El instituto en que se educa Loki posee varios clubes, y cada uno de estos tiene su propia mascota. Cada año los miembros de los clubes compiten entre sí para robarlas, de tal modo quienes consiguen obtener todas las mascotas ganan el poder de elegir el tema del baile de graduación; las mascotas son cualquier objeto, un oso de peluche, un robot, lo que sea.
Loki es el líder del club de populares, solo personas de lo más sofisticadas, listas y glamorosas pueden tener siquiera el deseo de entrar en el, no cualquiera lo logra. Obviamente están allí los capitanes de cada equipo de deportes y uno que otro niño rico que había invertido en regalos para Loki. De tal modo que tenían una reunión en ese momento para decidir qué harían para robar cada mascota, todo había estado bastante tranquilo, pero el juego comenzó cuando el club de tecnología había robado la mascota del club de teatro. Se decidió que cada uno de ellos iría en busca de información, y se mantendrían en contacto para prestar ayuda de forma inmediata; se concretó también que las mascotas no deberían estar siempre en el mismo sitio, pues de ese modo sus dueños tendrían más dificultades para recuperarlas.
Todo inició con el club de deportistas, Loki se vistió con un pantalón negro ajustado, una camisa blanca de tres cuartos y se peinó con una bonita trenza que después decoró con pequeñas florecillas. Caminó hasta adentrarse en el club, como líder sabía que los deportistas eran tan despistados como para no haberse percatado del robo sufrido por el club de teatro, pero también sabía que serían quienes más darían pelea, por lo tanto debían atacarlos sin que esperaran la sorpresa; Loki se sentó en las piernas de cualquiera de ellos y lanzó la pregunta "¿tú eres el líder?" El club no poseía un líder, pues todos eran deportistas de un mismo nivel, buenos en lo que hacían, pero que no habían alcanzado la cima o en otras palabras: convertirse en capitanes. Pues de serlo estarían en el más codiciado club de todos, ese que lideraba Loki.
La discusión comenzó y sin ser visto Loki envió un mensaje a su grupo para avisarles que era momento. Mientras Loki hacía gala de esa lengua venenosa para poner dudas en los miembros de ese club, ellos se peleaban por él; al parecer habían decidido sin siquiera hablarlo, que quien tuviera a Loki sobre sus piernas debía ser el líder. Él se dejó hacer y mientras hacía tal cosa, sus muchachos habían ingresado silenciosamente en el club. Después de unos minutos Einar apareció frente a ellos, Loki no pudo ver el mal gesto que lo invadió al observar como el grupo de "idiotas" reclamaba su trasero sobre las piernas de cada quien.
— Príncipe Loki, no debería estar aquí. Por favor acompañeme, lo guiaré a su habitación — había dicho él con una leve inclinación. Loki se despidió con una linda sonrisa y una reverencia.
Caminaba tan sexy como siempre, esta vez tomando el antebrazo de su mejor amigo. Y cuando estuvieron lo bastante alejados se echaron a correr, los deportistas tuvieron dudas por tal comportamiento hasta que observaron al resto de miembros del club de populares correr veloces con su mascota en mano; intentaron alcanzarlos mas no pudieron. Ese príncipe engreído los había engañado a todos, los había hecho pelearse entre ellos y como si fuese poco también se había ido meneando las caderas; actuaba como un ganador, pero aún no conseguía todas las mascotas.
Los días pasaban y los clubes eran un caos, los del club de arte habían secuestrado a Loki creyendo erróneamente que él era la mascota del club.
— Idiotas, no soy una mascota —gritó Loki enojadísimo, pues habían tocado a su puerta por la noche y lo arrastraron en cuanto abrió — les ordeno dejarme ir.
— Bonita pijama de peluche —dijo el líder de ellos tocando la suave tela — bonitas orejas —volvió a hablar, esta vez tocando las orejas de oso que poseía la parte superior del pijama — pero te verías mejor si te lo quitaras.
Entonces fue que Loki reaccionó asestando una fuerte bofetada a aquel irrespetuoso, pero el tipo lo tomó con fuerza del brazo y si no fuera por el gran orgullo de Loki, un quejido hubiera salido de su boca. El líder del club de arte lo detestaba por alguna razón, envidia tal vez; y le advirtió que estaba en campo enemigo, y debía comportarse.
