Parte 7

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Rebusco en el cadáver de Sergio y encuentro un puñado de llaves.

Justo lo que necesitaba. Subo a la última planta y pruebo llave tras llave en la primera puerta. A la séptima va la vencida. En cuanto echo un vistazo dentro sé que es el apartamento de Antony, por cómo está decorado. O mejor dicho, por cómo no lo está.

Continúo por el pasillo, no parece que haya nadie. Pero en cuanto llego al salón, se cierra la puerta de golpe. Me estaba esperando. Antony viene hacia a mí con un bate de béisbol, pero logro esquivar el primer golpe y atrapar el bate con el brazo izquierdo, mientras lo agarro del cuello con la mano derecha. 

Sonrío, porque de esta no se libra, cuando de repente alguien me parte un jarrón en la cabeza. Es Marc Blanch, que ha escalado hasta aquí. Por eso Antony sabía de mi llegada. 

Ahora es un 2 contra 1, pero eso sólo hará que me divierta más. De un revés me quito a Marc de encima, y me lanzo contra Antony. Acabamos en la cocina, rodando por toda la encimera y muebles, tratando de despegarnos el uno del otro y a la vez intentando que el otro no lo haga. Agarra una sartén y me golpea en la sien. Ha sido un buen golpe, pero levanto el puño para hundírselo en los morros. De nuevo Marc Blanch hace acto de presencia, y se me sube a caballito, tapándome los ojos con las manos.

Antony intenta darme otro sartenazo pero le da a Marc en los nudillos, y acaba por soltarme.

Arranco de cuajo un cajón de los cubiertos y se lo estampo al dolorido Marc en el suelo, dejándolo

medio inconsciente. Antony aprovecha que todos los tenedores y cuchillos están por el suelo

para agarrar lo primero que pilla y me lo clava en el costado. Esta vez me ha dado bien.

Casi está cantando victoria, pero en un súbito movimiento me lo arranco y se lo clavo

bajo la boca. Se cae de culo y es la señal de que está muerto. Hago lo propio con Marc y le

rebano el cuello para asegurarme. Cojeando y con la mano en las costillas, salgo de la cocina.

Pero para mi sorpresa, Antony no está muerto. En un último intento, viene corriendo

y me hace un placaje tan fuerte que me arrastra por el salón hasta el balcón y nos caemos

por la barandilla. Consigo agarrarme, pero él, que ya apenas tenía fuerzas, acaba aterrizando

sobre un coche de policía. Ya están aquí.

Aquí no hay quien mueraWhere stories live. Discover now