, autos de todos los modelos. Gritos, bocinas, sirenas, música. Algún artista callejero con guitarra, otros personajes en su mundo, intervenciones artísticas, carteles, luces, teatros. Marquesinas, oficinas, parques, fuentes. La Gran Manzana nunca duerme.
Ella. Su Louis Vuitton en tono con sus stilettos de la misma firma y su traje negro de la suerte: Su pollera tubo al cuerpo que acentuaba sus curvas, su camisa de seda italiana rosa pálido que finalizaba con un sutil moño en el cuello y un saco entallado en el oscuro composé de la falda. Sus grandes anteojos, su espresso en mano y el celular en la otra. Su boca de un rojo fuerte que hablaba con fluidez por el aparato logrando cerrar un negocio. La música de fondo que Miguel elegía cada día. Su limosina atascada en el East Side del Central Park por el desfile de San Patricio.
-¿Falta mucho? -dijo después de cortar, mirando por la ventana.
-He hablado con el oficial y nos dejarán desviarnos por aquella calle una vez que pasen aquellas dos carrozas, señorita Espósito
-Miguel, ya te dije que podes llamarme Lali -lo miró por el espejo- debemos llegar a la oficina lo antes posible, tengo las entrevistas con los nuevos candidatos que Benjamín me pidió seleccionar.
-Lo sé, señorita Lali. Allá vamos.
-¡Gracias! -dijo al cielo al sentir el auto avanzar.
Como cada vez que descendía del auto, su entrada era triunfal. Giraba la puerta de cristal y el inmediato choque entre el marmol del suelo y sus taco aguja, eran la señal de que Mariana Espósito, jefa del Departamento de Moda, había llegado. Graciela la saludó con afectuoso respeto al que ella devolvió y no tardó mucho en meterse en el ascensor y apretar el piso 20.
-Que el primero me espere en la oficina, Candela -dijo al mirarla y sonrió- Buenos días. Camina conmigo.
-Buenos días, Lali -le entregó su agenda y recibió su abrigo y el vaso de café vacío- Benjamín pidió que te reúnas con él a las trece horas y Pablo avisó que no iba a poder venir el día de hoy porque estaba muy enfermo.
-Gracias, por favor confirmale a Benjamín y haz que Martínez reciba el telegrama de despido.
Al entrar en su oficina encontró un ramo de rosas blancas. Se acercó a ellas aunque odiaba esos gestos por demás forzados.
"Suerte en el reclutamiento. Love you, mi argentina. B". Sonrió y dejó a un lado la tarjeta. Al sentarse en su silla, escuchó la puerta y autorizó el ingreso.
-Buenos días, señorita Espósito.
-Buenos días... -dijo releyendo el currículum en su mano- Charles, ¿Verdad? -él asintió- ¿Por qué crees que el New York Times debería contratarte?
-Eh... bueno, porque estudié comunicación en Harvard y... y me he graduado con hono-
-No -lo interrumpió- ¿Qué te hace a vos diferente a cualquiera de los que están sentados ahí afuera?
-Soy muy aplicado, y obediente y -
-¿Obediente? -interrumpió.
-Sí, entiendo rápidamente las directivas, las órdenes, soy rápido en hacer las cosas, también...
-Gracias, Charles -volvió a interrumpir- cualquier cosa te llamamos
-Pero no me preguntó nada de lo que dice en aquel papel -dijo señalando su currículum.
-Te pregunté otra cosa que es más importante. ¡SIGUIENTE! -Gritó y el jóven salió.
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El ascensor se abrió y Candela sonrió al ver a Eugenia Suarez, de punta en blanco y su rodete tirante, acercarse a ella.
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RECORDAR TU NOMBRE
FanfictionLa ciudad de New York se viste con sus mejores paisajes, sus mejores fiestas y sus mejores edificios para dar lugar al New York Times, el periódico más leído de la gran manzana. En los pasillos del gran edificio situado en la calle 42 y la novena av...