Բѳuʀ: Una declaración de guerra

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Visitar el despacho del director nunca se me hizo tan terrorífico como hoy. Por primera vez en mi vida, aquel largo pasillo que acostumbraba a recorrer tan tranquilamente me resulta de lo más terrorífico. Es como si por cada paso que diera me acercara más aún a una muerte segura que yo misma he firmado.

Ahora sí que puedo dar uso a la mítica frase de: «Soy demasiado joven para morir».

Finalmente estoy frente a la puerta. Una puerta tras la que se esconde la tumba que yo me encargué de cavar con mi estupidez severa. Pero ya no puedo hacerle nada; lo hecho, hecho está. Y estoy pareciendo mentalmente fuerte, pero juro que en lo más profundo de mi ser me estoy muriendo de miedo. ¿Qué más queda que aceptar mis pecados y las consecuencias de ellos? Debería llamar de una vez por todas.

—Ah, Evans.

Si hubiera podido, ya hubiera gritado hasta quedarme sin aliento y aquel sonido se habría escuchado hasta en Júpiter. No obstante, mi garganta estaba seca y el brinco que di frente a la puerta era prueba más que suficiente de lo muy asustada que me siento.

¿Tengo tiempo para redimirme?

—¡Señor director! —exclamo girándome hacia el hombre de mediana edad que interrumpió mi monólogo mental— Yo... estaba a punto de entrar.

—Adelante, tenemos mucho de qué hablar.

Esa es una invitación al caldero de Satán, seguro.

Trago saliva antes de abrir la puerta con lentitud, dejando entrever en ese gesto toda mi inseguridad. El director parece estar realmente tranquilo, o tal vez tiene una paciencia de oro y está conteniendo su cabreo hacia mi persona. Porque estoy segura de que no puede haberme llamado para otro motivo, soy demasiado obvia haciendo estas cosas y hay gente demasiado chivata en el instituto Hattlefield. Lo único que está claro es que moriré en breve, por supuesto.

Pensaba que me esperaba una guillotina o algo por el estilo. Bueno, tal vez exagero. La cosa es que tenía grabada en mi mente la idea futura de este señor conversando conmigo sobre el tema de los modales, confesándome que estaba muy decepcionado conmigo y que no seguía en absoluto el ejemplo de mis trabajadores padres. Pero todos aquellos pensamientos se esfumaron de mi cabeza igual que el miedo al darme cuenta de que, una vez más, mis suposiciones han vuelto a fallar.

—¿...Kaiden?

Mi hermano pequeño se encuentra sentado en una silla aterciopelada y de brazos cruzados. No se esfuerza en absoluto en ocultar su expresión enojada, que principalmente parece dirigida hacia el hombre que repentinamente posa una mano sobre mi hombro.

—Lamento las molestias, pero es algo importante —me dice el director restando importancia al asunto—. Traeré unos papeles y en breve regreso.

Asiento, mirándole confundida hasta que desaparece de mi campo de visión. La puerta se cierra y con ella llega un tenso silencio que el menor no pretende romper.

—¿Qué demonios has hecho? —inquiero tras dar un sonoro suspiro.

Los ojos de mi hermano no pretenden encontrarse con los míos, por lo que demuestra esa actitud borde que adopta cada vez que algo no le sale como quiere. No tengo ni la más remota idea de lo que ha pasado y ya me hago una idea de qué puede haber sido.

—Eso no te importa —espeta él malhumorado.

—Enano, ya te he dicho que cambies tu comportamiento —le amenazo dándole un puñetazo en la cabeza.

—¡Ay! —se queja llevándose ambas manos a la zona golpeada— ¡No eres mi madre, no me golpees!

—No hay otra forma de que cambies tus modales, imbécil.

Mi Única Estrella [#UAI3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora