Capítulo Cinco.

281 31 5
                                    

...

—¿A qué hora crees volver?

Anaís miró a su hermano mientras terminaba de sujetarse el cabello en una coleta alta. El menor se encontraba recostado en la cama con la mirada puesta en el celular.

—En la noche debería estar aquí, son seis horas entre ida y vuelta, además del tiempo que pase allá buscando la cámara.

Max asintió, mostrando una sonrisa ladeada.

—¿Qué estás haciendo?

Anaís se acercó a él con curiosidad, debido a que estaba extremadamente centrado en el aparato, sin voltear a mirarla.

—Hablo con Irina.

Ella asintió, colocándose junto a su hermano. Arregló un poco la el short negro que llevaba puesto antes de mirar los mensajes del menor con la chica que le gustaba.

—Qué cursi.

Él rodó los ojos mientras seguía sonriendo. Ella decidió no seguir perdiendo el tiempo y volvió a levantarse de la cama.

—No encuentras qué hacer, ¿cierto?

Anaís suspiró, acomodando las mangas de la camisa de rayas que llevaba puesta para luego apretar bien las trenzas de sus botas negras.

Tomó su mochila y prosiguió a salir de la habitación, no sin antes despedirse de su hermano.

—Tío Phill, ¿y las llaves de la camioneta?

Ella ya le había informado al mayor sobre su viaje temporal de ida y vuelta.

Phill miró a su sobrina un poco apenado.

—La camioneta está llena de sangre cariño, ¿no puedes usar el auto?

—Esa chatarra está que se echa a perder, Phill.

Su madre se adentró de pronto a la conversación, con una expresión seria en el rostro.

—No digas eso, Brenda, al menos está en mejor condición que la camioneta.

Brenda soltó un suspiro, en eso Phill tenía razón, pero ambos vehículos estaban en muy mal estado. Ya era hora de buscar la manera de venderlos y comprar uno nuevo.

—Bien, pero asegurate de no hacer muchas paradas, Anaís, mira que ese coche ya casi no sirve.

Anaís asintió con una sonrisa antes de tomar las llaves que Phill le extendió. Corrió hacia el auto para subirse y luego tiró la mochila en el asiento de copiloto.

Ciertamente era un auto bastante dañado, no es que fuese viejo, sino que estaba demasiado descuidado. El motor, por lo menos, estaba que dejaba de funcionar por completo, aunque su tío por lo menos lo había pintado por fuera para aparentar un mejor estado.

Anaís no tardó mucho en encenderlo y comenzar a manejar, mientras más rápido fuera, más rápido volvería. Lo bueno era que la carretera estaba relativamente sola, a excepción de algunos vehículos que la transitaban.

Luna Llena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora