Mi corazón me lo decía

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La lucha fue intensa, Juan, el hombre lobo era habilidoso en batalla, parecía estar entrenado para matar con un solo golpe, pero Robert fue más rápido y le partió una pierna para que luego Jace le encajara una daga de plata en la columna, eso no lo mataría pero lo dejaría quieto por un par de horas.

Levantaron la vista para ver qué todos estuvieran bien y vieron a Simón venir con el torso desnudo y a la pequeña niña en sus brazos vistiendo su polera de Batman, ella aún lloraba, pero al ver a Max se lanzó a sus brazos aferrándose a él con sus pequeñas manos.

—Estas a salvo, tranquila —Max trataba de tranquilizarla con suaves caricias en su espalda cuando de pronto Jace le metió tremendo coscorrón que casi le hace expulsar el cerebro por la nariz.

—Maldito chamaco, ¿cómo se te ocurre fugarte del instituto? Es que no estás consciente de lo peligroso que son las calles, estuviste a punto de... —Jace iba a seguir gritándole cuando vio a su padre sacar su espada y él también corrió a ver qué estaba ocurriendo.

Mike luchaba contra un vampiro, cayó dos veces y fue herido en un brazo pero no sé movió del lugar donde estaba, si lo hacia su padre terminaría muerto. Tobías usó una de sus habilidades, sus ojos se volvieron rojos y paralizó el cuerpo del nefilim por breves segundos.

— Seras un buen lacayo, no todos los días te encuentras con un hijo de Raziel, no te preocupes ambos lo disfrutaremos —luego mostró sus colmillos y se acercó a su cuello.

Afortunadamente Robert y Jace llegaron a tiempo he impedieron que Tobías mordiera a Mike, la batalla fue más dura, pues el vampiro tenía cientos de años y por ende un montón de experiencia en la batalla cuerpo a cuerpo y el hecho de que pudiese paralizar a las personas no ayudaba.


Cuando lograron vencerlo, lo ataron y luego corrieron para bajar a Adrián de la pared, no había tiempo para sorprenderse, él necesitaba atención médica urgente. Fue llevado al instituto en los brazos de Adrian, su desesperación era evidente pues escuchaba como el corazón de su padre latía cada vez más lento. Catarina corrió apenas lo vio, estaba en muy mal estado por la pérdida de sangre, no lo pensó dos veces, empezó a usar su magia de sanación, los métodos mundanos no le salvarían la vida.

Afuera Maryse limpiaba las heridas de Max junto a Jem, los golpes que recibió eran dolorosos pero no ponía su vida en riesgo, a su lado Simón seguía regañándolo mientras el adolescente decía —lo siento..., no lo volveré a hacer..., solo quería encontrar a mi hermano.

—Me has dado un susto de muerte, ¿recuerdas aquella vez que no llegaste a dormir? Te advertí que a la próxima te pondría un grillete electrónico, lo he pensado mejor y creo que no serviría de nada así que voy a usar nuestros ahorros y construiré un cerco eléctrico alrededor del instituto, también te llevaré a que te implantes un chip de rastreo en el trasero.

—Pudrete...

Mientras Simon tenía una pelea con un respondón Max, Magnus usaba su magia para curar a la pequeña niña, ella aún seguía llorando por la traumática experiencia vivida. Todo estaban preocupados, esperando que Catarina saliera a informarles que Adrián estaba fuera de peligro.

En los calabozos Robert y Maryse les habían pegado la paliza de sus vidas a Juan y Tobías, no podían perdonar lo que habían tratado de hacerle a Max, también se habían dado cuenta de que ellos eran amigos de Iván, es más, Tobías era el mismo que estaba con el en aquel callejón donde mataron a la bruja dueña de los libros. Iván aún estaba con vida mirando como eran torturados sus amigos, hasta que Magnus bajo a las celdas acompañado de su padre

Tuyo... Mio... NuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora