Capítulo 22

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Kwon

Traté de concentrarme en la televisión, pero mi mente no dejaba de pensar en ella.
Me había dejado solo. Fue como en las clásicas películas de romance en donde el patán se va después de tener sexo con la chica ilusa, claro, en este caso soy la chica ilusa.
A pesar de que mis ojos estaban sobre la colorida pantalla del televisor, sólo imaginaba a Chae. ¿Qué hora es?. Miro la pantalla de mi celular y veo la hora. 2:32.
Debió haber salido ya, ¿por qué no llega? ¿esta con su novio?
Sacudo ligeramente mi cabeza al imaginar esa posibilidad, sin embargo mi mente ya imagino aquella escena de ellos dos en algún parque, o cine, juntos.
Muerdo con fuerza mi labio inferior para ahogar un suspiro, mi estomago siente un vacío horrible que desaparece al momento en que escucho la puerta principal abrirse. Me giro inmediatamente solo para confirmar de quién se trata. Ella me mira por unos segundos y cierra la puerta para después acercarse a mi.

—Hola —sonríe y camina hasta donde yo estoy, sentándose junto a mi—. ¿dormiste bien?
—lleva su mano derecha hasta mi cabello para acariciarlo.
—¿por qué te fuiste? —suelto mirándola con una expresión neutra en mi rostro. Por su parte, ella retira su mano de mi y borra su sonrisa para mirarme fijamente.
—Tenía que ir al colegio —murmura jugueteando con sus dedos sobre su regazo.
—¿fuiste con él? —digo con un bajo tono de voz, compruebo su respuesta cuando no responde y baja la mirada como si tuviese algún remordimiento. Siento mi pecho oprimirse al verla y mis mejillas arder en cuanto vuelve a mirarme, suplicando que deje el tema de una vez—. Deberías comer —me giro para volver a mirar la televisión. Segundos después siento una pequeña mano posarse sobre mi muslo, captando mi atención.
—¿estás molesto? —dice en casi un susurro, vuelvo a mirarla encontrándome con sus preciosos ojos café oscuro.
Niego con la cabeza e inmediatamente coloco mi mano sobre la suya, acariciando la piel con mi pulgar.
—Ve a comer —repito y me levanto del sofá para caminar hasta la puerta principal para salir de la casa. Dejándola completamente sola. Camino por varios minutos hacia lo que parece ser un parque, me detengo al ver a varios niños jugando en juegos infantiles en el lugar y al ver a varias mamás charlando entre sí en bancas cercanas a los juegos. Camino hasta la banca más cercana para posteriormente sentarme y mirar mis manos, juego con mis dedos sin levantar la mirada. Hasta que veo un pequeño auto de juguete golpear mi zapato, levanto mi mirada y enseguida veo a un pequeño niño de tez pálida vestido con un overol de mezclilla y un sweeter color crema debajo de el overol.

—Hola señor —el niño de cinco o seis años se detiene frente a mi, capturando toda mi atención—. Mi carrito de juguete se ha perdido y ha llegado hasta usted —el pequeño levanta su brazo y señala el juguete a lado de mi zapato, mi mirada se posa en el pequeño pedazo de plástico por lo que me agacho hasta alcanzarlo y lo examino por varios segundos—. Es bonito, ¿verdad? —miro al niño que ahora esta sonriendo ampliamente con ambas manos sobre su pecho—. Mamá me lo dio antes de ir al cielo —su sonrisa se intensifica al decir eso. Yo abro mis ojos lo más que puedo, sorprendido por lo que acaba de decir, extiendo el juguete hasta él. El niño toma el auto falso y camina hasta sentarse a mi lado, mi mirada no deja de seguirlo hasta que se sienta. 
—¿Qué haces? —junto mis cejas y pregunto con un tono de voz suave para no asustarlo.
—No me agradan los niños —dice abultando su labio inferior, recordándome a Chae.
—¿y es mejor estar conmigo? —elevo una ceja haciendo que el pequeño ría.
—Ellos juegan conmigo porque sus mamás les dicen. Las he escuchado —mantiene la sonrisa en su rostro. Mi expresión vuelve a ser neutral, y un nudo se hace en mi garganta al verlo.
—¿Dónde está tu padre? —pregunto cambiando el tema y miro a las madres que siguen platicando entre sí, buscando a algún hombre entre ellas.
—Papá nunca me trae a estos lugares —el niño mira a las madres también—. Él bebe agua que lo hace dormir todo el día y come muchos dulces, pero nunca me comparte. Así que me trae una vecina que tiene un niño de mi edad —baja la mirada y se encoje de hombros.
Mierda, el niño no parece consciente de lo que está diciendo, parece más triste por el hecho de que su padre no comparte dulces con él que por el hecho de tener a su madre muerta, y un padre alcohólico, drogadicto e inconsciente de el daño que le hace a un niño. Pero él no lo ve así. Al parecer la inocencia puede ser algo hermoso, pero también algo horrible.

—Usted luce triste —la voz suave del niño me interrumpe—. Cuando estoy triste mi renito me abraza, así —el niño se abraza a si mismo, cerrando sus ojos y sonriendo tiernamente. Tras unos segundos me mira de nuevo—. Usted también necesita un abrazo —se levanta sobre la banca y extiende sus brazos hacia mi, envolviendo mi cuerpo con sus cortos brazos—. No todo es malo señor —lo abrazo también al escucharlo, estrechandolo suavemente contra mi, logrando aspirar su dulce aroma—. También necesito un abrazo de una persona real. Es agradable —me separo un poco de él, para mirarlo y sonrío ligeramente. El pequeño se separa completamente y vuelve a ponerse de pie sobre el piso frente a mi—. Debo irme ahora. Espero que todo mejore —me sonríe una vez más y corre hasta los juegos infantiles con su auto pequeño.

— Espero que tu vida mejore, pequeño —susurro mirando como desaparece conforme se aleja de mi.

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⏰ Última actualización: Oct 03, 2018 ⏰

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