OTOÑO.
Aunque se me ve perfectamente en mi nuevo porche delantero, el chico que, mal que me pese, viene a recogerme en coche anuncia su llegada con un potente bocinazo, lo bastante fuerte para que me traspase la música de los Damned, que suena a través de mis auriculares.
Jack Avery es el tipo de chico al que le gusta hacer una entrada triunfal.
Espero a que su mastodóntico coche chupagasolina se detenga por completo antes de parar mi música y dirigirme hacia él. Lo que sea que Jack escucha –oigo una batería y unas guitarras – se interrumpe bruscamente cuando me acerco. Aunque con mi metro sesenta y cinco de estatura soy una persona de un tamaño totalmente razonable, prácticamente tengo que tomar impulso para saltar y meterme en su vehículo, monstruosamente grande, pero al fin consigo instalarme en el asiento, con el cinturón de seguridad abrochado y la mochila sobre mis rodillas, deseando que este viaje –y mi último año de instituto –terminen cuando antes.
-Llegas diez minutos antes de lo previsto –digo a Jack.
El hecho de que nuestras madres sean íntimas amigas no significa que nosotros tengamos que seguir el mismo camino.
-Tú ya estabas listo –responde con tono afable –. Me esperabas afuera, todo arreglado para tu primer día de instituto.
Dado que llevo uno de mis atuendos habituales –jean, Converse y una remera negra con blanco –pienso que ha querido hacer un comentario jocoso, aunque quizá no sepa lo que significa la palabra jocoso.
-Estaba escuchando música. Abrazando la soledad.
-Ahora abraza nuestra mutua compañía. –Jack me dedica su sonrisa de deportista-chico-bueno-superpopular antes de hacer marcha atrás hacia Callaway Lane –. Además, hay que llegar temprano el día de clase. Estos son los días de gloria, Zachary.
-Días de gloria. –Las palabras salen de mi boca con tono apagado. Por lo que a mí respecta, el instituto es un período que hay que superar y olvidar. No necesito regodearme en su pomposa tradición.
Pero este es Jack Avery. Le chifla lo puramente decorativo. Se revuelca en la frivolidad. Si existe la más remota probabilidad de algo relacionado con un formulario de inscripción o una pancarta ensalzando el espíritu estudiantil o un chico disfrazado de pájaro (la mascota de nuestro instituto es un petirrojo), Jack se apunta.
En suma. . ., le encantan esas estupideces.
Y yo las odio.
Las odio profundamente.
Giramos por Plymouth y enfilamos hacia el oeste sumidos en un tenso silencio mientras pastos, arce y casa de labranza desfilan junto a nosotros a ambos lados. Resulta increíble que una zona rural tan vasta exista a tan solo veinte minutos fuera de la ciudad.
Me paso los dedos por el pelo, que no es del todo castaño ni del todo rubio, no del todo liso ni del todo corto. No es del todo nada. . . como yo.
Me acomodo en el asiento y, sin querer, pateo la docena de botellas de plástico vacías que hay a mis pies. Sin poder aguantar más, al final suelto lo que los dos estamos pensando.
-Mira, lo entiendo. Nuestras madres no nos consultaron cuando se les ocurrió este plan. –Jack me mira pero no dice nada, así que continúo –No pasa nada. Tienes cosas más importantes que hacer. –Sus cejas se juntan en el centro –Puedes llevarme al instituto un par de veces más para que no se enfaden y luego pensaremos una excusa. Les diremos que tienes entrenamiento y yo tomare el bus.
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Con tu música o con la mía (Adaptación Jachary)
FanfictionJack y Zach no tienen nada en común. Pero este año, el universo se ha confabulado para que se conozcan mejor. Está bien, puede que Jack sea muy atractivo, y mucho mas interesante de lo que Zach había pensado. Y que él no era tan cínico y esnob como...