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Daniel ha dicho alguna mentira para escaparse unos minutos antes de la clase de segunda hora, cuando saldo de ciencias medioambientales, me lo encuentro esperándome en el pasillo.

–Mis padres se van fuera este fin de semana –anuncia.

– ¿El día de Acción de Gracias?

–No, justo después. El viernes. ¿Puedes decirle a tu madre que pasarás la noche en casa de Corbyn?

Me dispongo a responder cuando aparece un gigantesco san Bernardo que casi nos atropella trotando por el pasillo. Es Jack, luciendo un delantal y sosteniendo un bol.

– ¡Funcionó! ¡No se desinfló! –Saca una cuchara y toma una porción de algo de color marrón y blando –. Suflé de chocolate. ¡Pruébenlo!

Soy hiperconciente de que Daniel está a mi lado, sin decir palabra. Aun así abro la boca para que Jack me da una cucharada y. . .

Es dulce, aterciopelado, divino.

–Cielos –digo, después de tragar la cucharada de suflé –. Está increíble.

–Lo sé. –Jack se vuelve hacia Daniel –. ¿Quieres un poco? –Pero Daniel niega con la cabeza.

Jack no parece ofenderse. Sus ojos se posan en alguien que está detrás de nosotros, en el pasillo, y grita:

– ¡Tate, Ava! ¡Espérenme!

Y comienza a correr hacia ellas agitando la cuchara.

– ¡Llevas puesto el delantal! –le grito, pero no me oye.

Así es Jack. Exuberante, apasionado y generoso.

–Eh. –Daniel me da un codazo y de repente me doy cuenta de que tengo una sonrisa boba pintada en la cara. Me apresuro a borrarla.

– ¿Entonces, le dirás a tu madre que te quedas a dormir en casa de Corbyn?

–Quizá –respondo, sin apartar los ojos de Jack.

* * *

Daniel tiene que comprar unas cosas, de modo que dejo que me lleve al centro comercial después de clase. Estamos tomando unos batidos de fruta y termino sosteniendo su vaso mientras él examina la selección de calzoncillos tipo bóxer en JCPenney. Lo observo, preguntándome cuándo hemos alcanzado el punto en nuestra relación en que compramos juntos ropa. Quizá no tendría nada de particular que yo eligiera por él si nos comportáramos de forma sexy o romántica, o si se tratara de una broma, o si a él le gustaran los calzoncillos estampado, o. . . o. . .

O cualquier cosa menos esto. En estos momentos, mi papel consiste en hacer las veces de estante-aguanta-bebidas mientras él trata de decidirse entre unos calzoncillos estampados a cuadros grandes y otros a cuadros pequeños.

Menudo agobio.

De pronto recuerdo el Pensamiento Profundo de mi madre, cuando dijo que a veces tienes que reinar el caos antes de que las cosas se arreglen. Quizá sea eso lo que necesitamos Daniel y yo. Llegar a un punto caótico.

–Fue muy amable por parte de Jack, ¿no crees? –pregunto con tono despreocupado.

– ¿El qué? –Daniel sostiene unos calzoncillos de cuadros rojos y azul sobre su brazo izquierdo mientras se acerca a otro expositor.

–Que te ofreciera un poco del suflé que había preparado. A fin de cuentas, no se conocen bien ni son amigos.

–Ya.

–Estaba muy rico.

–Me alegro.

–Sorprendentemente rico. –Daniel examina unos slip y decido cambiar de táctica –. ¿Sabes lo que me gusta de Jack?

Con tu música o con la mía (Adaptación Jachary)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora