"Todo a su debido tiempo"... Rodaba los ojos cada que su madre le decía aquella frase, como cuando era pequeño y quería hacer o tener ciertas cosas y la mujer lo sentenciaba con esas cinco palabras. "Todo a su debido tiempo", le castraba la existencia que su madre terminara los debates con esa oración, y que por ende, solo se quedara de brazos cruzados esperando que el tiempo pasara rápido para poder hacer lo que quisiera... Qué errado estaba. Porque cuando era niño, todo lo podía hacer. Y ahora, parecía un robot programado para trabajar. ¿Lo peor? En su jodido cumpleaños 25.
-No me asustes así. –Se llevó la mano al pecho después de saltar en su lugar cuando, saliendo del elevador, se encontró con Junmyeon, el sujeto solo reprimió, perfectamente, una sonrisa y le miró curioso en lo que arqueaba una ceja.
-¿Saliste temprano?
-No, iré a verme con Dongwook.
-¿Un festejo?
-Eso quisiera. –Sonrió amargo. –Dijo que quería tratar un tema conmigo. –Y entonces hizo una pequeña mueca, sacudiendo ese maldito portafolio que odiaba con su alma. –Espero no tardar.
-¿Tu madre sabe que saldrás a verlo?
-Sí, pero agradecería que se lo recordaras si llego a tardarme más de dos horas.
-Claro.
Junho estaba esperando por él, era algo que no quería hacer pero tampoco poseía ánimos para conducir, por eso le había contactado hacía algunos minutos para llevarlo a su lugar de encuentro, el edificio administrativo de la joyería, lugar donde Dongwook seguramente le estaba esperando ya, lo imaginaba en su escritorio con toda una conversación elaborada a detalle, con una pulcritud precisa y clara en su habla, su peinado siempre intacto, su frialdad poco común.
-Te llamaré cuando me desocupe.
-Estaré atento, señorito.
Se reprimió un suspiro cuando observó el edificio, se acomodó la ropa y caminó al interior.
Tenía ya cuatro meses trabajando de manera oficial junto a su madre, cuatro meses en los cuales bajó de peso considerablemente, se le acentuaron pequeñas señales de ojeras y, debido a algún momento de vanidad, se había hecho el tiempo para irse a teñir el cabello de color cobrizo. Fuera de eso, no había sufrido algún otro cambio físico; de manera interna, pudiera asegurarse que se había puesto atento a, en verdad, todo su entorno, cada minúsculo detalle le llenaba la cabeza en cuestión de segundos para almacenar esos recuerdos de manera estratégica, tan solo por si las dudas.
-Buenos días, bienvenido. ¿En qué puedo ayudarle? –Saludó la recepcionista al momento en que él se había acercado a tal lugar.
-Buenos días, me citó Lee Dongwook para las diez. –Pausó un segundo tan solo para ver su reloj de pulsera, faltaban pocos minutos para tal hora y luego volvió su atención a la mujer. –Han Sanghyuk.
-Claro, señor Han.
Sanghyuk miró aquella sonrisa trabajada en la mujer antes de llamar a la oficina requerida. Fingía no prestarle atención a su voz mientras observaba despreocupadamente su entorno... Fingió no darse cuenta de las pocas personas que había presente en el lugar, las que iban o venían, las que entraban a los elevadores o las que salían de los mismos. Fingía a cada momento de su vida... Siempre... Y logró distraerse lo suficiente para preguntarse hasta cuándo serían las cosas así. Quizás, las cosas se solucionarían "a su debido tiempo".
Fueron pocos los segundos antes de que se encontrara guiado por un personal hacia la oficina de Dongwook... Como si no supiera dónde estaba, aunque tampoco la había visitado mucho, apenas era la segunda vez que pisaría tal lugar. Esperó a que el trabajador, de una baja estatura a comparación de la suya, confirmara con Chanyeol su visita y finalmente se despidió de aquél hombre, para luego mirar al asistente, saludándole con cortesía.