Capítulo Cuatro.

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— P-papá, ¿Es eso lo que creo? —cuestionó Anaís al acercarse a su padre, quién sonreía orgulloso por lo que llevaba a la mano.

Su tío pasó por su lado poco  después llevando una bolsa negra con un cuerpo dentro, ¿Sería el resto del lobo?

— ¡Logramos atrapar a un lobo! —exclamó su progenitor, aún sonriente—. Lástima que entraron en época de apareamiento. Tendremos que desistir durante unas semanas.

Anaís sintió su estómago revolverse e hizo una mueca de desagrado. No podía creer que su padre había hecho tal atrocidad, hubiera esperado algún venado o conejo, pero no un maldito lobo.

Se sentía en cierta forma decepcionada, no esperaba que llegaran a casa con algo así. Además de que, por alguna razón, sentía que su amado padre no era el mismo desde que habían llegado.

No, más bien ella estaba viendo de forma diferente a su familia desde que sus extraños sueños y alucinaciones comenzaron.

—Quita esa cosa de mi vista —pidió, mirando a su padre con decepción.

No era por nada, pero entre todos los animales a ella le gustaban más los lobos, su aspecto peculiar y su gran tamaño. Ella, gracias a su abuela Merín, se había mostrado encantada con tan majestuosas y hermosas criaturas. Eran parte fundamental en la naturaleza, teniendo un papel importante que ejecutar.

El ver a su padre sonriendo tan orgulloso luego de haber asesinando a un animal que a ella le gustaba, no le producía nada más que desagrado, asco y rencor hacía el mayor.

—Anaís, era sólo un estúpido lobo —habló su progenitor, mirándola fijamente. Poco después el semblante del mayor cambió a uno enojado, tras ella decir las palabras más hirientes que alguna vez en su vida le habría dirigido a su padre.

—Entonces cuando tú mueras en garras de alguno de esos animales que cazas, yo diré; “Era sólo un estúpido hombre” —comentó, con expresión neutra.

Lo siguiente Anaís no lo esperó. El que su padre alzara la mano, como nunca antes en su vida había hecho, y la dirigiera al rostro de ella... Fue algo que jamás habría esperado, y algo que no le perdonaría al mayor.

Llevó una mano a su mejilla herida, la cual seguramente ya debía estar roja tras la acción del mayor. Al instante miró a su padre demostrando que aún era rencorosa.

— ¿Te sientes mejor? —cuestionó, apretando los labios antes de voltearse completamente cabreada con el mayor.

Que no esperara de su parte una aprobación, por que jamás la obtendría.

— ¡Anaís! —la llamó su padre, pero ella sólo lo ignoró, encerrándose en su habitación y poniéndole el pestillo a la puerta.

Tan pronto haber entrado, sintió un horrible calor que provocó que se despojara de su ropa, a excepción de sus prendas íntimas. Sentía que la cabeza le dolía y la habitación comenzó a dar vueltas. Sus piernas flaquearon nuevamente y cayó de rodillas, lastimándose un poco en el suelo de madera.

<< Tu felicidad se agota.

—No es real, no es real —murmuró Anaís por lo bajo, sosteniendo su cabeza entre ambas manos.

<<Pronto la sangre correrá.

— ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó alzando la mirada.

<<Tú serás la culpable de lo que sucederá.

Anaís negó, cerrando sus ojos con fuerza. Se negaba a escuchar esa voz, no quería seguir escuchando nada más.

Luna Llena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora